En estos momentos, cuando el país nacional llora la muerte de los militares venezolanos en Apure, a la vez que se angustia por la suerte de los 8 detenidos por las fuerzas irregulares, es momento de estudiar la situación presentada hace una semana durante el conflicto entre el Estado de Israel y el gobierno de Hamás en Gaza que combatieron ferozmente una guerra de nuevo cuño, propia del siglo XXI y que por sus innovaciones tecnológicas e impacto económico y social debe ser motivo de reflexión para la FANB.
Recordemos que la eficiencia militar de una nación está profundamente ligada a su eficiencia económica e institucional, como lo señala la pareja de futurólogos estadounidenses Alvin y Heidi Toffler, que como producto de la revolución de las tecnologías del conocimiento expresó que:
«E! razonamiento geoeconómico resulta inadecuado por dos razones aún más fundamentales: es demasiado simple y está anticuado. Simple porque trata de explicar el poder mundial sólo en términos de dos factores, el económico y el militar; anticuado, porque desdeña el creciente papel de los conocimientos (ciencia, tecnología, cultura, religión,…) que constituyen hoy en día el meollo de los recursos de toda economía avanzada así como de la eficacia militar». «La humanidad no está penetrando en la era de la geoeconomía sino en la de la geoinformación»
Para adecuar al lector en este articulo, es importante hacer de su conocimiento que estos pensadores dividen a la civilizaciones en tres etapas de desarrollo, conocidas como “olas” donde países de una misma región o época, pueden estar en diferentes olas civilizatorias y por ello, se producen relaciones de dominio por parte de aquellos que están en una ola superior a la de su rival militar, como se plantea en el texto a continuación:
“Para analizar las características de cada una de las formas de hacer la guerra en las distintas civilizaciones hay que tener en cuenta la tesis de los Toifier según la cual: «A lo largo de la historia, el modo en que los varones y las mujeres hacen la guerra ha constituido un reflejo del modo en que trabajan». En el método de crear riqueza de la primera ola, caracterizada por la revolución agrícola, el hombre trabaja la tierra con útiles y aperos de labranza manuales y rudimentarios, el desarrollo de su trabajo manual lo realiza mediante la fuerza bruta, la producción es baja y la necesidad de mano de obra esencial. Consecuentemente los ejércitos de la primera ola emplean armas desiguales y primitivas, el combate es cuerpo a cuerpo, la capacidad de destrucción muy limitada y la necesidad de hombres para garantizar el éxito en la lucha es asimismo decisiva. En resumen, se puede decir que las guerras de la primera ola se corresponden fielmente con las sociedades agrarias que las originaron. El método de crear riqueza de la segunda ola se caracteriza por la producción en serie, por las grandes masas de obreros, la estandarización, o la división en el trabajo. Todo ello en plena correspondencia con la actividad militar de la destrucción en masa, la movilización y el reclutamiento, la uniformidad, o con las especialidades militares. No cabe duda que con la civilización de la segunda ola, la guerra alcanzó su máximo potencial destructivo y su carácter absoluto al afectar a toda la nación, «descubriendo e/terrible potencial destructivo de la industrialización de la muerte». Las guerras de la tercera ola reflejan y reflejarán, como no podía suceder de otra manera, su propia civilización. El método de crear riqueza de esa civilización se caracteriza por los siguientes factores: el conocimiento como factor esencial en la producción; la desmasificación de la producción en serie; la necesidad de mayor cualificación para acceder a los puestos de trabajo, lo que imposibilita el intercambio laboral; la innovación continua para poder competir; el tamaño reducido y diferenciado de los equipos laborales; la desaparición de la uniformidad burocrática; la aparición de nuevas formas de dirección y de «integración sistémica»; la integración mediante redes electrónicas; y por último la gran velocidad y aceleración en todo tipo de transacciones. En esta nueva forma bélica, el conocimiento es el recurso crucial de la capacidad de destrucción; la iniciativa, la información, la preparación y la motivación en los soldados es más importante que su puro número; los daños serán selectivos disminuyendo los colaterales; las armas inteligentes van a requerir soldados inteligentes; los nuevos sistemas bélicos necesitan menos dotación de personal y disponen de mucha más potencia de fuego; la gran complejidad militar necesita de la integración de sistemas; la infra estructura es cada vez más profunda y extensa; y por último, las operaciones se llevarán a cabo con extraordinaria velocidad y aceleración. ”
Estos párrafos fueron escritos hace décadas y se demostraron de forma contundente en la guerra del golfo de 1990, cuando el ejército de la 2° ola de Saddam Hussein que había luchado por casi una década con la República Islámica de Irán, adquiriendo gran experiencia y teniendo lo mejor del arsenal soviético de la época, fue destruido rápidamente por las tropas occidentales por ser un ejército de la 3° ola.
El día de hoy, cuando se habla tanto en las esferas oficiales sobre la utilización de 4 millones de milicianos y más de 60.000 unidades de defensa popular ya organizadas, es importante recordar que otras sociedades como Suiza, Finlandia o Israel también están organizadas sobre las bases de ejércitos de conscriptos y reservistas, pero tienen el detalle de contar con una población con altos niveles educativos y gobiernos que disponen de recursos financieros que corresponden a sociedades desarrolladas económicamente, por lo cual se puede presumir que sus milicias y cuerpos de defensa civil disponen de equipos, adiestramiento y niveles de apresto operacional elevados, que son difíciles de sostener en un país con la crisis económica de Venezuela, independientemente del nivel de patriotismo que tengan los integrantes de los cuerpos en cuestión.
El mismo ejército de Estados Unidos se enfrentó a dicho dilema después del desastre de la guerra de Vietnam y fue el general D. Money inspeccionando los restos blindados del ejército egipcio en la península del Sinai, después de la guerra de Yom Kippur (1973), donde Israel logró derrotar a sus enemigos árabes muy superiores en armas y hombres, quien tuvo la revelación de plantear un cambio total en la forma de plantearse las guerras del futuro, enfocándose en desafíos aun no existentes y desarrollando las tecnologías para superar estas problemáticas, de la misma forma como se creó DARPA y la NASA para superar la ventaja tecnológica soviética durante la carrera espacial (1957-1969), creando TRADOC como un laboratorio de todas guerras del futuro, marcando desde entonces la pauta en la mayoría de las tecnologías militares.
La misma Federación de Rusia, desde 2008 ha creado una revolución tecno-militar y estratégica que combina todas las formas de guerra de 4° y 5° generación, como lo demostraron durante la conquista de la península de Crimea a Ucrania, así como en la destrucción del Estado Islámico (ISIS) en Siria.
Enfrentar a los experimentados grupos irregulares en la frontera requiere un cambio de paradigma político, económico y social, que se refleje en un empuje de la sociedad como un todo hacia el resto de las instituciones.
En el próximo artículo se detallarán aspectos fundamentales de las lecciones que el recién terminado conflicto puede brindar a la sociedad venezolana y sus instituciones.
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