Chile acaba de darnos lección. Una muy importante y trascendental. Nos mostró con formidable claridad el enorme poder que tiene el ciudadano en su manos: el poder que les proporciona el voto. El pasado 4 de septiembre, el pueblo chileno fue convocado a las urnas de votación para expresar en un plebiscito constitucional si estaban o no de acuerdo con la nueva Constitución propuesta para reemplazar la que rige desde 1980.
A pesar de que el 25 de octubre de 2020 el pueblo chileno manifestó con su voto que quería una nueva Carta Fundamental, el proyecto presentado recientemente para su aprobación fue rechazado por una significativa mayoría de los votantes.
Para Chile, lo ocurrido tiene enormes repercusiones, e independientemente del resultado, para nosotros este hecho encierra una lección muy importante, es un gran ejemplo de lo que sucede cuando en un país los ciudadanos comprenden el poder que tienen en sus manos y la importancia de saber usarlo.
Se demostró que deben ser los ciudadanos quienes, a través del voto, decidan sobre los asuntos públicos de mayor trascendencia. Así es como funciona la participación ciudadana, única e irremplazable expresión de la voluntad de soberanía de un pueblo.
Ese es el verdadero poder popular. El poder de la gente, del ciudadano, y no el de las cúpulas partidistas, quienes, sin el voto de los ciudadanos, no tendrían razón de existir. Cualquier cambio de gobierno o aprobación de una nueva Constitución debe contar con la mayoría del voto popular, con la suma de muchos electores a favor o en contra de esa propuesta. Cuando no se hace así –cuando no ocurre así–, inexorablemente fracasará, como sucedió en Chile hace apenas unos días.
Quizás los chilenos no apoyaron el texto propuesto porque no se ajustaba a sus aspiraciones. No lo sabemos. Lo cierto es que fue el voto lo que les dio el poder a cada uno de los ciudadanos chilenos para rechazar el proyecto de la nueva Constitución. Si quienes estaban en contra de ese proyecto se hubiesen quedado en sus casas, sin ir a las urnas a expresarse, estuviesen avalando una carta política que no representaba sus anhelos por aquello de “el que calla otorga”. Cabe pensar también que muchos para quienes esa constitución era aceptable, dejaron de ir a votar, y, en consecuencia, le facilitaron con su abstención el camino a quienes querían rechazarla.
Allí vemos la importancia de ir a votar. Tomar conciencia de que somos nosotros quienes, convencidos del poder que está en nuestras manos, rechazamos o aprobamos proyectos de constitución, o, cuando sea el momento, somos nosotros los que sacamos del poder a un gobierno de autócratas que no se interesan ni trabajan por nuestro bienestar.
Lo que ocurrió en Chile nos sirve para ver con claridad la fuerza que tiene cada ciudadano venezolano que ansía un cambio político en nuestro país. Si pensamos en “¿para qué vamos a ir a votar?”, ganará la opción que menos queremos, porque dejaremos en manos de los que están desangrando al país y robándose los dineros de los venezolanos la decisión que debemos tomar nosotros. Eso es lo que pasa si decidimos no votar.
Por eso mi invitación permanente a todos los venezolanos a trabajar en la organización ciudadana en torno al voto. Creo que es vital para todos nosotros abrir el debate acerca de la importancia del voto como una herramienta, democrática y pacífica, que nos permitirá acabar con la tragedia que vivimos. Estimular el voto como bandera de lucha, como un instrumento para conquistar el poder y generar la reconstrucción que demanda Venezuela, debería ser en este momento la tarea más importante de todo ciudadano y de cada dirigente político.
Hablar con la gente con claridad también es importante. Los ciudadanos tenemos el derecho de saber cuál es la propuesta política que nos están haciendo, cuál es el plan país donde cada ciudadano se vea representado, cuál es el nuevo modelo de país que vamos a alcanzar, cuál es el sueño compartido que vamos a defender todos.
Los mensajes deben entenderse. El ciudadano tiene derecho a conocer con detalle qué es lo que su dirigencia propone. Hacia dónde va y cómo piensa lograrlo. Nadie tiene que adivinar o imaginar qué quiso decir tal o cual persona. Los que aspiren a ocupar cargos tienen que ser directos y claros en sus propuestas, sin ofertas engañosas o agendas ocultas que se convierten en un irrespeto hacia nuestra gente, alejadas del verdadero sentir popular. Con prácticas como esas solo obtendremos más fracasos que seguirán provocando más desmotivación y desesperanza en la gente. Tampoco habrá diálogo que valga, porque quienes se sientan en esa mesa no están respaldados por el sentir popular.
Dedicarle tiempo a las personas, escucharlas, recibir sus aportes y demandas, es imprescindible. Todos somos importantes y tenemos algo que aportar. Cada uno de nosotros representa un voto a favor de la causa compartida que nos permitirá alcanzar juntos el bienestar, la felicidad, la alegría y la paz. El protagonista de esta gesta libertaria es el ciudadano que expresa su voluntad mediante el voto. Es el pueblo venezolano manifestándose con fuerza y determinación por la recuperación de su destino.
De lo sucedido en Chile me queda un gran aprendizaje como venezolana y demócrata: el poder lo tenemos los ciudadanos y lo ejercemos a través del voto. Entonces la conclusión es simple: la solución es votar si realmente queremos conseguir el país que merecemos. Ese es el verdadero debate que debemos iniciar en cada casa, en cualquier lugar donde haya un ciudadano. Hablemos del voto. Organicemos nuestras fuerzas para ejercer ese poder sabiamente, y nos daremos cuenta que en Venezuela hay un pueblo valiente y que sabe ejercerlo.
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