Un gobierno necrótico nada puede generar porque su esencia es la degeneración de cuanto le rodea, por ello se ocuparon de devastar todas las células que conformaban el tejido democrático que gozábamos. Y ello nunca lo ocultaron, desde que irrumpieron cual manada hambrienta en la escena nacional fue a fuego y sangre. Los daños causados y los asesinados el 4 de febrero y el 27 de noviembre de 1992 bien lo demostraron. La rabiosa forma de ejercer el poder ha sido con un patente rito mortal que se ha cebado sobre toda Venezuela.
La sociedad entera ha estado sometida al sadismo de un grupo cínico que presume de civismo revolucionario, las cifras de muertos a manos del hampa y los cuerpos policiales, que han terminado por fundirse en una sola cosa que se expresa por excelencia en los «colectivos», son escalofriantes. Particular saña han demostrado contra periodistas, estudiantes, policías y militares. Extensa y dolorosa es la lista de muchachos, niños a veces, que han sido asesinados de manera brutal cuando salieron a manifestarse contra este gobiernucho. Jesús Mohamed Espinoza Capote, Bassil Da Costa, Roberto Redman, Génesis Carmona, Geraldine Moreno, Diego Arellano, Adriana Urquiola, son algunos de los nombres de la muchachada asesinada sin rubores algunos.
El gremio periodístico ha pagado una cuota no pequeña precisamente, y ello desde el mismo comienzo de las andanzas de esta horda altisonante. EL 27 de noviembre de 1992 el recordado gordo Virgilio Fernández, quien entonces laboraba en El Universal, fue alcanzado con un tiro de FAL mientras transitaba por la base aérea de La Carlota, en el este caraqueño. ¿Cómo no mencionar a Jorge Tortoza del diario 2001, asesinado de un tiro en la cabeza el 11 de abril de 2002 en las cercanías del Palacio de Miraflores? Otro Jorge, Aguirre, reportero gráfico de Últimas Noticias, fue ejecutado en la vía pública por un agente policial luego de cubrir una manifestación estudiantil.
Mauro Marcano Ramos, quien conducía el programa radial De frente con el pueblo fue asesinado en Maturín, estado Monagas. Orel Sambrano, quien había denunciado la participación de la policía de Carabobo en el narcotráfico, cayó cosido a balazos en Valencia, estado Carabobo. Y debo especificar que estoy nombrando algunos que recuerdo meramente, porque son varios más.
El sector policial y militar no ha sido dejado de lado en el desguace que hemos vivido. Otoniel y Rolando Guevara, Iván Simonovis, Lázaro Forero, los ex miembros de la Policía Metropolitana de Caracas Marco Hurtado, Héctor Rovaín, Arube Pérez, Luis Molina y Erasmo Bolívar, entre muchos otros, han sufrido detenciones arbitrarias sin ningún fundamento legal. De un tiempo a esta parte las arremetidas son sanguinarias y el más claro ejemplo de ello es Oscar Pérez, que fue ejecutado a plena luz del día en la carretera de El Junquito. Las detenciones y torturas a militares ha sido también manifiesta. El caso del capitán Juan Carlos Caguaripano es uno de los más representativos, y los límites cada vez son menores para estas hienas. La tortura salvaje al capitán de corbeta Rafael Acosta Arévalo, hasta provocarle la muerte resulta espeluznante.
El cinismo de Maduro y su grupo es cada vez mayor, el compadrazgo que otorga la solidaridad ideológica de ciertos funcionarios internacionales de alto perfil cada vez le dan más impunidad. A fin de cuentas la inmunidad se la dan chinos, cubanos y rusos. El país, el continente y el mundo vieron la cacareada visita de Michelle Bachelet a la pesadilla de país que somos. Como era de esperarse, muchos deseaban una respuesta más enérgica de la mentada señora. Todos vieron sus lágrimas de caimana «conmovida» por los testimonios de los familiares de los torturados. El coro de honorables caballeros que saltaron a defender la pureza virginal de la ex mandataria chilena es de categoría polifónica. Hubo de todo y para todos los gustos, en particular para los de una cierta casta dirigente alcahueta. Los golpes de pecho resonaron mientras se exigía un respeto que ni a la Coordinadora Democrática y la MUD en sus buenos tiempos.
Miguel Henrique Otero, días atrás en este mismo diario, haciendo honor a su apellido, llamó las cosas por su nombre en relación con doña Michelle. Felipe González y Vargas Llosa también han reclamado mayor contundencia a las gestiones de la señora austral. Miguel Bosé, meses atrás, con el desparpajo y libertad propia de los artistas le exigió que moviera las nalgas; por supuesto que casi exigen que fuera crucificado en La Alameda de Santiago de Chile por osar dirigirse de esa inapropiada manera a tan ilustre dama.
Por lo pronto Maduro, Cabello, Flores, Rodríguez, Padrino y demás sabandijas del equipo oficial deben estar decidiendo a quién escogerán para llevar a cabo su próxima ejecución, a fin de cuentas ellos saben que no habrá consecuencia alguna por la cual preocuparse. La ideología sigue siendo la mejor celestina de estos días, ya Uruguay lo demostró de manera diáfana ante la asamblea de la Organización de Estados Americanos. Acabar con un país es un gusto que ya Fidel se dio y demostró que se puede hacer impunemente, ¿por qué no se lo pueden dar ellos también?
© Alfredo Cedeño
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