Solo como un ejercicio estrictamente teórico vamos a suponer por un momento que estamos frente a una dirección política que se autodenomina “la oposición venezolana” conformada por un grupo de partidos y dirigentes que no forman parte del gobierno de Nicolás Maduro y se presentan como alternativa frente a él. Para no contaminar el experimento deliberadamente vamos a ignorar que se trata de los mismos que directa e indirectamente han cohabitado con el régimen chavista en los últimos 20 años.
Estos venezolanos de buena voluntad, con desprendimiento y generosidad, animados únicamente por el deseo de salvar a Venezuela, nos invitan a acompañarlos en la selección de un candidato presidencial unitario que se enfrentaría a Nicolás Maduro en las elecciones de 2024. Admiten que no es fácil ganarle a Maduro, pero aseguran que el desastre de su gobierno es tal que hasta los chavistas votarían por un candidato opositor.
Una vez que estos venezolanos de bien se dan cuenta que han captado nuestra atención pero aún no han disipado nuestras dudas, pasan a explicar. La clave para ganarle al chavismo y su maquinaria de fraude está en lograr condiciones y garantías para unas elecciones justas y transparentes. Aunque nos parece recordar que eso lo hemos escuchado antes de oír nuestras objeciones nos atajan asegurando que ya se está trabajando en eso. Que de hecho ya van para casi dos años negociando con el chavismo condiciones y garantías electorales. Aceptan que no ha sido fácil porque el chavismo cada vez que puede agrega más peticiones haciendo prácticamente imposible lograr un acuerdo. Pero hay que insistir, porque la esperanza es lo último que se pierde, dicen.
Mientras el chavismo se niega a regresar a la mesa de negociaciones para darnos una sorpresa con la fecha de los comicios nosotros ya estamos trabajando convenciendo a la gente de ir a votar y preparándonos para escoger un candidato presidencial único en elecciones primarias, aseveran con gran entusiasmo. Lo mejor de todo es que si la gente sale a votar y vencemos la abstención con un candidato único es posible ganarle a Maduro, aseguran.
Sobre estas bases frágiles y endebles descansan las esperanzas de esa oposición y todos sus candidatos presidenciales. Todo depende de la ilusión metafísica de esperar que el chavismo no entre a manipular directamente la elección del candidato opositor, que además acepte condiciones que afecten sus capacidades de decidir el resultado final, y por si eso fuera poco que se abstenga de usar todo su tinglado militar, judicial y político para desconocer un eventual resultado desfavorable.
Esperar del chavismo todo o tan solo parte de eso es esperar demasiado. Es decir, suponer que el chavismo no se meterá a influir directamente en las primarias de la falsa oposición mediante sus operadores judiciales es una absoluta ingenuidad por decir lo menos. De nada valdrá que se alegue que la inhabilitación de tal o cual candidato es ilegal o que la anulación de este u otro reglamento es inconstitucional. Todo será resuelto en forma legal y constitucional de acuerdo a la legalidad y constitucionalidad chavista ejercitada por sus propios tribunales quedando para la anécdota el puro derecho al pataleo. Y esto es tan solo el comienzo.
Si asumiéramos que la oposición que hoy nos convoca a votar en las elecciones primarias actúa de buena fe entonces tendríamos que, para el beneficio de este ejercicio teórico, preguntarles cómo creen ellos que votando en esa elección y escogiendo un candidato único ayuda a sacar al chavismo del poder. ¿Cuál es el propósito de escoger un candidato para participar en un fraude electoral a sabiendas de que así será? ¿Por qué participar en unas elecciones sin garantías, condiciones, ni fecha? ¿Es que acaso se trata de escoger una candidatura simbólica como la de Rómulo Gallegos en 1941, donde lo que importa son las banderas y el mensaje? Eso sería discutible y quizás hasta aceptable, sin embargo… ¿Cuáles son esas banderas y cuál es la causa que se nos propone?
Lamentablemente, tenemos que regresar al terreno de la realidad y dejar a un lado esta experimentación teórica. La realidad es que quienes promueven las primarias de la falsa oposición tienen más de 20 años de fracasos acumulados en sus amagues para tratar de sacar al chavismo del poder y su credibilidad a estas alturas tiene un valor de cero o menos cero. La verdad meridiana es que no habrá forma de derrotar al régimen por vía electoral mientras sea el mismo chavismo quien organice la elección, cuente los votos y decida las impugnaciones.
Quien nos ofrezca la milagrosa salvación electoral lo hará por campante ignorancia o por calculada conveniencia. Pero en cualquier caso demuestra un gran desconocimiento de la grave crisis política e institucional que hoy sacude a Venezuela y menos aún entiende las vías para superarla.
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