OPINIÓN

Libertad, igualdad y fraternidad

por Carlos Malo de Molina Carlos Malo de Molina

Uno de los principios fundamentales del hombre es que somos libres, lo que nos da la capacidad de pensar y actuar en función de nuestras decisiones, precisamente el libre albedrío es la capacidad de decidir. Actualmente podemos afirmar que la idea de libertad fue consensuada por la sociedad y la mano invisible de la sociopolítica la ha ido reconociendo como el principal y el eje de los planteamientos básicos de lo que definimos como escala de valores. Esto, que creo que actualmente es una evidencia, es un planteamiento nuevo de los dos últimos siglos, sirva como ejemplo que Carlos Marx, así como otros filósofos de su época, en la segunda mitad del siglo XIX, solo aceptaba la libertad como libertad colectiva y en ningún caso libertad individual, incluso consideraba el libre albedrío como una ideología individualista y por lo tanto inadecuada.

La Asamblea General de Naciones Unidas aprobó en París el 10 de diciembre de 1948 la Declaración Humana de los Derechos Universales (DUDH) que según su artículo 1 “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos, y dotados como están, de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con nosotros”. En su artículo 2 dice que “toda persona tiene los derechos y libertades proclamados de esta declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición “. En el resto de artículos se recogen los derechos personales, en relación con la comunidad, de pensamiento, religión y libertades políticas, los económicos, sociales y culturales y las condiciones y límites del ejercicio de los derechos mencionados.

Esta extensa, pero a su vez, concreta, relación de derechos inalienables del hombre es producto del sentir orgánico del ser humano, y, por lo tanto, es una consecuencia directa de la mano invisible de la sociopolítica y síntesis del mercado de las ideas. Es, sin duda, producto del consenso político social, de la forma de pensar de aquellos tiempos, hace ahora un poco más de 70 años pero que podemos decir que mantiene toda su actualidad. Centrados en la libertad, igualdad y fraternidad conceptos de los que parten sus derechos y obligaciones. Estas tres últimas palabras resumen el principal y número uno de los artículos y es bastante preciso del conjunto de las 30 actuales que contiene la DUDH.

Esta breve pero clara síntesis no es ajena al hecho de que la Asamblea donde se elaboró y consensuó esta declaración fuera en París, la ciudad donde el pueblo francés lanzará el grito de libertad, igualdad y fraternidad 150 años antes convirtiéndose en el lema de la revolución francesa.

Su primera mención escrita fue en 1791, hoy día es el lema oficial de Francia reconocido como tal en 1848. Fue la calle, el pueblo, los intelectuales, los grupos sociales y las estructuras políticas los que sin pretenderlo sintetizaron con esas tres palabras el sentir y las aspiraciones de los ciudadanos franceses en aquel final del siglo XVIII. Ideas y conceptos que se mantienen intactos hasta ahora y que el mundo entero los hizo suyos asumiendo y aceptando en la Declaración Humana de los Derechos Universales. Son la esencia máxima de nuestro pensar colectivo consensuado y plasmado por escrito de la esencia del ser humano. Es lo que somos.

¿Cuántas veces antes de que los franceses gritaran estas tres palabras unidas, el ser humano las había reclamado por separado? Infinitas. El problema ahora no es que la DUDH sea aceptada universalmente por el ser humano, el problema es que, a pesar de tener las ideas claras, firmadas por escrito y aceptadas, en la práctica, la realidad de su cumplimiento deja mucho que desear.

No es que sea pesimista, realmente tengo la visión de entender que el mundo evoluciona continuamente de forma positiva, y concretamente en el último siglo la evolución ha sido aceleradamente positiva, pero siempre es más fácil saber y querer hacer una cosa que ponerse a hacerla. Todos sabemos y queremos cuidar nuestro planeta, tenemos cada vez más conciencia ecológica, pero realmente seguimos perjudicando nuestro ecosistema, al menos ya sabemos que mucho de lo que hacemos está mal, el siguiente paso es empezar a pensar que algún día tendremos que actuar en consonancia, aunque ya muchos realizamos alguna ligera actuación en este sentido.

