Este es el tiempo que, en el imaginario colectivo de la humanidad, se encuentra grabada la figura mesiánica del salvador, como esa representación histórica que nos aportan los apóstoles en los evangelios y en toda la biblia; paradójicamente a lo largo de la historia la figura mesiánica se repite constantemente, tanto en el ámbito religioso – espiritual, como el ámbito político – material.
Es una singularidad, que la figura del mesías, sea usada como arma de todas las dictaduras, tiranías y regímenes totalitarios, siendo este, un elemento importante en la configuración de todo dominio arbitrario, y de todas las tiranías, que imponen en las naciones del pasado y de la actualidad, copiando siempre la naturaleza del mesías, que durante siglos, han sido trasmitidas por las enseñanzas bíblicas.
Al analizar la tendencia de promoción al culto de los distintos mandatarios como si se trataran de ídolos, enviados, ungidos para llevar los destinos de la nación, se aprecia la imitación al carácter del mesías de manera propagandística, en todos estos personajes.
En consecuencia, terminan aprovechando el efecto de ungido, para torcer el orden natural con políticas determinantes en el programa económico, sobre los destinos de las personas, por consiguiente, de la nación misma, que siempre acaban arruinando las naciones con el debilitamiento de la justicia, del derecho a la vida, la propiedad, la libertad de pensamiento, el derecho a la libre expresión, el derecho de los ciudadanos a mercados libres y abiertos para todos y todo esto da como corolario una pésima o carente infraestructura.
Pareciendo el ídolo político, una deidad, súper hombre, ungido, enviado, mensajero, escogido, con la ayuda del aparato comunicacional de los medios, la instrucción pública, acaban subvirtiendo todo. Esto fue así, ayer y hoy; el libreto se repite, siempre se repite, cada vez que se instauran estos regímenes tiránicos con inicios socialistas en la actualidad y tendencias totalitarias.
Estando el Estado, encargado de la nación, encarnado en el líder político, resulta el ente, la entelequia, por excelencia, en determinar los destinos de las personas, por consiguiente de la nación misma, es por eso, aquella famosa frase que retumba en la historia de Luis XIV “el Estado soy Yo”.
Todo este sistema político, lleva a la consumación de obligatoriedad, obediencia y adoración al ídolo político, sin importar mucho el ordenamiento jurídico que han edificado las doctrinas del orden globalista, convirtiéndose tal gobierno, en algo más que un régimen totalitario para ser, sin más allá, ni más acá, una literal tiranía.
Pero el cuento del ídolo, no termina aquí, toda esta parafernalia carnavalesca, no pudiera estar completa, sino se erige una nueva religión amparada en costumbres y tradiciones de las naciones, donde el dirigente, modelo mismo, viene a ser la encarnación divina o algún mensajero de la providencia para redimir al pueblo.
Es por ello, que siempre los regímenes totalitarios de todas la épocas y tiempos han venido acompañado de nuevas creencias, como método de su orden totalitario, configurando así, una nueva fe, un intento claro de religión, con símbolos, narrativa, historia propia, religiosidad, que le de sustento al culto del líder estatal, como auténtico prototipo del anticristo.
En ese sentido, existe la tendencia de una relación muy cercana entre los distintos títulos religiosos, como los de mesías, profetas, apóstoles, entre otros, en las estructuras de los regímenes totalitarios.
Esto da pie, en toda las revoluciones de los sistema políticos, en forma directa, al establecimiento de una economía planificada por parte del Estado y su principal guía, que en última etapa, es un esclavo fiel, obediente de un poder externo a él y al de la nación misma.
Se ha explicado de manera reiterativa, en todas partes, por miles y hasta millones de activistas e intelectuales, que en todos los regímenes socialistas, verbigracia, sistema concentrados de gobierno, el asunto, de la instrucción pública, que está condicionada a la obediencia al régimen, su entorno, las ideas del líder y el séquito que lo acompaña, viniendo a ser ese factor, el generador del orden totalitario. Tales cambios revolucionarios del sistema político, requieren primero la destrucción del viejo orden, heredado de la civilización judeo cristiana.
Es por ello, que se orienta que el mundo vive en constante cambio y transformación de la materia y de las fuerzas creadoras en continuo desarrollo, mientras no se conozca y comprenda de manera seria, ese viaje desde el origen hacia el desarrollo de la historia, no se estará en el camino correcto que contribuya a la riqueza del individuo, de las naciones, siendo las naciones presa fácil de estos impostores de la verdad, del camino de libertad y vida, que conduce a la felicidad de las personas y de la sociedad misma.