OPINIÓN

Latinoamérica busca líderes al servicio

por Ismael Cala Ismael Cala

Si hay algo que parece no tener fin en nuestro maltratado continente son los caudillismos que se disfrazan de liderazgo, individuos que, si ningún tipo de escrúpulos se erigen como mesías de pueblos abatidos por la corrupción, el lobo vestido de abuelita que condena a nuestros países una y otra vez hacia el mismo patrón de pobreza, caos e inestabilidad social.

De sobra conocemos los tristes y lamentables casos de los tres tristes tigres latinoamericanos, pero hoy la realidad vuelve a llamar a las puertas de Perú, donde el expresidente Pedro Castillo, hoy encarcelado por dirigir un golpe de Estado, pretendía disolver el Congreso del mencionado país.

Más allá de la argumentación política, creo que es necesario que como latinoamericanos aprendamos a deconstruirnos, para analizar por qué terminamos cayendo siempre en el mismo foso. ¿Cómo construir liderazgos que sean asertivos? ¿Dónde podemos encontrar a políticos que verdaderamente se preocupen por servir las necesidades colectivas, y no a tomar ventajas del poder que se le otorga para aferrarse a un puesto?

Es una respuesta bastante compleja, donde entran muchísimas variables. Aunque cada país latinoamericano tiene sus características autóctonas, pareciera que vamos copiando los mismos malos manejos gerenciales que condenan a nuestra región a darle responsabilidades a personas que no están capacitadas para gobernar pensando en el bienestar de la población, sino en sus propias necesidades individuales y las de quienes les rodean.

En el caso peruano, es aterrador saber que en apenas cuatro años han pasado cinco personas por la silla presidencial. Cinco individuos que no supieron conectar con las necesidades de su gente, y que de manera irresponsable, han guiado a un país rico en recursos, y con una historia maravillosa como el Perú, a vivir una importante crisis política y económica.

Este tipo de situaciones me hacen pensar en lo diferente que pudiera ser la historia de nuestro continente, si desde nuestros primeros años de escolaridad se nos enseñase sobre emociones, empatía, sobre el valor de crear una comunicación franca, y así poder asentar las bases para un liderazgo consciente de las necesidades ajenas.

Por ahora, la sexta encargada en tan poco tiempo es la vicepresidenta Dina Boluarte, convirtiéndose así en la primera mujer en liderar la nación inca.

Esperemos que, por el bien de todos, la sensatez esté en la mira del futuro inmediato del liderazgo peruano.

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