Empeñado aún en lavarle la cara al testaferro Alex Saab, Maduro lo designó presidente del Centro Internacional de Inversión Productiva, aunque la misión luce imposible porque el cargo probablemente solo servirá para que ambos sigan haciendo negocios non sancto.

La figura exultante de Camilla Fabri en la Asamblea Nacional de 2020 -escenario del nombramiento de Saab el 15 de enero- pareció la menos adecuada para la promoción del trabajo del empresario colombiano, llamado por su jefe “a atraer las inversiones y a traer la fuerza económica del mundo”.

La modelo italiana -ahora provista de pasaporte diplomático por el régimen- es solicitada en su país por crímenes similares a los de su marido, presumiblemente con origen en el robo y el saqueo permanente en Venezuela.

El periodista de investigación Roberto Deniz, del portal Armando.info, ha dicho que en el cargo que Maduro le concedió a Alex Saab “se decide hasta a quién darle buques con petróleo de Pdvsa”.

Saab participó en la trama del robo permanente en Pdvsa por medio de los barcos fantasma hasta que se le acabó la fiesta cuando lo apresaron en Cabo Verde en junio de 2020. Pero a cargo del “negocio” quedó su socio colombiano Álvaro Pulido, un antiguo narcotraficante que también se hizo multimillonario a la sombra del régimen de Caracas, que continúa protegiéndolo en la sombra.

En 2015, el testaferro había demostrado la condición de sus lazos con el gobierno de Maduro  al ganar la licitación que Petróleos de Venezuela, S.A. hizo pública en agosto de ese año para desarrollar un proyecto en la Faja Petrolífera del Orinoco.

“De la nada, una pequeña empresa de transporte y comercio de petróleo de Colombia, sin experiencia relevante, venció a líderes de la industria para quedarse con el contrato de unos 4.500 millones de dólares”, dijo la agencia Reuters en un reporte especial en julio de 2016, en el que cita un documento de la compañía estatal.

Trenacoregistrada en Suiza pero manejada desde el país vecino por Saab y Pulido- “no estaba calificada, ni técnica ni económicamente”, y fueron vanos los esfuerzos de Pdvsa por convencer a sus socios extranjeros de aceptar el contrato. El acuerdo colapsó entre diciembre de 2015 y enero de 2016.

No obstante, el empresario barranquillero, que en 2011 había hecho negocios con Chávez, podía estar seguro de que sus nexos con el gobierno de Maduro -y por supuesto con Pdvsa- permanecían intactos. Por eso el empeño de lavarle la cara al testaferro y “normalizar” sus negocios con el régimen en medio de una campaña de distracción que Maduro ejecuta con desesperación y con saña.


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