Las consecuencias psicológicas del covid-19 están afectando también a los entornos empresariales. La “fatiga pandémica”, que es el nombre que le puso la Organización Mundial de la Salud a este nuevo estado anímico, está detrás de la desmotivación de equipos o de algunos empleados y es la causante de las depresiones en ámbitos laborales.
Este estado de ánimo, como consecuencia del mantenimiento en el tiempo de la pandemia –y la perspectiva es que esta situación se va a prolongar por lo que resta de este año y el próximo en varios países–, se manifiesta como preocupación, ansiedad, temor al futuro, tristeza y, en algunos casos, enfado y agresividad.
Esta sintomatología, como han señalado especialistas en el área, impacta negativamente las actividades de la vida diaria de las personas afectadas, en el entorno familiar, social y laboral. Y es sobre este último punto al cual me referiré.
De acuerdo con el Observatorio de Recursos Humanos, 75% de la población siente fatiga pandémica y que con el paso del tiempo se puede incrementar su incidencia y gravedad. También hace referencia a un estudio realizado por el Centro de Investigaciones Sociológicas Español y cuyos hallazgos si bien son relativos a la población española, podrían extrapolarse a otras naciones.
Entre los resultados destaca que 85% de los españoles cree “que esta pandemia va a durar mucho más”; 91% los encuestados se ha sentido “preocupado”; 76% ha estado “especialmente tenso o ansioso” en algún momento; 78% tiene sentimientos de “inquietud y temor ante el futuro”; 69% se ha sentido “triste”; 60% siente “miedo por no recuperar la vida tal como era” y 58% ha pensado “que podría ser una víctima mortal de la pandemia”.
Esos sentimientos, propios de la fatiga pandémica, en el ámbito de los negocios pueden afectar tanto a las personas que trabajan desde casa como a las que lo hacen presencialmente. “El miedo y la ansiedad pueden ser abrumadores y el estrés consecuente puede provocar agotamiento mental, reducir la concentración y la productividad, incrementar los errores y ser causa de accidentes y bajas laborales”, advierte el Observatorio de Recursos Humanos.
Si bien esta fatiga no es causada por las empresas ni el entorno laboral, estas se ven afectadas negativamente, por lo que es recomendable que busquen vías para solucionarlo, apoyando a su personal. Aquellos empleados que reciben el respaldo apropiado pueden desarrollar resiliencia a ese estado anímico y reducir los efectos nocivos para ellos y las compañías.
Ahora, para poder hacer frente a las consecuencias psicológicas de la pandemia el papel de los líderes debe cambiar y la salud mental del personal es necesario considerarla como una prioridad. En este contexto, las empresas necesitan líderes con habilidades blandas o “soft skills”, es decir, que motiven a sus equipos y para quienes la empatía, la escucha activa, la flexibilidad e incluso el humor sean importantes.
Es el momento para que el liderazgo pase de la individualidad a la participación. Es crucial para los negocios fortalecer la confianza del capital humano y generar un buen clima que ayude a mejorar la salud mental de quienes hacen vida en las empresas.
Si las compañías y sus líderes no cuidan el bienestar emocional de los trabajadores, difícilmente concretarán los objetivos empresariales que se han trazado. Es momento de emprender una transformación en esa área, de estrechar lazos para contar con empleados llenos de confianza y saludables, y eso incluye su salud mental.
Así que se requieren líderes con habilidades blandas, no blandos, para tener empresas proactivas, competitivas y, sobre todo, equipos motivados.
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