Lee de Ellen Kuras es una mirada profunda y emocionante a la vida y legado de la fotógrafa Lee Miller. Pero además es una exploración, cuidadosa y sensible, al legado de una mujer que no solo humanizó la crónica fotográfica bélica de una manera que todavía sorprende. También, su espíritu, valor y pasión por narrar las pequeñas historias en medio del campo de batalla.
A Lee Miller se le conoce por dos hechos puntuales en su vida. Por un lado, haber formado parte de una generación de fotógrafas que cambió el documentalismo, a fuerza de mezclar la imagen inmediata con un trasfondo artístico elaborado. Al otro, por tomarse un autorretrato dentro de la tina de baño de Adolf Hitler, el mismo día en que el genocida se suicidó de un disparo. Cualquiera de los dos extremos, serían más que suficientes para explorar en la personalidad de la fotógrafa desde puntos de vista interesantes. Pero la directora, Ellen Kuras, toma lo que parecen elementos de una vida escandalosa para narrar más.
Por lo que Lee (2024), el biopic protagonizado por Kate Winslet como la fotógrafa titular, es una combinación de emoción, realismo histórico y un trasfondo sensible que rinde homenaje al legado de una mujer complicada de comprender. Mucho más, de una capaz de tomar las decisiones más duras, en medio de una época de transformaciones. Para la ocasión, la directora reflexiona sobre el poder de la imagen fotográfica a partir de un acercamiento al hecho de su perdurabilidad. ¿Quiénes son los testigos de los grandes hechos de la humanidad? Sin duda, Lee es una y no es casual, que sea una especialmente firme y fuerte.
Cuando la cinta comienza, Lee todavía es una mujer adinerada y acomodada, que disfruta de las glorias de haber sido una modelo reconocida y deseada. Corren los primeros años de la convulsa década de 1940 y por entonces, Lee vive una opulenta con su amante Roland Penrose (Alexander Skarsgård). Pero la cinta tiene la intuición suficiente, como para no caer en clichés — la del espíritu combativo que encuentra su verdadero lugar — y en lugar de eso, profundiza en Lee como una mujer compleja y llena de preguntas. Winslet, experta en personajes semejantes, dota a la fotógrafa de una profunda humanidad. Pero a la vez, de la noción y búsqueda de un propósito más allá que el solo hecho de capturar el mundo a través de la cámara. Lo que logra al adentrarse en la Alemania nazi diezmada por la guerra.
El amor, el deber y el poder de la fotografía
Por supuesto, la película está interesada en la Lee, fotógrafa, autora de varias de las imágenes más emblemáticas de la Segunda Guerra Mundial. Pero a la vez, no olvida a la mujer fascinante, capaz de atravesar Europa, aun a costa de su vida y mucho más, en medio de una situación cada vez más precaria. Lee es una mirada integral al hecho de la guerra como un fenómeno que se extendió por el mundo durante el siglo XX como una oleada de destrucción imparable. Al mismo tiempo, analiza la posibilidad que ese enfrentamiento entre el mal humano y la conciencia de la necesidad de la guerra para frenarlo, brinda a la película un peculiar contexto moral para sus personajes.
Por lo que durante buena parte de la película, Lee Miller debe luchar tanto contra sus propios prejuicios como contra la idea de su propósito a futuro. La fotógrafa está convencida que la Guerra necesita contarse — una idea que comparte con el fotógrafo británico Antony Penrose, interpretado por Josh O’Connor — pero que, además, debe hacerse con justicia y bajo la percepción de un profundo respeto hacia la condición humana. Parte del éxito de Lee como biopic, se encuentra en la capacidad de la cinta para narrar el lado humano de un oficio, que en las condiciones de una guerra sangrienta, pudo retratarse como una idea de un oficio peligroso y sensacionalista.
Pero Lee dedica tiempo, interés y generosidad, a mostrar a su personaje como un ser humano falible. También, una mujer talentosa que arriesga su vida por ideales. La directora logra que la dualidad entre el reconocimiento — Lee es una exmodelo y conoce la adoración pública — no sea jamás el fin o el sentido de las acciones de su protagonista. Paso a paso, la cinta reconstruye una vida extraordinaria desde lo ordinario. Pero a la vez, desde el carácter, firmeza y poder de la intención de Lee Miller de llevar la verdad allí a donde fuera.
De la cinta a un legado para la historia
Lee Miller pasó su vida obsesionada con la imagen como una forma de expresión. También, comprendió el valor del concepto subjetivo como parte del discurso visual y meditó — a través de imágenes impactantes y la mayoría de las veces desconcertantes — sobre las implicaciones del lenguaje creativo como una expresión personal. Entre ambas cosas, Miller encontró un estilo propio y una identidad muy específica que la convirtieron en todo una rareza en el mundo fotográfico de su época.
Con una inusual inteligencia visual, Lee compagina las inquietudes del personaje sobre el recién nacido surrealismo con una perspectiva mucho más comercial de la fotografía. En la cinta, el trabajo de la fotógrafa es reflejo de esa visión mutable y profundamente íntima sobre la expresión de la imagen. Una rara combinación de talento y buen tino para la construcción de un punto de vista artístico que logró conjugar en un concepto que aún sorprende por su originalidad y frescura. Un elemento que Lee refleja en toda su belleza y profundidad.