La carrera de Todasana no transcurrió según lo previsto. Venía de correr el maratón de CAF el 17 de marzo de 2024 y los 42 kilómetros pasaron factura porque la realidad era que no estaba totalmente recuperado para los 26 kilómetros que me deparaba las tierras de La Guaira. Tenía, sin embargo, muchas ganas de correr la carrera, a pesar de lo cercano. Todasana se presentaba no sólo como un reto. Era un paseo por una ruta en la que se entremezclan arena, río y montaña, así como el recorrido por diversos caseríos de la región.
Lo cierto es que llegó el día 13 de abril y allí estaba listo para hacer el recorrido. Me encontraba confiado. Que eran 26 kilómetros después de 42. Podía con todo. Me sentía al tope de mi forma física en muchos años. Craso error. Los primeros 19 kilómetros los corrí con relativa sencillez, disfrutando de los parajes y a un ritmo sabroso. Hasta que llegue al puesto de agua del bendito kilómetro 19. Después de tomar mucha agua, muchísima, tuve que recostarme a un lado de la ruta. Gracias a un par de corredores que me dieron unos geles me reincorporé. Pero nada sería igual.
Intenté mantener el paso anterior, pero fue imposible. Y a la altura del kilómetro 21 un calambre en la pierna derecha hizo de las suyas. Pero faltaban solo 5 kilómetros. El orgullo hizo de las suyas. Terminé la carrera prácticamente caminando. Siempre he pensado que lo importante es cruzar la meta. Que en el running y en el deporte en general priva un tema místico, de principios, entrega y valores.
Logré obtener mi medalla, ¿pero a qué costo? A casi dos semanas de la carrera, durante todos estos días, he venido revisando qué salió mal y por qué la carrera no salió según lo planeado. Y con el corazón en la mano debo reconocer que sí cometí errores, algunos de ellos que pude evitar, y otros que fueron novatadas que no debieran volver a suceder.
Quisiera compartir con ustedes algunos de mis fallos, y también, por qué no, extrapolarlo al mundo gerencial, si es que ello fuera posible. Al final soy un firme creyente de que el running y la administración de una empresa tienen más puntos en común de lo que se pudiera imaginar. Y de hecho, no es casual que tantos capitanes de industria también hayan adoptado la disciplina del correr como parte de sus vidas.
Pero volvamos al tema de los errores. Lo primero y principal fue subestimar la modalidad de la carrera. El trail running, la carrera de montaña, no es igual que una carrera de asfalto. Mucho menos si tiene un desnivel de 600 metros como el que enfrenté. Si bien después del maratón seguí corriendo, no lo hice en terreno de montaña (y Caracas tiene espacios amplios para ello, desde el cortafuegos del Ávila hasta las colinas de la zona del Volcán). No correr en montaña me impidió readaptar a este tipo de terreno. Lo mismo va con la temperatura. Ni por chiste correr en La Guaira se asemeja a correr en Caracas. De alguna manera debí haber entrenado en temperaturas más altas.
En cuanto al tema de la indumentaria, también tengo algunos comentarios. Primero, que los zapatos de trail que usé no los había puesto realmente a prueba en carreras de montaña (debí haberlo hecho) y además, y estoy fue tal vez lo más doloroso, no manejé bien la variable de la arena y los zapatos mojados. Se me hizo muy cuesta arriba prever esta variable, sobre todo la de la arena (con el calor, los zapatos se secaban muy rápido). El roce con los pies fue extremadamente incómodo, incluso doloroso. Así, debí haber anticipado que este tema iba a influir en mi zancada y desplazamiento. Otro error. Puede haber documentado mejor la ruta, ver videos, explorar la ruta e incluso preguntar a alguno de los corredores que previamente hubieran hecho la ruta.
