OPINIÓN

Líder o candidato, ese es el dilema

por Luisa Ortega Díaz Luisa Ortega Díaz

Los líderes políticos que han cambiado la historia son los que han interpretado las exigencias de su pueblo en sus momentos históricos; unidos a su gente han echado andar procesos de transformación tan masivos, que han terminado siempre liberando una enorme fuerza de transformación social.

Su fuerza y su éxito no es su logro personal. Lo han conseguido porque supieron colocarse al lado del pueblo y, al hacerlo de ese modo, salieron favorecidos con el respaldo, el apoyo y su admiración, no porque hayan sido seres sobrenaturales ungidos por la providencia. Ni se convirtieron en líderes porque alguien así se los impuso, sino porque el liderazgo político se gana en la calle y en el debate de las ideas. Es lo que ha regido siempre para los líderes auténticos. Y no creo que en Venezuela las cosas vayan a ser diferentes.

Hay personas, no hay duda de ello, que se han apoderado del gobierno mediante trucos y manipulaciones, o usurpan una posición de poder. Pero esos no son líderes. Esos son autócratas inescrupulosos enfermos y ansiosos de poder. Se engañan a sí mismos creyendo que son líderes, pero saben que, sin la violencia, la persecución y la represión, su permanencia en el poder sería por muy poco tiempo. Son fantoches, pero bajo ninguna circunstancia pueden llamarse líderes.

Sin el apoyo popular verdadero, sin el respaldo social de las mayorías de un país, no puede hablarse de liderazgo. De modo que, desde ese punto de vista es pertinente preguntarse si hoy en Venezuela haya quien pueda afirmar de forma inequívoca que goza del aprecio popular suficiente para atreverse a solicitar el voto de los ciudadanos.

Yo no lo veo. No logro identificar a nadie con esa fuerza. No puedo mencionar a nadie que esté tan acoplado con el sufrido pueblo de Venezuela, como para que lo respalden con decisión y entusiasmo.

Lo que sí veo es a muchos que solo quieren ser presidente. Sí veo docenas de personas empeñadas en ser candidatos, pero no los veo metidos en las entrañas del pueblo luchando y trabajando en las comunidades para organizarlas y conocer sus demandas y necesidades. No veo a nadie a quien el pueblo admire, respete o a quien le reconozca como una persona comprometida con sus reivindicaciones sociales. También veo —y son numerosos— una larga lista de individuos a quienes el pueblo abiertamente expresa su rechazo. Veo en las encuestas que su verdadera competencia es alguien de ellos que tiene el menor rechazo, porque casi todos exhiben niveles de rechazo que en muchos duplican sus propias cifras de aceptación.

Y si eso es tan evidente, ¿por qué no los disuade para apartarse del escenario político? ¿Por qué al menos los que tienen ese enorme nivel de rechazo no reflexionan y aceptan que no son ellos las personas que Venezuela y los venezolanos necesitamos? No resulta fácil darles una respuesta a estas dos preguntas. Aprendí que la fuerza de los hechos es históricamente inapelable. Pero parece que no muchos —al menos entre muchos representantes políticos— no ven los hechos de un modo racional como corresponde hacer a quienes pretenden dirigir los destinos de nuestro país.

He afirmado infinidad de veces que el único camino posible para cambiar el destino político de Venezuela es el voto. He dicho en igual cantidad de ocasiones que el poder que la Constitución ha puesto en manos de los ciudadanos nos hace invencibles. No me cansaré de decir que el único que realmente tiene el poder, la fuerza y la capacidad de cambiar el equilibrio de poder en Venezuela es el pueblo. Pero ese pueblo no es iluso ni ingenuo, y es capaz de identificar a los farsantes. Es capaz de descubrir a los oportunistas y sabe cómo tratarlos. Lo primero que hace con esas personas es mostrarle su rechazo. Les hace saber que no son bienvenidos en sus comunidades y los apartan. No les permiten entrar en sus barrios porque saben que no están allí para luchar junto a ellos, sino para arrebatarle el poder al pueblo. Quieren conseguir sus votos, pero evitan comprometerse sinceramente con las luchas de la gente.

En ese escenario hoy se debate el destino del país. Un país no va a respaldar a ese candidato que solo persigue ser presidente de Venezuela, si no es el abanderado de las luchas populares con verdadero sentir nacional. Y si no surge alguien que encarne ese sentimiento popular, somos la mayoría de los venezolanos quienes estamos obligados a hacerlo surgir. Ese hombre o esa mujer que en realidad represente todo lo que queremos, está en alguna parte del país, y lo más probable es que no esté en un partido político de los tradicionales, casi con total seguridad no lo conocemos o nunca hemos escuchado hablar de esa persona, pero dentro de sí lleva la fuerza y el amor patrio, tan arraigados e intenso en cada uno de nosotros. Nos merecemos ese líder comprometido con todos los venezolanos.

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