Los años noventa se iniciaron para la pequeña aunque sostenida actividad editorial de la danza escénica en Venezuela, con diversidad de abordajes analíticos y críticos. El final de la década anterior había traído la publicación de un libro inusual: Las dos caras de la danza. Aspectos ortopédicos del ballet clásico (1989, Monte Ávila Editores), de Federico Fernández Palazzi, traumatólogo y cirujano ortopedista, quien se desempeñara como director médico del Ballet del Teatro Teresa Carreño, edición precursora en nuestro de medio de textos científicos sobre anatomía y kinesiología aplicada a la danza.
La bailarina Andreína Womutt reveló una generación interesada, además de la interpretación, en la reflexión teórica sobre temas que atañen a su disciplina artística. Movimiento perpetuo (1991, Fundarte) revisa los procesos del origen y desarrollo de la danza contemporánea venezolana, sus proyectos llevados a cabo desde finales de los años cuarenta hasta todos los años ochenta, estos últimos considerados como los del inicio del auge nacional de esta expresión del arte del movimiento.
Un nuevo libro de Sonia Sanoja vio la luz con el nombre de Bajo el signo de la danza (1992, Monte Ávila Editores), prólogo de Luis Alberto Crespo. Este título supone la expansión del singular mundo poético de su autora en relación con su danza, también tan personalizada.
El maestro y teórico cubano Ramiro Guerra vio por primera vez publicado su libro Calibán danzante (1993, Monte Ávila Editores-Conac), un texto enjundioso valorado como de vocación antropológica, por su marcado interés indagatorio de los procesos de la danza latinoamericanos y caribeños.
Itinerario por la danza de América Latina (1994, Conac) reúne las apreciaciones de seis investigadores del continente sobre el devenir histórico de la danza en Argentina, Brasil, Costa Rica, Cuba, México y Venezuela. Valiosa y necesaria mirada integradora, que no vio continuidad hacia otros países y realidades.
Luis Viana, otro reconocido bailarín comprometido con la escritura, publicó La metáfora de la violencia (1994, Celcit-Instituto Superior de Danza), hondo ensayo venido de su propia experiencia y la de sus contemporáneos, sobre los impulsos que orientaron la danza escénica finisecular.
Del ejercicio de memoria de cinco años de un festival inusual, nació el libro Danza en libertad. La experiencia posmoderna en Venezuela (1995, Instituto Superior de Danza), compilación de textos informativos y críticos pertenecientes a seis autores, sobre el evento anual de nueva danza creado por David Zambrano, el internacional bailarín improvisador nacido en Venezuela.
Un libro de arte tributo a Vicente Nebreda lo constituye Nebreda/Nebrada (1996, Conac-Fundación Cultural Chacao), presentación de Oscar Sambrano Urdaneta, prólogo de Isaac Chocrón, texto de Belén Lobo y diseño gráfico de John Lange y Guillermo Salas. La recreación de la vida del significativo coreógrafo venezolano de proyección universal, así como la valoración justa de su obra artística, se encuentran en estas páginas, junto a una rica galería fotográfica, que dan clara cuenta de su tránsito intenso.
De las experiencias vividas tierra adentro por artistas de la danza y otras disciplinas, procedentes distintas partes del mundo, trata Cinco Encuentros Internacionales de Creadores (1997, Ediciones Grupo Contradanza), prefacio de Hercilia López, promotora fundamental del proyecto, y crónicas de lo acontecido a cargo de sus entusiastas participantes, todos coincidentes en sus visiones sobre un cuerpo creativo alternativo.
El inicio de los estudios universitarios en danza en Venezuela en 1997 tuvo un momento significativo registrado en la publicación Apertura del Instituto Universitario de Danza. Conferencias magistrales (1999, Instituto Universitario de Danza). Las primeras voces de ese magisterio deseado, fueron las de Sonia Sanoja, Thamara Hannot y Ocarina Castillo, quienes disertaron sobre postulados rectores fundamentales vinculados con la danza contemporánea, la danza académica y la danza tradicional popular.
El bailarín, maestro y semiólogo Víctor Fuenmayor publicó El cuerpo de la obra (1999, Universidad del Zulia), sólida reflexión sobre las técnicas del cuerpo, originarias, y las técnicas de la danza, por él consideradas hegemónicas. Sensibilidad, proveniente del praxis creativa corporal y rigor científico, adquirido en la academia, orientan un discurso revelador.
Sobre el cuerpo en acción creativa versó un seminario promovido por Eduardo Gil, que reunió personalidades de las artes escénicas durante varias sesiones y cuyas conclusiones quedaron integradas en Poética del movimiento (1999, UCV), suerte de diálogo de múltiples voces coincidentes o no.
La vida y obra del pionero de la danza moderna venezolana se encuentra en Grishka Holguín. Un viaje a través del movimiento (1999, Conac), relato esclarecedor del largo recorrido de un personaje enigmático, influyente y determinante.
