OPINIÓN

Le putain de Pétain

por Antonio Guevara Antonio Guevara

Foto AFP

Sangrante

Los hombres cuando pasan de la anonimia al estrado público se plantan frente a una encrucijada vital. Dos vías se le abren en amplitud para una decisión. Una sola ruta hasta el objetivo personal, profesional… o político. Esa decisión por seleccionar esa vía lo va a perseguir para toda la vida con una patrulla de la opinión pública. A la manera de Fuenteovejuna. El tiempo que se registra en la historia. Ese dilema en sociedades como la venezolana donde el boquecañismo y el cazagüirismo forma parte de la esencia criolla, se asume en la mayoría de las veces sin reflexión. Con el impulso de la temeridad y con el envite de la precipitación. La reflexión y la serenidad esperan y se dejan a un lado. En ese empalme están el presente y el futuro fijados en el cartel que señala ambos itinerarios. A un lado está el camino de la traición y al otro el del heroísmo. Cuando se da el primer paso, ya la suerte está echada y no hay vueltas hacia atrás como Julio César cuando cruza el Rubicón.

Profundo

Coyunturas como la que se vive en Venezuela después del 28J ponen a despejar la ruta del caño donde el caimán se planta a esperar su presa. O habilitan el mogote y el matorral de la laguna donde el cazador espera con sigilo esa especie de pato que habita en el llano, listo para el disparo preciso que atina en la pieza para satisfacer la espera y la paciencia del momento en que están alineados los aparatos de puntería.

Después de que se ha dado el primer paso frente a la confluencia vital y se ha avanzado suficiente en la jornada de la perfidia hay que asumir el rumbo hacia el frente sin mirar atrás. Referentes hay suficientes. Desde un extremo el ejemplo de Charles-Maurice de Talleyrand a la otra esquina donde está Cayo Junio Bruto o Judas Iscariote para ejemplos globales. Pero, para ubicar el modelo más tropical y caribe en Venezuela, con plantarlo con el de Antonio Fernández de León, el marqués de Casa León, es suficiente para ilustrar en un antihéroe y un pícaro de esos que medran cromosómicamente para chupar a las sociedades desde las alturas del poder y cambian de posición sin ningún pudor. Casa-León sirvió a la corona española en la época de la independencia, después a Francisco de Miranda, luego a Domingo Monteverde, a José Tomás Boves, luego a Bolívar, hasta que el general Páez se lo quita de encima y lo exilia. Todo eso sin escribir una carta y sin confesar sus pecados de las cuentas de sus traiciones. 

Cuando ya se ha transitado esa ruta de la perfidia, devolverse para esperar la ovación de la gente apelando a que la memoria de la opinión pública ya formateó el disco duro y no existen trazos oficiales de la felonía inicial, de la deslealtad original y de la infamia que sirvió de base a estos 25 años de revolución bolivariana, y a que le guinden los laureles del héroe que sale del caño con su presa como el caimán o con el güire guindando en una mano, allí hay un tema. Es un asunto de vergüenza, una cuestión de decencia y un contenido de decoro público que ha debido valorarse antes de asumir la ruta del chivo que se devuelve.

Letal

El mariscal Philippe Pétain, héroe francés de la gran guerra y traidor a la patria en la II Guerra Mundial por el colaboracionismo con la Alemania Nazi, fue enjuiciado, degradado, confiscado en todos sus bienes, sentenciado a muerte y después fue conmutado por cadena perpetua. Fue expulsado de la Academia Francesa. Murió en la cárcel. Es un ejemplo de cómo se regresa del camino del héroe al de traidor. Entre una guerra y otra Pétain pasó de ser ante los franceses el vencedor de la batalla de Verdún a le putain de Pétain (El maldito Pétain). 

La tragedia militar venezolana, esta que vivimos con Vladimir Padrino y el grupo de generales y almirantes que lo secundan desde el Estado Mayor superior y todo el sistema defensivo territorial, no empezó después del 28J. Tiene data desde los tiempos del 4F. Después de esos eventos, mientras se llegaba al 6 de diciembre de 1998, un grupo de generales y almirantes encabezados por el general Salazar le hicieron la cama cuartelera al teniente coronel Hugo Chávez desde el ejército mientras el comandante agarraba velocidad de crucero en el avión revolucionario. Desde el Ministerio de la Defensa se permitió la distensión militar en la frontera con Colombia para que la guerrilla de las FARC y el ELN permeara hacia Venezuela, los cubanos clavaran la bandera entre Castillete y Punta Playa, la isla de Aves y las cataratas de Hua; y la corrupción le clavara una estaca al corazón de los principios y los valores de las Fuerzas Armadas Nacionales. A partir de allí la institucionalidad militar venezolana como se conoció durante cuarenta años empieza a boquear en su agonía.

Este texto sangrante, profundo y letal como una estocada surge mientras comentamos en análisis y discusión con un grupo militar la sentida carta del general Hurtado. El segundo ministro de Defensa de Hugo Chávez. De esos tiempos en que en los pasillos del quinto piso en Fuerte Tiuna los reportes de los jefes de los teatros de operaciones de la frontera  encabezaban sus informes diarios con la cotidianidad de los comandantes de la guerrilla colombiana en libre tránsito hacia Venezuela,  de los internacionalistas cubanos desplegados en todo el territorio nacional y de los  dineros del Plan Bolívar 2.000 abultando las cuentas bancarias de muchos jefes de guarniciones militares por órdenes de su comandante en jefe como parte de un plan. Con ese panorama era inevitable no pensar en el coloquio digital, en la carta inoportuna de Hurtado y no extender cualquier conclusión hasta los predios franceses del mariscal Pétain –le putain Pétain– y en el chivo que mete retroceso.

Habrá un después revolucionario –nada es eterno– y habrá que activar una comisión de la verdad en la FAN para poner cada cosa en su lugar sin necesidad de cartas.