OPINIÓN

Liberalismo para encaminar a los utópicos

por Ariel Montoya Ariel Montoya

Es cierto que hay decadencia en Europa. También la hay en todo Occidente producto de las posculturas, el jolgorio del espectáculo, los remanentes de las luminarias de Hollywood, las modas transversales y la imposición de  nuevas agendas sociales atentatorias y teledirigidas desde la izquierda hacia un mundo uni global.

Pero también llegan desde ese viejo continente lúcidas vertientes del pensamiento liberal contemporáneo, que incitan y provocan a trabajar en esa panorámica para optimizar un mejor presente y un mejor destino, como lo son algunos ensayos y artículos del profesor Guy Sorman, francés de nacimiento, quien escribe y da cátedras abiertas sobre el liberalismo.

Autor de formidables juicios que, a veces, en pocos párrafos y en lenguaje sencillo,  resume en unas cuantas palabras toda una enciclopedia sobre esta doctrina que ha caminado junto al hombre, prácticamente desde los albores de la civilización humana,  propiciando su bienestar y desarrollo.

Artículos, columnas, ensayos y acertados juicios sobre la prodigiosa y exacta ideología liberal, que  van por páginas de opinión en periódicos del mundo entero que los publican, como El Nacional de Venezuela o La Prensa de Nicaragua y que siembran la semilla de una tesis viable y objetiva a miles de lectores virtuales, luego del sanguinario crimen  contra la libertad de prensa por parte de tiranos castrocomunistas, así como también por el acelerado paso tecnológico.

La tesis del profesor Sorman siempre sorprende tanto a quienes le seguimos la pista como a aquellos nuevos adeptos, estando cien por ciento seguro de que además procesa nuevas inquietudes mentales en fanáticos marxistas o envalentonados izquierdistas, quienes desde la justicia social o las políticas asistencialistas pretenden mejorar la vida de sus ciudadanos, olvidándose garrafalmente del libre mercado, la inversión privada y la igualdad de oportunidades.

Pero también su discurso trasciende más allá, llegando aún a los reflectores del marxismo cultural que sigue envenenando y vacunando a miles y miles en Hispanoamérica, Estados Unidos como en la propia Europa, ofertando a la luz del estatismo burocrático, la panacea «progress» y la manipulada opción por los pobres, desde un socialismo o comunismo que tercamente se empeña en seguir vendiéndose como una alternativa de gobierno ante los errores del capitalismo, sabiendo ya estos, en cierta medida, que dichos cantos no han pasado de ser una idiotez  y una fracasada y corrupta política pública que solo ha servido para enriquecer a quienes promueven la vigencia de dicho sistema a costa del empobrecimiento de sus gobernados.

Nuestro amigo refleja que lo más importante que ha ocurrido en estos dos últimos siglos de las grandes ofensivas totalitarias contra la cultura de la libertad, es que tanto el fascismo como el comunismo, que llegaron, cada uno en su momento, a amenazar la supervivencia de la democracia, pertenecen hoy al pasado, a una historia sombría de violencia y crímenes indecibles contra los derechos humanos y la racionalidad. Siendo una valedera realidad, nada descartable, «que puedan resucitar de sus cenizas» y que, en nuestro caso como hispanoamericanos, nunca ha desaparecido del todo, más bien ha reencarnado, está vivo y coleando, en los regímenes autoritarios de Cuba, Nicaragua, Bolivia y Venezuela.

Provengo de una familia libero-conservadora, más que humilde emprendedora, como provenimos la mayoría de los nicaragüenses hasta la ruptura social con la toma violenta del poder por parte del sandinismo. Me siento liberal y conservador, pues en esos dos grandes sistemas se sigue asentando el bienestar humano.

Lamento la crítica de Su Santidad Juan Pablo Segundo al referirse despectivamente del capitalismo tildado  de salvaje; siendo él un anticomunista y visionario, le hizo un gran favor al marxismo y al socialismo al haber dicho eso. Sin embargo, las correcciones y enmiendas se corrigen por sí solas no necesitando de la izquierda ni del comunismo para superar escollos sociales, como ellos han pretendido.

Al igual que Sorman, no conozco a un solo neoliberal. Y suscribo su punto de vista al señalar que, a diferencia del marxismo y del fascismo, el liberalismo no constituye una dogmática, tampoco una ideología hermética y menos que sea «una ideología cerrada y autosuficiente con respuestas prefabricadas para todos los problemas sociales, sino una doctrina que, a partir de una suma relativamente reducida y clara de principios básicos estructurados en torno a la defensa de la libertad política y de la libertad económica -es decir, de la democracia y del mercado libre- admite en su seno gran variedad de tendencias y matices».

Eso es lo que nuestra América y España en general necesitan, para predestinar mejores tiempos y auras benéficas con igualdades para todos.

Nunca necesitamos guerrillas piojosas y engreídas desde la tropical barba de Fidel Castro y sus secuaces estalinistas. Ese latrocinio  tardará en salir de nuestras costillas más de lo que nos imaginamos, pues sus efectos colaterales pasan por la tubería del presente y su castrocomunismo.

Y bien, tampoco se trata de adoctrinar a nadie, como hacen las izquierdas con sus perversos manuales destructivos. Que bien que ya en Estados Unidos, en la Florida, el gobernador Ron Di Santis impulsa un programa educativo para los niños en las escuelas, en donde para aprobar nuevos cursos deberán estudiar clases en las que sepan lo dañino que ha sido el comunismo para la humanidad, en los países en los que se ha impuesto.

Ojalá que el señor Sorman nos visite y se reúna con jóvenes sobre todo, y les enseñe sus lecciones para el bien vivir. Ojalá también que aquellos utópicos, aquellos promotores del fracasado comunismo, aquellos izquierdistas de caviar y otros de medio pelo quienes  desenfundan  metodologías universitarias, que arrastran a muchos inocentes al camino del resentimiento social, de la lucha de clases, del estatismo y del folklórico socialismo tercermundista, al menos, se asomen a escucharlo. Yo me ofrecería, voluntariamente, a cargarle los cuadernos.


El autor es poeta y periodista nicaragüense exiliado en Estados Unidos. Columnista Internacional.