La persistencia del comunismo en su afán antidemocrático está siendo corroborada con la ofensiva continental de desestabilización democrática en el continente. Lamentablemente, también se está demostrando la ceguera de los líderes democráticos en no querer ver esa estrategia continental y trabajar acorde con esa realidad.
Desde el Manifiesto comunista de Marx y Engels, pasando por el ¿Qué hacer? de Lenin y finalizando con la transformación de la lucha de clases en lucha de cooptación de la superestructura, efectuada por Gramsci y la escuela de Frankfurt, el dominante hoy en día marxismo cultural, los comunistas han sido insistentes en la necesidad del Partido Comunista como abanderado de la lucha contra el sistema democrático y en el uso de la violencia como partera de la historia.
En América Latina, la lucha del marxismo contra la democracia ha estado siempre orientada a su internacionalización, siempre los comunistas eran fieles a las directrices de Moscú y a la violencia, demostrada con el Gaitanazo en la Bogotá de 1948, la guerra de guerrillas desde fines de los cincuenta, la estrategia del narcotráfico desde los setenta y la estratagema de la “paz” en las últimas décadas. En todas esas estrategias siempre ha estado acompañado de conspicuos “compagnons de route”, que ingenua o deliberadamente ennoblecen los criminales objetivos del marxismo: desde empresarios engañados o maléficos, sindicalistas torpes, comunicadores y dueños de medios ingenuos, académicos desorientados y obispos y curas de la Teología de la Liberación, han caído en la tontería de apoyar la estrategia marxista de toma del poder, sin importar lo malévolos de los medios; una prueba muy reciente de esto es la carta de personalidades de todos esos sectores colombianos, exigiendo la rendición del Estado colombiano ante la tiranía cubana y los genocidas del ELN.
Solamente un estúpido puede negar la estrategia coordinada desde Cuba a través del Foro de Sao Paulo de desestabilización democrática en todo el continente. Desde el norte la entronización de un gobierno amigo en México, próxima vaca lechera de los cubanos; la tentativa de desestabilización de Guatemala a través de la ONU, con su comisión corrupta y tiránica de “justicia” presidida por el perverso magistrado comunista colombiano Iván Velásquez; la perpetuación de Ortega en Nicaragua; la reafirmación del poder de Maduro en Venezuela; la instauración de la dictadura del farcsantismo en Colombia; las arremetidas violentas en Ecuador y Chile; el fraude electoral en Bolivia y la restauración del degenerado kirchnerismo en Argentina, todo es una estrategia sistemática de desestabilización , utilizando la combinación de todos los medios de lucha: desde la llegada al poder por medio de elecciones, la utilización de jóvenes ingenuos en marchas pacíficas que son aprovechadas por milicianos para imponer el terror, el intento de golpe de Estado como se hizo en Ecuador, hasta la combinación de guerrilla, narcotráfico y partido legítimo, como la FARC en Colombia, todo salpicado de la intrínseca violencia comunista a todos los niveles.
¿Frente a eso qué ha hecho la democracia continental? Nada. Ni siquiera una conferencia de presidentes para enfrentar esa arremetida, mucho menos el ejercicio de la fuerza legítima del Estado contra la perniciosa violencia comunista, impensables actuaciones firmes contra los criminales de lesa humanidad, como la de Uribe contra el campamento guerrillero de las FARC en Ecuador.
Los pocos que se atreven a denunciar gallardamente esa estrategia de desestabilización comunista (Moreno, Piñera, Bolsonaro) terminan cediendo ante la arremetida violenta de las turbas comunistas; la mayoría mira los toros desde la barrera hipócritamente y en el colmo de la desidia Duque acata milimétricamente las imposiciones de Cuba a través del acuerdo Santos-Timochenko, del acuerdo de entrega del país a las FARC y se somete estoicamente a la dictadura de los carteles de la toga y la coca, que implementan la dictadura del farcsantismo a través de la dictadura de las cortes. Las pobres resistencias nicaragüense y venezolana se ven abandonadas a su suerte por la democracia mundial.
Solamente de hacerse una rectificación radical y urgente en favor de una estrategia firme de confrontación a esta escalada de desestabilización comunista continental se podrá salvar el continente de la tiranía marxista, si no, en el corto plazo, el continente estará a merced de la tiranía cubana. ¿Qué esperan los líderes demócratas latinoamericanos para enfrentar al marxismo continental?