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Leyendas políticas republicanas

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Una leyenda “es un relato que cuenta hechos humanos o sobrenaturales, que se transmite de generación en generación de manera oral o escrita dentro de una familia, clan o pueblo” y en sentido amplio los hemos tenido, incluso en lo religioso con José Gregorio Hernández y en la poesía Andrés Eloy Blanco, pero en sentido restringido, puntualmente en lo político, Simón Bolívar, visto a sí mismo como el tercer majadero de la historia después de Jesucristo y el Quijote y de su hombría de bien, le confesó al coronel Perú De Lacroix su leyenda: “Porque yo no he sido el único autor de la revolución y porque durante la crisis revolucionaria y la larga contienda entre las tropas españolas y las patriotas no hubiera dejado de aparecer algún caudillo, si yo no me hubiera presentado y la atmósfera de mi fortuna no hubiese impedido el acrecentamiento de otros, manteniéndoles siempre en una esfera inferior a la mía. Dejemos a los supersticiosos creer que la providencia es la que me ha enviado o destinado para redimir a Colombia y que me tenia reservado para esto, las circunstancias, mi genio, mi carácter, mis pasiones, fue lo que me puso en el camino, mi ambición, mi constancia y la fugacidad de mi imaginación me hicieron seguir y me he mantenido en él». (Diario de Bucaramanga, 1828)

José Antonio Páez será el otro legendario de la historia republicana de Venezuela, no sólo desde su accidentado encuentro con unos asaltantes que lo llevan a internarse en el llano, sino de posteriores estudios científicos de su personalidad que a juicio del historiador larense Hermann Garmendia “en el inconsciente de Páez fermentaba atávico por la montonera: necesidad biológica de actividad tumultuosa, hombre que libera sus instintos agresivos empujado tiránicamente por los cromosomas inherentes a la rama filogenética”… Esa personalidad le será reconocida en su liderazgo militar y político que aprovecharán los conspiradores del separatismo de la Gran Colombia ya del conocimiento del Libertador que muere con él en 1830, renaciendo la República de Venezuela, que había nacido el 5 de julio de 1811. A partir de entonces y hasta su muerte, Páez integra junto a Bolívar, los hombres de mayor influencia política en la Venezuela del siglo XIX.

Juan Vicente Gomez, por 27 años (1908-1935) regirá los destinos del país como su propia hacienda, con la característica de irrumpir en su administración, la explotación petrolera de profundo impacto en el desarrollo industrial del mundo. Con Gómez en el poder, el siglo XX venezolano llegó precisamente a su muerte en 1935. Había nacido como Bolívar un 24 de julio y como este, moriría un 17 de diciembre. Hay más de un centenar de estudios biográficos, militares, políticos, económicos, cuentos, novelas sobre su existencia considerada como “un fenómeno telúrico” que le hace legendario inequívocamente.

Rómulo Betancourt cierra el siglo XX, liderando la instauración del sistema democrático con una poderosa organización política y un proyecto de nación en el marco de una Constitución que blindara su Estado de Derecho. En ese propósito Betancourt se enfrentó con éxito a golpes militares de derecha y de izquierda, incluyendo un atentado contra su vida, estimulados desde la Cuba comunista de los hermanos Fidel y Raúl Castro. Al final, Betancourt fue respetado y la historiografía que le ha estudiado reconociéndole junto a su gran adversario Juan Vicente Gómez copa el siglo XX.

El siglo XXI tiene en el militar Hugo Chávez Frías un personaje de leyenda, al enmarcar su personalidad en las figuras de Bolívar, a quien reservaba una silla para que su espíritu observara sus decretos gubernamentales. Mediante una asonada fracasada, reconocida con la frase “Por ahora”, a su entender, por el deterioro de la democracia que después le haría presidente, buscó el poder de manera absoluta, convencido de poseer inspiración sobrenatural, construyendo su leyenda y sus respectivos ritos, con la pretensión de liderar América, sobre la idea de un “socialismo del siglo XXI”, todo lo cual no lograría alcanzar por su inesperado fallecimiento y una sucesión equivocada.

María Corina, sin apellido como la llama el pueblo, ha retado toda una frustración nacional, incluyendo un insepulto liderazgo a pesar de su inhabilitación, una paliza siendo diputada a la Asamblea Nacional, persecuciones, detenciones arbitrarias a sus dirigentes, cierre de restaurantes y hoteles donde haya pernoctado, alcabalas que impidan su paso, todo lo que ha sabido burlar apareciendo donde la esperan, igual que en tiempos anteriores lo hicieron los señalados predecesores legendarios y ahora, falta mucho por ver.

Jorge Ramos Guerra

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