OPINIÓN

Libérrimos y liberticidas

por Carlos Malo de Molina Carlos Malo de Molina

Defino la libertad como la facultad y derecho innato de la mujer y el hombre de elegir y actuar de distintas formas o maneras o de no actuar, lo que le hace autor y responsable de sus actos. El diccionario de la Real Academia Española la define como “la facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, por lo que es responsable de sus actos” disculpad que recurra constantemente a la RAE, lo hago por su innegable calidad, precisión y por ser el diccionario oficial y casi el único de mi lengua materna, el español.

La libertad no es solo un derecho individual inalienable, lo que significa que no se puede enajenar, sino que debemos aceptar en igualdad la libertad del otro, con lo que debemos organizar, coordinar, arreglar y encontrar formas de compatibilizar nuestro derecho de libertad con el derecho de los demás, por eso se necesitan normas y leyes, para que todos respeten por igual la libertad de todos. Eso se puede realizar política y socialmente por medio de la democracia, sus estructuras y leyes. La RAE define como democracia “al sistema político en el cual la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce directamente o por medio de representantes” como ya he dicho, sin libertad no puede haber democracia porque sin libertad la soberanía no puede residir en el pueblo, que no puede elegir sus representantes. Incumpliría la totalidad del texto de la definición. Soy un total obseso de la precisión en el lenguaje que es la clave de nuestra percepción, inteligencia y capacidad de comunicación. La precisión es la mejor y más efectiva arma para manejarte en el proceloso mundo de las mentiras, trampas, trucos, tergiversaciones, manipulaciones, propaganda, medios de comunicación corruptos o con intereses sesgados políticos, económicos y personales, fake news, identidades digitales falsas y bots informáticos. La clave de la libertad no solo es estar de acuerdo con este derecho universal sino ejercerlo respetando la libertad de los demás y cumpliendo las normas y leyes provenientes de poderes y estructuras democráticas.

¿Cómo podemos definir al que es cabalmente partidario de defender, apoyar y aplicar el concepto de libertad y a sus seguidores? El problema es que las palabras posibles han sido mal utilizadas, manipuladas y tergiversadas. La más habitual es liberal, la propia RAE es tremendamente confusa y dispersa en su definición. De las ocho definiciones, a cuál menos coherente con el significado esencial de la libertad, la segunda y tercera definición dan la alternativa más cercana a la ideología y definición de los partidos polí- ticos o corrientes ideológicas denominadas como liberales. Es correcto decir que la ideología liberal y los partidos libe- rales han acaparado el uso de este término, distorsionando su significado. Esto no quiere decir que estos colectivos no sean defensores de la libertad y de su aplicación política y social, si no que la aplican a su manera y sobre todo no son los únicos, son una minoría, ni siquiera los propietarios y definidores de su extenso y completo significado. Como en todo, dentro de los partidos liberales hay algunos más consecuentes y otros mucho menos o incluso transgresores de la libertad en determinadas áreas, algunos son solo liberales en lo económico y con poca sensibilidad social. En resumen, no podemos utilizar la palabra liberal. Tampoco podemos utilizar liberalismo, la RAE en esta ocasión empieza bien, definiendo como “actitud que propugna la libertad y la tolerancia en la vida de una sociedad”. La segunda definición empieza diciendo doctrina política y la tercera define el liberalismo doctrinario. Por lo tanto, tampoco podemos utilizarla. Existe también la palabra libertario que la RAE adjudica directamente al ideario anarquista y al comunismo libertario, imposible de nuevo.

La palabra liberal se puede utilizar como “es una persona de talante liberal” a mi juicio es perfecta la aplicación. Hay una tercera posibilidad que es libérrimo, según la RAE “es un adjetivo superlativo absoluto porque expresa el grado máximo de libertad en términos absolutos”. Nos vale y además partimos de la base de que la libertad es el máximo valor y elemento condicionante e imprescindible para la democracia, justicia, igualdad, orden, economía de mercado, eficiencia en la gestión e incluso la felicidad. No es malo que la utilicemos en grado superlativo.

Damos por válida la definición de libertad y definimos políticamente libérrimo como “la persona que cree en la facultad y el derecho innato de todo humano de elegir y actuar de distintas formas y maneras o de no actuar y que lo hace autor y responsable de sus actos». El libérrimo defiende, apoya y aplica la libertad en todos los campos de su vida. Respeta y defiende la libertad de los demás y el cumplimiento de las normas y leyes proveniente de poderes y estructuras democráticas. Me ha sido más fácil encontrar el antónimo de libérrimo, que es liberticida, “el que mata o destruye la libertad”, yo le añadiría “anula, coarta, deroga, quita, niega o reprime”. Creo que con estas definiciones quedan cubiertos los dos campos del uso y práctica de la libertad. Cada uno debe decidir con qué estructura de pensamiento y acción se ubica y actúa sociopolíticamente. Nadie es perfecto totalmente como para llegar a ser total y ejemplarmente libérrimo, como no creo que nadie o casi nadie sea un monstruo liberticida. Es claro que el camino del hombre debe ser el de la libertad y su destrucción es el del perverso. El campo de la democracia como concepto, actuación y forma de acción política y social pública y colectiva esta intrínsecamente ligada a la libertad.