“Todos los dictadores lucen bien… antes de los últimos 5 minutos”. Tomas Masarik (1936).
Las dictaduras no son eternas. Eso quedó claro con la caída de Bashar al-Assad. Por medio siglo una familia gobernó con mano de hierro los destinos de 23 millones de personas. Rebeliones internas, asesinatos familiares, protestas, sanciones, nada parecía derribarlos. Nada. Hasta hoy.
El general y el oftalmólogo. La dinastía Assad comenzó en los años 70’s con el general Hafez Al-Assad. Por 30 años gobernó el país dejando un saldo de 8 mil asesinatos. Su hijo Bashar Al Assad, educado en Inglaterra, sería un reformista. Sin embargo, fue más sangriento.
El carnicero de Damasco. Bashar, el oftalmólogo, comprendió rápido que para permanecer en el poder tenía que demostrar ser más duro y letal que su padre. Resultado: 6.8 millones de exiliados y casi medio millón de asesinatos. Verdaderos crímenes de lesa humanidad.
Siria era una causa perdida. La comunidad internacional había tirado la toalla ante la locura de Al-Assad. Esto dejó abierta la puerta a las tiranías de Rusia e Irán. Los recursos naturales y la infraestructura critica estaban hipotecadas.
La unión hace la fuerza. Una coalición de cristianos, kurdos, musulmanes, drusos y chiíes dejó a un lado sus diferencias políticas y religiosas para enfrentar a un enemigo común. Por 13 años lucharon en vano. Pero en el año 2024 las cosas darían un giro inesperado.
Rusia e Irán humillados. La guerra en Ucrania asfixia a Rusia y la paliza que Israel le ha dado a Hamas y Hezbollah ha puesto de rodillas a Irán. Los rebeldes aprovecharon el momento y lograron en 12 días lo que no habían podido en 13 años. Turquía también jugó un papel decisivo.
Naciones Unidas le falló al pueblo de Siria. Al igual que en el caso de las dictaduras de Cuba y Venezuela, la ONU ha fracasado. Hace unos días votaron una resolución para que Israel entregara la zona del Golán a la tiranía de Al-Assad. Afortunadamente no lo hicieron.
Las dictaduras no caen con comunicados y resoluciones contundentes. No. Se requieren acciones militares estratégicas y coordinadas para doblegar a tiranos carentes de respaldo popular y de respeto por las normas básicas del derecho internacional.
La caída de Bashar al-Assad despierta grandes esperanzas en Cuba, Nicaragua y Venezuela. Las dictaduras no son eternas. No importa su brutalidad, ni el apoyo de regímenes externos. La perseverancia, unidad y el momento oportuno pueden cambiar las cosas.
El desafío por delante. La comunidad internacional tiene que romper su pasividad y ayudar a Siria a ponerse nuevamente en pie, en democracia, seguridad y estabilidad política. No hacerlo significaría prolongar un estado fallido o abrir paso a radicales como ISIS.
Israel lo ha dicho de forma clara. Hay que apoyar a Siria a establecerse como una democracia y un país seguro, pero también hay que estar listos para responder ante cualquier nueva amenaza. De momento celebremos la caída de un tirano y la construcción de un mundo mejor.
El autor es periodista exiliado, exembajador ante la OEA y exmiembro del Cuerpo de Paz de Noruega. Es exalumno del seminario de Seguridad del National Defense University y el curso de liderazgo de Harvard y Harvardex.
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