Indudablemente, el régimen venezolano decidió pasar a cercén todas las libertades, incluyendo las políticas, por supuesto. Olvida, o pretende hacer que olvida, a sabiendas, que esas libertades son también derechos humanos. Derechos humanos injustamente atropellados, constantemente, en nuestro país, junto a otros que les resultan colaterales. Todo ello con un sólo propósito, conocido por todos: permanecer tan indefinidamente como les sea posible en el usufructo del poder.
Impedir la participación de ciudadanos a optar por los cargos de representación popular atenta abiertamente contra su derecho a ser elegidos, obviamente. Pero también ocurre lo mismo cuando se roban partidos con sus siglas, símbolos y colores. Lo que afecta, una vez más, la libertad de asociación, al desasociar por la fuerza a quienes se agrupan políticamente. A todo esto hay que sumar la prisión, las torturas, las declaraciones bajo coacción, la persecución, el acoso a los hacedores de política. Por ello también imponen límites económicos a todos, para que nadie pueda con sus recursos o los recursos de sus grupos contar con financiamiento alguno para el gasto político, que suele ser mucho.
Negar o impedir, por cualquier vía inventada, la posibilidad de inscripción o del voto, en el exterior, por ejemplo, son más límites a los DDHH. Los jóvenes y quiénes requieren modificar su dirección de habitación, porque se mudaron, no cuentan con posibilidades verdaderas de inscribirse o rectificar sus datos en múltiples puntos, con información apropiada. Lo que se aprecia es la descarada intentona de desalentar y frenar las indispensables acciones relacionadas con el caduco registro electoral nacional. Menos mal, los más jóvenes y los adultos conscientes luchan a diario contra esa adversidad impuesta.
Otro aspecto insoslayable consiste en la información y la libertad de expresión. La censura campea, el cierre de medios, la arremetida contra periodistas y medios, el bloqueo indiscriminado de portales, los impedimentos a la participación en medios que se autocensuran o abiertamente censuran a los partícipes políticos. No es nuevo este proceder, es de vieja data, pensado justo para este terrible momento para ellos -los del régimen-, quienes desde hace años se han preparado para enfrentar la baja popularidad, el rechazo, el voto castigo a su crueldad, a su ataque desmedido a los trabajadores y sus familias, por ejemplificar, que les cobrarán sus abusos en el momento del voto. Todo lo anterior representa un quiebre de los derechos humanos a la información, a la opinión, a la expresión.
Siguen modelos extranjeros, aunque no extraños, porque llevamos muchos años viviendo esta cada vez más recia dictadura. Moscú es una seña indeleble, Managua no sabemos si es copia nuestra o viceversa, Cuba es el sendero que siguen los sátrapas del continente, inmersos como estamos en esta ola mundial de guerras -como la desatada en Ucrania hace más de un año por los criminales rusos- de las que no somos ajenos. El terrorismo avanza sin control alguno efectivo por parte de los organismos internacionales. Organismos que deberían estar más prestos a detener con acciones concretas estos atentados permanentes a los derechos humanos, políticos y no políticos. Esto es señal también de que el combate debe ser afianzado dentro y fuera del país. Para hacer que la participación internacional en estas cuestiones, que para algunos ciudadanos es de vida o muerte, donde va claramente comprometido el derecho humano a la vida, sea realmente efectiva y no se quede sólo en declaraciones poéticas a la Luna.
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