Actualmente he observado que en los grupos de WhatsApp y en las distintas redes sociales predomina el sentimiento de odio, rencor, difamación, frustración, rivalidad, pugna, manipulación, egocentrismo, rencilla; en resumen, una tendencia bastante negativa, con lo que indudablemente, es difícil reconstruir el país.
En tal sentido, desde Unidad Visión Venezuela exhortamos a todos los líderes del país, a promover una visión más positiva de la sociedad, de progreso, de una unidad superior, que nos permita trascender esta tragedia pasmada que no vislumbra aun una salida concertada, y como decía Tertuliano: «dejan de odiar los que dejan de ignorar».
Hay que cerrar ese ciclo de venerar el culto a personajes que ya no están entre nosotros, llámese Hugo Chávez, Carlos Andrés Pérez, Rafael Caldera, Marcos Pérez Jiménez o cualquier otro. A los muertos hay que dejarlos descansar en paz y en manos de la Justicia Divina, para que los vivos podamos progresar. Aprovechemos este momento para aportar con nuestra inteligencia la restauración del país. Hagamos nosotros en colectivo la historia, y desapeguémonos de la pasión por los mesías y caudillos.
Hagamos que la historia futura no hable más de un individuo, sino que hable de una sociedad, de un colectivo, de un pueblo como protagonista de la construcción de un mundo desarrollado.
El Libertador Simón Bolívar está muerto, y sus ideales los estamos enterrando, Chávez falleció y el mismo chavismo está matando ese legado del que tanto hablan. Los viejos líderes -adecos y copeyanos- también murieron y el madurismo es un desastre. No podemos seguir viviendo del pasado, quedarnos estancados peleando por fantasmas, creyendo que un mesías nos va a solucionar nuestros problemas, mientras estamos perdiendo el país. Mike Pompeo puede decir misa, pero Maduro sigue en Miraflores, mientras la población venezolana sigue sumergida en la crisis.
Todos somos responsables de una u otra manera del país que tenemos, y para colmo, dicen los entendidos que es el país que nos merecemos. Desde Unidad Visión Venezuela seguiremos hablándole claro a nuestro pueblo, siendo coherente entre lo que decimos y lo que hacemos.
Es posible apostar con el corazón en la mano por una sociedad comprometida, civilizada y avanzada. Debemos enfocarnos en construir un país para todos, demostrar ante el mundo que podemos seguir siendo el faro en las tinieblas para América Latina.
Como lo dijo el profesor Juan Manuel Trak (@juanchotrak): “Liderará el que genere confianza, al día de hoy nadie tiene la suficiente confianza de la gente. Unos tienen poco y otros muy poco. Y en estos días parece que el objetivo es que todos tengan cero (0)”.
Que si gana Capriles, gana Guaidó o cualquier otro, ¡no!, lamentablemente los únicos que ganan en medio de esta pelea estéril son Nicolás Maduro y su gente, quienes continúan dilapidando la riqueza que sostendrá a las futuras generaciones.
Les llegó la hora de enmendar los errores y malas praxis a quienes se hacen llamar líderes opositores; estos rostros mediáticos que protagonizan una saga dantesca, cuyo único drama ha sido una lucha muy larga con pocas victorias; por el bien nacional, tienen la obligación y el deber de llegar a un acuerdo o retirarse de la arenga política.
Además, por muy impopular que pueda ser decirlo, la realidad es que ninguna elección puede a estas alturas «legitimar» a Nicolás. Lo que sí puede hacer es dejarlo en el poder como está ahora. También puede borrarnos del mapa, aunque seamos mayoría, si lo dejamos jugando solo.
La política de la artimaña es una práctica inútil. Es hora de volver a la política de estrategias para conquistar al pueblo con acciones y resultados. Porque se está trancando el juego, y quien sufre es la gente, no Maduro y su combo, ni Guaidó y su entorno.
Hay un deslave indetenible en el chavismo; no en la nomenclatura, sino en sus bases de apoyo. El discurso desde arriba ya no les dice nada. Lo lamentable es que nadie les habla desde esta acera. Huérfanos deambulando en un país en descomposición, y no solo no les hablan, sino que elaboran un discurso para agredirlos y perseguirlos.
En resumen, una “dirección política” que no ha sido capaz de hablarse honestamente a sí misma, difícilmente podrá conquistar a los demás; como dice el dicho: “o corren o se encaraman”.
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