Cuando era niño vivía en España, donde hace 50 años casi todas las personas arrojaban los desperdicios al suelo y en cualquier lugar, ni siquiera tengo claro que supiéramos que eso estaba mal, y ahora y desde hace por lo menos 30 o 40 años, ya prácticamente nadie tira basuras al suelo, por lo que lo importante es avanzar. Lo primero es tener las ideas claras, luego estar dispuestos a actuar y después actuar hasta hacerlo bien y siempre.

En todas partes del proceso actúa la mano invisible de la sociopolítica, para ello se mueven reiterativamente los 7700 millones de habitantes de la tierra y todas las estructuras sociológicas, ejecutivas, políticas, religiosas e institucionales existentes. El Big data funciona como si fuera un cerebro estructurado con un sistema neuronal con infinidad de neuronas unas conectadas con otras, y así como ejemplo se interconectan todas las informaciones de las redes sociales y no solo de las redes sociales, también en todo el campo de la información de la comunicación digital. Realmente las redes sociales son solo una pequeña parte de la interacción de los 7700 millones de habitantes de las actuaciones políticas, sociales y religiosas que actúan permanentemente interactuando en el mundo real. Utilizando la tecnología Big Data, si tuviéramos acceso a todo, que además no es posible, tendríamos un análisis casi perfecto de todo lo que pasa en el mundo, incluso pudiéramos predecir casi todo. Del intercambio de toda la información que hemos mencionado antes sería una locura de interacción, no sé cuántos dígitos tendrían las comunicaciones existentes, sin duda, camino del infinito, esa es la base del mercado de las ideas.

Todas esas comunicaciones de mensajes van de una persona a otra persona, de una persona a varias, y de varias a varias, y conforman con su reiteración un auténtico debate casi infinito del que se van produciendo millones de conjeturas estructurales de gran envergadura, muchas otras de determinados conceptos incluso de matices, otras de temas muy importantes o nimios relacionados con actitudes sociales, temas legislativos, ideológicos, políticos, culturales, deportivos, ocio, religiones, sexo o de cualquier otra índole.

Ahora, aunque tarde y posiblemente no de la mejor manera, estamos avanzando inexorablemente hacia la total igualdad de género, lo que es motivo de orgullo para nuestra generación y algo por lo que hemos y queremos seguir luchando para conseguirlo. Es evidente como hemos mencionado que además de los 7700 millones de personas interactuando, hay estructuras e instituciones, algunas de ellas muy poderosas, muchas de ellas necesarias e incluso imprescindibles, ellas a veces se creen que lo crean y además que dirigen todo lo que existe.

Craso error. Cuando se empeñan en imponerlo bajo formas autoritarias o incluso de dictaduras o tiranías lo único que hacen es dañar el sistema, la felicidad de sus habitantes y en muchas ocasiones traen consigo la ineficiencia absoluta del sistema político, social, cultural y económico.

Pero necesitamos estas estructuras y estas organizaciones siempre que sean democráticas y que no intenten perturbar la esencia de su función. Hay quien exacerba las debilidades y limitaciones de nuestros gestores públicos, en muchos casos no les falta razón, pero tal vez es la misma medida que pudiéramos criticar a otras estructuras del sistema.

Pero aún dentro de lo que denominamos democracia éstas pueden tener muchas y variadas disfunciones estructurales. El poder es potente y atractivo para quien lo maneja y lo controla. Lord Aston, historiador y político liberal inglés dijo y fue famoso por ello, que “el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente“. Estoy totalmente de acuerdo. Además, el absolutismo es corrupción en sí mismo, ya que se apropia de todo lo que pueden hacer mejor el conjunto de los ciudadanos para el solo beneficio y disfrute del dictador o tirano, y lo sufren de manera constante y potente toda la población. Un absolutista roba el poder a su pueblo para transformarlo en crueldad e ineficiencia. Los poderes absolutistas destrozan todo lo que tocan y sobre todo lo que reprimen y coaccionan. La mano invisible de la sociopolítica ha existido siempre, pero es ahora cuando más fluida y cómoda funciona.

