Hay un viejo y gastado cuento que narra una  escena cotidiana que le ocurre a un minusválido, terriblemente incapacitado: sin las 4 extremidades, ciego de un ojo y medio sordo, sobre una patineta con rolineras, va pidiendo limosnas en un cruce de calles, cuando es casi sepultado por una emisión de gases, humo negro y maloliente, de gasoil quemado desde un destartalado carro que traga  aceite a chorros. Ese cacharro pasa a su lado y casi lo atropella. El pobre discapacitado le grita improperios de todo tipo, cada uno de ellos más vulgar y violento que el anterior. Entonces, una encopetada señora, de esas que sudan Chanel Number 3  y son radicales de El Cafetal, le advierte que de seguir diciendo vulgaridades y palabras soeces el Señor, el Santísimo, el Altísimo, Dios mismo, lo va a castigar.  El pobre hombre se voltea hacia la emperifollada dama y mirándola con profunda rabia le escupe estas sabias palabras: “Mire, doña, ¡será que me va a quitar la patineta!”.

Tomando distancia, el personaje de este cuento pudiera muy bien ser el mismísimo Nicolás Maduro que al confirmarse la inhabilitación de María Corina, que sin lugar a dudas no es una variable sino una constante, los radicales le van a gritar al mandatario… El Señor, el Santísimo, el Altísimo, Dios mismo encarnado en Donald Trump o en Biden (dependiendo  de donde venga la amenaza   que maldice al inquilino de Miraflores) te va a castigar, te va a imponer nuevas y terribles sanciones, te aplicará medidas horripilantes que solo nombrarlas hacen temblar a los más valientes, ante lo cual, recordando al minusválido Maduro responde: ¡Será que me van a quitar la patineta!

Es un verdadero fact que la situación bélica casi planetaria que sacude al mundo petrolero, cuyo inicio es conocido pero su final no (toda guerra es una incertidumbre) obliga a Estados Unidos a asegurar su suministro petrolero. La principal proteína de la producción de bienes  y servicios. Y las negociaciones de los yankees con Maduro por un lado, y con una parte de la oposición por otro, no son sino las pruebas irrefutables de la aplicación nuevamente de la teoría sobre el funcionamiento de Estados Unidos, que según vieja conseja no tiene ni amigos ni enemigos, solo socios y competidores. Así que regresar a la situación prebélica imponiendo de nuevo la mismas sanciones al gobierno del PSUV, no hay nuevas excepto que le expropien la patineta, para demostrar su solidaridad con nuestra Juana de Arco, es una quimera, una ilusión, un sueño y los sueños, sueños son. Maduro tiene ya digeridas todas esas barajitas. Yo le aconsejo a quienes apuntan a María Corina que piensen bien qué es y para qué sirve un cónsul honorario. Veamos: un cónsul honorario es aquella persona que representando a un país lleva los honores del cargo, pero sin las responsabilidades y funciones y mucho menos la autoridad. Es un simple funcionario que no está habilitado para firmar ningún documento, pero puede participar en los procesos propios de un consulado regular, excepto que no puede firmar ni comprometer. Nuestra Juanita al hacer suya la realidad que le estalla todos los días en su mera frente, es decir, que está irremediablemente inhabilitada, puede muy bien traspasar, yo lo creo posible y me parece que pocos han tenido esa fuerza desde Rómulo Betancourt hasta nuestros días, su capacidad de convocatoria y voto por un sustituto. La Gran Electora. Respaldar a un emergente. A un sobrevenido. De esa manera aumentan las probabilidades de una victoria opositora, pero eso sí; el candidato emergente no puede ser seleccionado únicamente por la voluntad de la Dama de Hierro Criolla, sino por el  máximo consenso posible. Mientras tanto, se le garantizaría su función como vicepresidenta honoraria o vicepresidenta ad hoc o vicepresidenta ad honorem. Y ya habrá tiempo futuro para su candidatura no honoraria sino efectiva. Tendría los honores y funciones de un vicepresidente ejecutivo excepto la firma.

@eduardo_semtei

 


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