Barinas trajo lecciones para todos y abre nuevos escenarios sobre el futuro desenlace de la crisis política venezolana.
Del proceso electoral del 9 de enero son diversas las conclusiones que se desprenden del análisis profundo. La elección de Barinas requiere interpretaciones menos simplistas para entender la importancia de lo que tenemos por delante. En este sentido, me apropio de lo escrito por el exfiscal general Isaías Rodríguez: “En Barinas, además de Arreaza, hay dos grandes derrotados y también dos grandes triunfadores que pasan agachados”.
Pierde la línea aventurera de la oposición. Aquellos que han contratado mercenarios y han implementado un entramado paralegal con el objetivo de vivir de los activos del Estado, de fondos congelados de la nación sin siquiera rendir cuentas. Son ellos los menos interesados en un resultado electoral positivo porque durante los últimos siete años destruyeron su maquinaria electoral, alimentaron la narrativa antivoto y promovieron la injerencia internacional para una salida de fuerza.
Los principales líderes de este sector, quienes nada hicieron por la unidad en torno a las elecciones del 21N, ahora salen a aplaudir y tomar unos créditos que no les corresponden con la intención de quedar bien ante la comunidad internacional quienes desde mediados de 2021 les han dicho: “Arreglen sus problemas a través del diálogo y elecciones”.
Es importante aclarar a quienes apoyan con fondos y logística a los “opositores” venezolanos, que las gobernaciones obtenidas el 21N y ahora la de Barinas, es un triunfo de los líderes que menos se benefician del llamado interinato, a excepción de Manuel Rosales en el Zulia.
Pierden los conspiradores y radicales del chavismo. Aquellos que siguen apostando a borrar los ojitos de Chávez y quienes creen que el chavismo puede seguir imponiéndose a trocha y mocha.Barinas ha dejado, en la base chavista, unos resultados colaterales no previstos.
Ganan los opositores entendidos. Quienes entendieron que ante un adversario tan fuerte como el chavismo no pueden quedarse de brazos cruzados y corresponde jugarle en todos los tableros, por ello la abstención nunca será una opción frente a la lógica chavista.
Gana el chavismo. Sí, lograron su objetivo de presentar un proceso democrático y un gobierno que respeta las instituciones. Se han dado un baño de democracia y han dejado sin argumento a quienes dicen “en dictadura no se vota”. El nuevo gobernador de Barinas deberá desfilar por Miraflores, lo cual se traduce en más reconocimiento para Nicolás Maduro el mismo que alguna vez fue llamado “el usurpador”.
Gana la revolución bolivariana. Sí, Barinas ha precipitado la necesaria revisión y replanteamiento del chavismo, también ha movido las contradicciones naturales que después de 22 años pueden existir en un grupo de poder y más cuando el verdadero jefe de casa, el comandante Hugo Rafael, no está. En este sentido les aclaro que esas diferencias están lejos de esos cuentos urbanos en los que Diosdado le hala el pelo a Delcy y escupe la sopa a Padrino López, eso no existe, pues ellos saben manejar bien los asuntos internos y también cohesionarse frente al enemigo común. Esto no niega la posibilidad de que algunas veces exista una “metida de pie” o dejen un “chicle en la silla”, sin querer queriendo.
El chavismo, como toda fuerza social y política, debe evolucionar para no desaparecer, pues el mundo moderno y globalizado es inclemente frente a los dogmas. Los chavistas lo saben tan bien, que por algo han matizado el Plan de la Patria y cada día se alejan más del modelo económico socialista. A diferencia de lo que mis amigos adolescentes de oposición creen, el chavismo no murió en Barinas y está más vivo, pues ha conseguido la oportunidad perfecta para empujar la “revolución dentro de la revolución” y dar el salto a la transformación, como diría un gran amigo chavista: “Si algo sabe hacer el chavismo es reinventarse”.
Barinas puso de nuevo en palestra a la “silenciada” familia Chávez, dejó ver a las hijas del comandante decididas a dar la batalla y Jorge Arreaza se fortaleció como un defensor del legado, pues tuvo el valor de poner el dedo en la llaga haciendo autocriticas que conectaron directamente con la esperanza del chavismo descontento, el cual está cansado de ser silenciado y regañado cuando intenta quejarse. El propio excanciller habló sobre la cantidad de proyectos y obras que debieron estar en funcionamiento, asumió fallas, la desconexión del liderazgo con la base y también mencionó haber visto a Chávez rebrotando, ¿acaso quiso decir que han sepultado al comandante?
Para los miopes de la política Arreaza salió derrotado y la verdad es que ganó legitimidad dentro del chavismo y de la comunidad internacional que lo veía como un “radiocoloide” comunista. Una tuitera chavista escribió: “El gran derrotado en Barinas fue el PSUV, nuestro camarada @jarreaza GANÓ más respeto entre nosotros los chavistas y en los opositores”.
Hace días escribí: “Arreaza tiene un papel importante en la reconstrucción del chavismo”; hoy lo reitero. Pero, tampoco haré fiesta. Jorge es un hombre disciplinado, no juega en contra de Nicolás Maduro, es leal y sigue línea. La única forma de verlo impulsar “la rebelión roja”, desde mi opinión, es que las verdaderas dolientes de Hugo Rafael, las hermanas Chávez: Rosinés, María Gabriela y Rosa Virginia se lo pidan en nombre de ese chavismo que tiene rato esperando el golpe de timón, las tres “R” y la revolución dentro de la revolución.
Lo cierto es que, al parecer, la revolución vuelve a nacer en Barinas.