Hacia una dramaturgia del movimiento (2001, Fundación Carlos Eduardo Frías-Instituto Universitario de Danza) es un acucioso texto escrito por el bailarín Leyson Ponce, quien busca orientar sobre un concepto para el momento de su publicación todavía no suficientemente difundido: la dramaturgia de la danza, es decir lo que guía las acciones corporales hacia uno o varios destinos.
Otra mirada a Vicente Nebreda ofrece Bailar Nebrada-Nebrada (2005, Fundación Cultural Los Altos), de varias autoras cercanas al coreógrafo en su vida profesional y cotidiana, con prólogo de Teresa Alvarenga. Es un libro elaborado desde la admiración y el afecto.
El nombre de los pasos y los métodos de enseñanza en la danza académica, suelen generar controversia entre maestros. Irma Contreras, pionera del ballet profesional venezolano, ofrece luces en el libro Danza Clásica. Nomenclatura y metodología (2006), guía teórico práctica para especialistas sobre un arte con historia, rigurosamente sistematizado.
La relación de Julie Barnsley con el cuerpo ha evolucionado de la praxis creativa a la reflexión teórica de la danza. El cuerpo como territorio de la rebeldía (2006, Instituto Universitario de Danza) constituye el primer resultado de ese vínculo. En sus páginas ofrece una bien sustentada reflexión sobre el cuerpo humano y su consideración histórica, ubicada más allá del mundo de convenciones que ha rodeado a la danza escénica del hemisferio occidental. Los diseños de Alirio Palacios aumentan el interés por el libro.
Ver bailar es un hecho privilegiado que requiere aprendizaje. Seis visiones agudizadas por el tiempo y la experiencia sobre las artes del movimiento, ofrece Miradas sobre la danza (2008, Trayectodanza), con prólogo de Belén Lobo. Crónica, reseña y pensamiento crítico brindan distintas ópticas posibles sobre un mismo universo.
A reconocidos docentes de danza clásica y contemporánea en el medio venezolano está dedicado Vidas maestras (2010, Unearte). Se trata de una compilación de textos y entrevistas de varias autoras, presentada por Miguel Issa, que documenta vivencias de notables personalidades del magisterio.
Zhandra Rodríguez (2010, Editorial El Perro y la Rana), de Teresa Alvarenga, permite un recorrido por la vida artística de la primera bailarina clásica venezolana de amplio reconocimiento internacional, titulo incluido dentro de la colección que exalta a los premios nacionales de cultura en el país.
La carrera artística y docente de Nina Novak, ex figura de los Ballets Rusos de Montecarlo conforma el libro El ballet, mi vida, mi pasión (2010), de Luisa Himiob. De la mano de la propia bailarina, quedan registradas sus vivencias de escenario y la tesonera labor docente por ella cumplida.
Danzahoy. Una visión, un legado (s/f) es otro libro de arte notable, que contiene diversos textos, entre ellos los de sus fundadoras Adriana y Luz Urdaneta e información sistematizada que abordan la misión y visión, así como los amplios logros alcanzados por este proyecto institucional dentro de tendencias diversas de la danza contemporánea, llamado a trascender en Venezuela y Latinoamérica.
Dos títulos vinculados con el Ballet Teresa Carreño documentan momentos estelares vividos y honran a personalidades vinculadas a esta compañía: El cascanueces (2015, Fundación Teatro Teresa Carreño), de Daniel Castellano, memoria necesaria de este clásico llevado a la escena por Vicente Nebrada, ya convertido en tradición en Venezuela, y 100 bailarines (2019), de Castellano y Carmen Sequera, registro de los interpretes que han hecho historia a lo largo de 40 años de trayectoria del ballet de este complejo cultural.
La reflexión teórica sobre los hechos de la danza venezolanos cobró especial interés durante las tres últimas décadas. Algunos eventos de esta naturaleza se han convertido en importantes documentos: Jornadas de Teoría y crítica de la Danza (1995, Conac) y Jornadas de Reflexión sobre la danza tradicional popular a lo largo de sus varias ediciones, publicadas a partir de 1996 por el Consejo Nacional de la Cultura y el Instituto Universitario de Danza.
Igualmente, Danzaluz y Azudanza en la ciudad de Maracaibo, han sido instituciones que han cumplido una referencial labor de publicación de libros y cuadernos de difusión sobre temas vinculados con la creación y la formación, debido a la iniciativa de su directora Marisol Ferrari.
Finalmente, relacionamos algunos textos de nuestra autoría: La danza que vino del mundo. En Cultura, migración e identidad (1995, Goethe Institut); Escenario múltiple del movimiento. En Fundación Teresa Carreño 25 años (1998, Fundación Teresa Carreño); Academia, experimentación e historia. Memoria del Instituto Superior de Danza (1999. Instituto Universitario de Danza), Nina Nikanorova, vida de maestra (2003), y Grishka Holguín, la aventura del pionero (2006), ambos de la editorial El perro y la rana; Una aventura, un hito. Ballet Nacional de Venezuela 1957-1980 (2004, Publicaciones La Danza); Movimiento y academia (2005, Azudanza); Vicente Nebreda (2010, Biblioteca Biográfica Venezolana de El Nacional) y Caminos del cuerpo. Una visión de la danza escénica del siglo XX (2018, Unearte).
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