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Las verdades orientadas

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Transcurrido casi un mes desde que terminase la obligatoriedad de las mascarillas en los espacios abiertos en España, sigo observando con asombro y con incredulidad que la mayoría de la gente, gente de todo estrato socioeconómico y de todas las edades, siguen portando dicho elemento, o sea, la mascarilla.

Este bozal que nos han impuesto estos social comunistas que nos gobiernan para mayor escarnio y humillación, para dejar claro que nuestra libertad finalizó justo en el momento en que  Podemos entró a formar parte del gobierno, es una muestra de que han conseguido doblegarnos, cercenando nuestras libertades más básicas.

Es verdad, pues, que a la masa se la gobierna bien, independientemente de quienes sean los miembros individuales de esta, si se sabe manejar la información. El control absoluto de ciertos medios de comunicación de este país por parte de los partidos políticos es abrumador y desolador a un tiempo.

No hay peor ciego que el que no quiere ver y, a su vez, no hay arma más potente y mortífera a la hora de manipular voluntades que la verdad orientada, la mentira disfrazada de verdad hasta el punto que, una mayoría, se trague la píldora sin rechistar.

Algunos medios de este país, afines al gobierno, entre los cuales se encuentra como estandarte el diario El País, manipulan a su antojo las informaciones, desvirtuándolas cuando lo creen necesario. No son mentiras, son medias verdades, mucho más peligrosas.

Además, cuando se trata de defender las banderas de la progresía, se ataca por todos los flancos posibles.

Recientemente, por poner algún ejemplo,   El País nos regalaba estos titulares a propósito de dos desgraciados sucesos muy similares :

Un hombre mata a su bebé al tirarse con ella por una ventana del hospital de la paz “. Noticia del 3 de febrero de 2017.

“Mujer muere en Murcia tras tirarse de un sexto piso con su hijo en brazos “.  Noticia del 29 de octubre de 2018.

En ambos casos, los sucesos tuvieron consecuencias fatales para los niños, ya que el niño de cuatro años de la citada mujer también falleció. Sin embargo, según el tratamiento de El País, el hombre “mata“, la mujer “muere “.

Por si no ha quedado claro el intento de mediatización, esta misma semana El País se hacía eco de otra noticia, redactada del siguiente modo «Dos hombres se estaban besando cuando el agresor les gritó –en España no se hacen estas cosas, maricones de mierda–, una de las víctimas intentó calmarle, pero recibió un puñetazo por respuesta».

Es una noticia cierta, extraída de agencia. Sin embargo, El País ha omitido unas declaraciones de las víctimas en las que reseñaban que, lo que más les sorprendió, fue que “tenía acento árabe y aspecto magrebí “.

Ya hemos tocado, en dos ejemplos sencillos, dos de los pilares básicos de la progresía, aquellos puntos que no se tocan y no se nombran por ir en contra de los cánones oficiales de la desinformación. En el primer caso, indudablemente, la violencia de género. En el segundo caso, el blanqueamiento de las minorías étnicas, ya estén en el país de modo legal o ilegal.

En esta línea, recientemente hemos asistido al terrible caso del asesinato del joven Samuel en la Coruña. Vaya por delante que es un crimen execrable visto desde cualquier ángulo. Desde aquí, vaya mi deseo de que sus autores se pudran en la cárcel el mayor tiempo posible. Sin embargo, desde un primer momento y contra la voluntad del propio padre del joven, ciertos medios han pretendido hacer bandera de un supuesto crimen de odio por la condición de homosexual de Samuel. No importa que los testigos afirmen que nada tuvo que ver esto en la agresión. Se sigue insistiendo en ello, politizando el asunto a pesar de que el cabecilla de la agresión está vinculado claramente a grupos de ultraizquierda.

La noticia, desgraciadamente, es que este joven murió por una agresión vacua e injustificable. El hecho que la motivó es mera especulación.

Este intento de vincular este tipo de hechos a la ultraderecha es un ejemplo más de manipulación mediática.

La información ha de ser clara, objetiva y veraz. Si no es así, no se trata de información, sino de propaganda.

Es responsabilidad de los medios no convertirse en herramientas al servicio del poder o de cualquier otra causa que no sea la de informar. Es responsabilidad de los periodistas ser notarios de la realidad, de la verdad.

Nos quieren manipulados. Nos quieren mediatizados. Nos quieren desinformados.

Nuestra desinformación es su poder. Nuestra falta de criterio, su herramienta. No se lo consintamos. Seamos serios. Seamos veraces. Seamos críticos.

Y, sobre todo, seamos  libres.

 

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