“Quien con monstruos lucha, cuide de convertirse en monstruo”
Friedrich Nietzsche
Las Piérides son personajes extraídos de la mitología griega, nueve talentosas princesas del reino de Macedonia hijas del “Rey Piero Evipe una de las Danaides, estas nueve doncellas altivas, soberbias y arrogantes se creían con un talento natural para las artes, la poesía y las bellas artes” (Hesiodo, 1919), tal era su audacia que decidieron atravesar la Tesalia y parte de Grecia, para retar a las Musas y disputar el dominio de las artes y las ciencias.
“Si sois vencidas -dijeron las Piérides- nos cederéis el Parnaso y las floridas riberas del Hipocrene; sí obtenéis la victoria os daremos los valles de Macedonia y buscaremos asilo en los montes nevados de Tracia” (Ovidio, 2000).
Aceptado el reto buscaron entre las ninfas del Parnaso a un árbitro o juez. Las Piérides, hijas de Piero, monarca de Macedonia, iniciaron un canto dedicado a Zeus y su lucha contra los Titanes; sin embargo, los versos eran largos, aburridos y faltos de estética y cordura, versos sin ritmo, sin color, sin estética. La réplica por parte de las Musas la dio Calíope, primera entre sus hermanas, en ella recaía el talento épico, el canto de las glorias y así dedicó un canto a las deidades del Olimpo, al insuflo del alma para los humanos y al poder de desaparecerlos con una mirada, luego incardinó el canto con una Oda a Deméter, diosa de la agricultura y al dolor maternal, ante el rapto perpetrado por Hades de su única hija Perséfone, hecho que dejó yerma la tierra, que causó hambruna y angustia entre los humanos, obligando a Zeus a la intervención, para que madre e hija coexistieran seis meses y Hades y su esposa Perséfone se reunieran los otros seis meses.
El canto de Calíope, fue magistral, la exultación a la divinidad fue sencillamente genial, la referencia a Deméter y las estaciones, logró despertar la sensibilidad, que sólo las hijas de Apolo, dios de las artes y el saber, eran capaces de ejecutar. El juicio pronunciado por las ninfas del Parnaso, obviamente, favoreció a las Musas. Las arrogantes Piérides reaccionaron de manera violenta contra las Musas y en tal sentido, comenzaron a ver cómo de sus cuerpos brotaban plumas negras y blancas, hasta quedar reducidas a urracas, las cuales volaron hacia los “árboles y desde las ramas mantenían el mismo comportamiento arrogante y charlatán” (Ovidio, 2000).
El mito es la primera aproximación a la episteme del hombre, es su traza en la humanidad y los griegos, dieron esos primeros pasos en la labor de darle peso al lenguaje para construir conocimiento, la triste realidad de nuestro país se resume en el triunfo forzado de los vicios, la entronización de las Piérides. Aquí las Musas se arrodillan ante el poder obsceno, los saberes le rinden culto a la ignorancia y la mentira es la lengua ululante de una hegemonía de una amoralidad sin paliativos.
Nuestro Parnaso y el pozo de Hipocrene, en donde se resguardaban las virtudes, han sido profanados, las cornucopias del escudo nacional vaciadas, por esta heredad de malhechores enquistados en el poder, es absolutamente vergonzoso e injustificable que las Academias, hayan sucumbido ante la improvisación y el caos, no frente al relato de una toma de facto, sino por la entrega voluntaria de los más elementales principios morales.
Somos un ex país, una sociedad enferma, antropológicamente dañada ´por el miedo, la indolencia y el insilio” (Aguilar, 2020) dimensiones estas que conforman el daño antropológico, adicionalmente a esta tragedia, los intereses crematísticos de quienes se hacen llamar académicos prevalecen y abonan el terreno de la falacia, la mentira y el juicio manido, deviniendo sociedad “incapaz de diferenciar el bien del mal” (Arendt, Hannah; 1998).
Como corolario, el gran triunfo, de la involución chavista subyace en el naufragio de la educación, sin haber apelado a ningún mecanismo de coerción. Sencillamente el chantaje, la connivencia y el oportunismo, le abrieron la puerta del saber a estos bárbaros, las últimas trincheras se encuentran en las cátedras libres e irredentas, que son receptoras del horror como política de Estado y del desprecio y el ostracismo, de quienes decidieron venderse al horror, coludirse con el mal, sin percatarse de que aquel “quien ve hacia el abismo es visto por este” (Llácer, 2019). De que las Piérides triunfen, pasa por la conducta ética de cada individuo, por la cobardía de quienes se siguen negando a calificar las cosas tal cual son y construir un discurso colectivo para la verdad, le ética y la ciencia, que no desmayen las Musas, que no dejen de hacer ruido los teclados y se mantenga la gallardía del docente como agente del cambio social, para construir a un hombre pensante, crítico y vinculado con la libertad y las virtudes.
Referencias
Aguilar, L. (2020). Reflexiones sobre Cuba y su futuro. Miami: Universal.
Arendt, Hannah. (1998). Los orígenes del totalitarismo. Madrid: Taurus.
Hesiodo. (1919). Teogonía. Tordesillas: Editorial Tordesillas.
Llácer, T. (2019). Nietzche, Friedrich. Barcelona: Shackleton books.
Ovidio. (2000). La Metamorfosis . Barcelona: Austral.
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