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Las reflexiones musicales

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Por Jennifer Moya Gil

Las reflexiones musicales, desde la perspectiva de la educación intercultural, propicia la argumentación sobre constructos que se circunscriben a temáticas como la música tradicional y la educación; debates sobre la música, la interculturalidad y la educación, efectuando un paseo por la diversidad y una consideración de la música tradicional en el plano intercultural. Finalmente, en un tercer apartado, se hace especial repensamiento sobre la música tradicional como pilar fundamental en el arraigo de la identidad del pueblo venezolano, resaltando por un lado la herencia cultural y el legado ancestral y, por otro lado, abriendo caminos a una nueva concepción de la música desde una perspectiva inter y multicultural.

La música es un abstracto fenómeno interior que hace visible lo inobservable y está presente en cada pueblo, cada sociedad, y en cada individuo desde distintas perspectivas que muchos la consideran un lenguaje universal que rebasa las fronteras y distancias; otros, como un mecanismo de integración de los seres humanos en virtud de que se antepone a cualquier distinción de sexo, país, lengua, raza, credo, clases sociales o preparación académico-profesional en el mundo; la música tradicional entonces es parte activa del acervo cultural y la identidad de los pueblos, con códigos y significados, que en una carga de sentido, les otorgan un carácter peculiar y singular.

La educación musical en el ámbito mundial, según Gainza (2003), ha fluctuado por grandes períodos que se remontan al siglo XX denominado «El siglo de la iniciación musical». En el primer período se consolida la llamada época de los precursores, cuyo aporte de considerable importancia fue la creación del método de enseñanza Tonic Sol-Fa de origen inglés.

En un segundo período, conocido como el de los métodos activos, que data de la década de los años cuarenta y cincuenta, se transfiere la influencia de la corriente pedagógica de la Nueva Escuela a la enseñanza musical con la aparición icónica del precursor del movimiento corporal en la educación musical, el alemán Dalcroze.

El tercer período es el de los métodos instrumentales y en él se realzó la propuesta de los métodos Orff y Kodaly, así denominados en honor de sus precursores, que representaron los avances más significativos de la época para la enseñanza musical: el primero, con sus aportes en la didáctica de la melodía, la oralidad de la música, el abordaje corporal y lingüístico, y la producción de repertorio instrumental en textos de estudio; y el segundo, con la introducción del canto y la educación vocal.

La educación musical responde entonces a la proliferación de conocimientos artístico-musicales desde la escuela; es rol preponderante de los claustros educativos concebirla con el carácter de importancia tal y comparable con las Matemáticas, la Biología u otras ciencias. Lanzar la mirada histórica desde el origen a los nuevos paradigmas de la enseñanza musical vuelca especial interés en los afanes pedagógicos implementados, no desde la perspectiva de conservatorios de música clásica o las expresiones del canto coral, sino desde el ángulo abierto de la revelación del alma de los pueblos, la música popular y tradicional, símbolo de identidad cultural o legado de las sociedades.

El arte de enseñar música que viene de adentro no ha de ser un camino fácil; la acción pedagógica, como camino forjador de saberes musicales, ha de estar circunscrita en el especial hecho de que la música tradicional es el instrumento por excelencia que comunica el alma de los pueblos, en tanto es la reveladora de los anhelos, deseos, tristezas, penas y alegrías de sus habitantes; por ende, es más que música, es vida.

La acción pedagógica de la educación musical debe estar circunscrita, entonces, hacia la transmisión de un bagaje de contenidos programáticos y curriculares que respondan a esta necesidad de hacer música de su gente para su gente, y esto no es precisamente con miras a formar grandes musicólogos y expertos cultores tradicionales y populares desde la escuela, porque es obvio que en el mundo personas existimos que nacimos con el don para ser músicos y otros que sencillamente nacimos para amar, oír y disfrutar la música, pero en cualquiera de las instancias esto resulta posible, solo despertando ese sentido de sensibilidad, amor y pasión por lo propio, concibiendo así a la educación musical desde el cristal de una pedagogía que dirija la proa hacia el fortalecimiento de la identidad musical regional y nacional, en tanto comunique, transmita y revele, las más profundas pasiones y vivencias de los pobladores.

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