Uno de los fantasmas que suelen acompañar a las tiranías es el de la insurrección popular, las masas compactas y desbordadas que se hacen del gobierno en unos cuantos días épicos Digamos que a la manera de la toma de la Bastilla, para abrir las puertas grandes de la modernidad, o la del Palacio de Invierno, para la obertura de la fallida aventura comunista, que conmovió más de medio siglo de la historia contemporánea, una inmensa geografía y tuvo efectos secundarios incalculables. Pero innúmeras experiencias demuestran crecientemente que, sea porque el tirano aprendió la lección y descubrió la respuesta adecuada, sea porque el pueblo de los tiempos del cambio climático, el neoliberalismo y la inteligencia artificial es demasiado individualista y alienado como para llenar las calles de heroísmo. Pero lo reiterativo del fracaso de los que intentan cortarle la cabeza al Luis XVI de la hora fracasan de la manera más estrepitosa. Y yo me atrevo a simplificar el asunto muy simplistamente: contra las armas que matan del tirano no pueden las piedras y los gritos de la ira del pueblo, ello solo sucede en situaciones singularísimas.
Los ejemplos son muchos y en los puntos más equidistantes del globo: Nicaragua, Hong-Kong, Chile, París, parte de la primavera árabe. Aquí, claro, no se incluye aquellas revueltas populares que contaron con el apoyo decisivo de las fuerzas armadas (derrocamientos de Pérez Jiménez o Pinochet).
Si además las invasiones externas para reordenar el país descarrilado son también cada vez más alejadas de los proyectos de las potencias capaces de hacerlo simplemente porque también se ha demostrado que no hay enemigo pequeño y que veinte años de occidentalización, los ejércitos más poderosos y grandes cantidades de millones dólares no pudieron doblegar a los talibanes, harapientos y mal equipados, y los americanos y socios tuvieron que escenificar la más vergonzosa fuga y entregarles el país para entronizar el atraso, la represión y la miseria creo que es un ejemplo que debe ser muy duradero de los costos de esas experiencias neocoloniales.
Parece mentira, pero gente entrenada políticamente llegó a pensar que la solución de este país era una invasión exterior, en cambote, fundamentalmente gringa, hasta que estos invasores se cansaron de repetirles que ni les pasaba por la cabeza y hasta se rieron de la insistencia.
Queda en estas formas de recuperar la paz y la libertad el golpe de Estado. El general fulano y sus amigotes que deciden salir de los enquistados en el poder, supongamos que no para ponerse ellos, cosa frecuente, sino para abrir la democracia como Larrazábal. En abstracto sí queda esa posibilidad. Pero en esta patria como en pocos lugares donde reina el despotismo los que poseen las armas se han mostrado más controlados, serviles y compactos ante el poder. Al menos hasta ahora, de manera tal que nadie anda ni siquiera poniendo a correr rumores al respecto. Y no es un inconveniente menor el que las dictaduras actuales suelen disfrazarse de democracias populistas y cumplen con algunos rituales vacíos para lograrlo, lo que suma el engaño a la violencia.
Creo que a estas alturas lo dicho son para los venezolanos verdades de Perogrullo, suficientemente vividas y sufridas, verdaderos lugares comunes. Pero no es ocioso recordar que en algo de eso creíamos. Tan solo quería dejar registro para que recordemos la hondura de nuestro drama que nos condena a jugar a la democracia con los que son su antítesis. Es triste, humillante y seguramente extremadamente difícil de llegar a buen término por ese sendero en un tiempo razonable.
Y sin embargo, diría el Sísifo camusiano, hay que continuar, por decencia, por honor, hasta por imaginar la esperanza.