Si nos fijamos bien, las dictaduras de derechas, definidas como tales las que toman para sí todo el poder pero dejan funcionar la economía de mercado, es decir, son opresoras pero dejan que la mano invisible de la economía funcione, estas dictaduras destrozan todo, empezando por la felicidad de sus ciudadanos, sus libertades políticas, de pensamiento, cultura y hasta su vida personal. Las dictaduras son máquinas de destrucción y sufrimiento, pero cuando dejan funcionar la mano invisible de la economía y funciona la economía de mercado y en la medida en que el funcionamiento del mercado es más libre e independiente del poder político, el progreso económico del país es posible.

Esto sigue siendo independiente de que creo que tienen que seguir existiendo estructuras de gestión que influyan y condicionen, sin lugar a duda, los resultados de la economía pero que sean necesarias, aunque hay que controlar que esta actuación sea medida y limitada. En una economía hay empresas algunas con mucho poder, sindicatos de trabajadores, patronales, corporaciones profesionales, asociaciones y sociedades civiles, órganos de poder nacional, regional, local e internacionales, funcionarios públicos, partidos políticos, todos con capacidad de influir fuertemente en la economía igualmente en la sociedad y la política.

En una dictadura con libre mercado al menos el país funciona y puede progresar económicamente, eso explica como por ejemplo España con la dictadura franquista, Chile con la dictadura de Pinochet, y Venezuela con el dictador Marcos Pérez Jiménez tuvieron un buen progreso económico, cosa que no pasa cuando además de ser una dictadura política y social controlan la economía y no admiten el mercado libre con lo que el resultado no solo es el deterioro de las libertades, los derechos, la cultura y cualquier atisbo de participación y democracia, sino que se le unen la ineficiencia económica y atraen la pobreza y la destrucción del bienestar social y económico, esto explica cómo han evolucionado los países controlados por el comunismo.

En 1958 el último año antes de la dictadura castrista, la renta per cápita cubana era el doble de la española, en España, bajo la dictadura de Franco hasta el 75, murió Franco con su dictadura todavía en pleno funcionamiento, y su renta per cápita era 15 veces superior a la cubana. Ambas eran dictaduras, una con economía de mercado, la española, y la otra con economía planificada y controlada, fuera de la economía de mercado, la cubana.

Otro ejemplo palmario es el de China, es una dictadura en la que hasta hace unos años era una economía planificada siendo disfuncional en lo sociopolítico y en lo económico con graves atrasos de miseria y pobreza. En los últimos años han hecho la evolución de transformación hacia la economía de mercado, llevando años de importante y llamativo avance económico, en la economía planificada no es posible el progreso económico.

Por último, cabe resaltar que la caída en cascada de los países comunistas del Este de Europa no fue por la presión social de los habitantes exigiendo la libertad y la democracia sino porque la ineficiencia total de su sistema social, político y sobre todo económico lo hacían absolutamente inviable, fue una especie de implosión, un desmoronamiento interno del sistema comunista con el acuerdo pacífico de prácticamente todos los actores, ciudadanos de los países comunistas, intelectuales, mundo de la cultura, agentes económicos internos y externos, políticos dentro del sistema, de fuera y del ámbito internacional. Por eso, la caída del Muro de Berlín fue obra casi perfecta de la mano invisible de la sociopolítica y merece ser vista como el emblema de la revolución de las comunicaciones.

En toda dictadura, sea de derecha o de izquierda, es muy difícil que el poder impuesto actúe de forma imparcial y objetiva en la economía, suele ser absolutamente caprichoso, corrupto y suele beneficiar económicamente a determinadas minorías. Las dictaduras de derechas conforman determinadas oligarquías que son privilegiadas con parabienes y concesiones y las de izquierdas a los dirigentes y sus estructuras de poder. En el caso del Partido Comunista, los dirigentes del partido, sus familias y su nomenclatura, conformada por la burocracia, ocupaban los principales puestos políticos y de gestión.

Nos queda hablar de cómo el pensamiento de la humanidad, a través de su sistema neuronal, de su mano invisible, lucha por la igualdad, la fraternidad y por un mundo más justo, pero eso será parte de otro artículo.

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