Hablaré ahora de la alimentación e hidratación, mi guinda final de desaciertos. Usualmente antes de este tipo de carreras como mucha pasta por ser un alimento rico en hidratos de carbono (¡qué viva el glucógeno!), cosa que no hice. Comí un par de cachitos en la noche, que fue lo que conseguí en una panadería de Macuto. Llegué muy tarde a Todasana y eso también afectó mi descanso. Para remate, me tomé un Gatorade de mandarina antes de la carrera en la noche, y lo hice a sabiendas de que esto no es recomendable antes de la carrera, porque este tipo de bebidas son restaurativas de electrolitos y sales minerales, y debe estar acompañada de otros mecanismos de hidratación. Consumirlo en las circunstancias que describo, pudo haber contribuido a mi posible deshidratación.
Lo mismo me pasó con el desayuno. Antes de las carreras suelo tomar avena con agua (si a Eliud Kipchoge le funciona, ¿por qué no a mí?). Tampoco lo hice. Tuve que comer una ensalada de frutas y una manzana. Más adelante, durante la carrera empleé por primera vez un CamelBak que estaba estrenando, lo cual me jugó una mala pasada, porque me alteró los ritmos de hidratación. Usé también compotas por sugerencia de mi entrenador (que estaban buenas pero pudieron haberme afectado en mi desempeño), también por primera vez. Metí un par de Snickers pero no llegué a comerlos. En resumen, alteré mi ingesta e hidratación en la carrera sin haberlo puesto a prueba previamente. Quienes están en el mundo del running saben que hay una regla casi sagrada en este mundillo: no utilices ni pruebes cosas nuevas el día de la carrera. Y yo, rompí el mandamiento.
Dicho todo esto, obtuve mi medalla. Pero no dejo de pensar qué lecciones puedo tener para otras áreas de mi vida. Así las cosas, ¿qué lecciones me deja mi carrera de Todasana que, estimo, pueden ser de utilidad para otros espacios de nuestras vidas.
(i) Conocimiento del entorno y adaptación: como me pasó en Todasana, es vital comprender el entorno en el que opera una empresa, al igual que una carrera. Subestimé el terreno, de la misma forma que los gerentes pueden subestimar un mercado, y eso puede conducir a errores costosos. Debemos estar al tanto de los cambios de nuestro entorno.
(ii) Preparación y entrenamiento: ambos elementos son cruciales tanto en el running como en los negocios. Quien lidera debe invertir tiempo y recursos en el desarrollo de habilidades y conocimientos para enfrentar desafíos. Se deben probar estrategias y tácticas antes de implementarlas a gran escala para evitar errores costosos.
(iii) Gestión de riesgos: tenemos que ser capaces de identificar y mitigar riesgos. Su evaluación cuidadosa y la elaboración de planes de contingencia puede ayudar a minimizar el impacto de situaciones imprevistas. ¿Qué hubiera pasado si yo hubiese manejado de forma más cuidadosa mis riesgos en Todasana?
(iv) No probar cosas nuevas en momentos críticos: aunque sujeto a debate, y lo dije anteriormente, sugiero que no realicemos cambios importantes a última hora como base de nuestra estrategia porque la improvisación trae usualmente malas consecuencias. Las decisiones deben venir acompañadas de un análisis y preparación adecuados, especialmente en situaciones de alta presión.
(v) Enfoque en resultados a largo plazo: al final logré mi cometido, a pesar de los contratiempos. Este sentido de perseverancia, al final, representa un valor en el mundo empresarial. Los obstáculos y desafíos forman parte de nuestro día a día y son inevitables. Debemos enfocarnos en lo que realmente queremos y no desistir.
El relato de mi experiencia en Todasana probablemente tenga mucha tela que cortar. Y estoy seguro que tiene aún muchos más aprendizajes que compartir. Me queda un buen sabor de boca. De un desafío personal extraje lecciones que puedo compartir con mis lectores para sus propias vidas. Y si ello no es suficiente, anímense a correr la próxima edición de la carrera, y con gusto les daré mayores detalles para que tengan una experiencia mucho más sencilla que la que me tocó enfrentar. Nos vemos en la montaña.
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