Los candidatos para las primarias tienen, o deberían tener, un solo compromiso: Venezuela y la democracia. Ello podría parecer una obviedad, pero la ciudadanía tiene razones para la duda. Han pasado muchas cosas que impiden percibir ese compromiso. La única razón de la falta de entusiasmo y del escaso respaldo popular no es atribuible solo a las dificultades generalizadas del día a día. El desprestigio de la política y de los políticos pesa, sin duda. ¿Quiénes pueden cambiar el cuadro? Aunque parezca paradójico, los propios candidatos, especialmente ellos.
Para comenzar, tienen que demostrar que la buena política es posible, que es viable una política al servicio de los ciudadanos, inspirada en los mejores valores, honesta, que se puede confiar en ella y en sus actores. Que, además de posible, es necesaria para la expresión de la gente, para dar voz al ciudadano, para visibilizar sus necesidades, para proponer caminos. De los candidatos se espera la comprensión del mandato político y ético que asumen. No caben posturas destructivas como la negación del otro, la mezquindad, la mentira, la mordacidad, el enfrentamiento inútil. Si se aspira a reconstruir el país y recuperar la fe en la democracia, no se puede sino comenzar por construir la unidad, levantar el entusiasmo ciudadano, ofrecer propuestas con contenido, creíbles y consistentes.
De ellos se espera que su primer compromiso sea con la gente, con Venezuela, con la democracia, de alguna manera viciada por la ambición personal, los intereses mezquinos, la fatuidad, los rencores. La política, es la aspiración de la ciudadanía, debe estar ennoblecida por voluntad de servicio, generosidad, capacidad para hacer y para convocar voluntades, apoyada en información válida y veraz, en propuestas realistas y cumplibles. Ese es precisamente el sentido y el valor de las primarias: convocar a la ciudadanía a renovar su compromiso con la democracia y al fortalecimiento de lo que ella implica como derechos, como institucionalidad, como convivencia, como clima para la libertad y el crecimiento.
De cara a las primarias el papel de los candidatos es convocar a los ciudadanos, mover su participación, dar motivos para el entusiasmo y la confianza. Ellos, junto con los organizadores de las primarias y todas las voces posibles, tienen la función de transmitir que hay soluciones posibles, ahora para las elecciones mismas y, más adelante, para la reconstrucción del país. Para lograrlo el gran instrumento no es otro que la comunicación directa, cargada de verdad, tan necesaria sobre todo cuando desde el poder se hace todo para negar al ciudadano el derecho a la información. La ausencia de información o su deformación solo pueden alimentar la duda, la inacción, y conducir al fracaso.
Persuadidos del valor y de la trascendencia de las primarias se impone unir todas las fuerzas para un ejercicio de derechos marcado por obstáculos. Las dificultades para el acto mismo de ejercer el voto no son pocas, pero debe estar en el ánimo superarlas. Lo saben los 3 millones de venezolanos con derecho a voto residentes ahora fuera del país. Su fe en el futuro de Venezuela y su compromiso con ella y con la democracia inspirará el entusiasmo para movilizarse y votar en una de las 81 ciudades escogidas para hacerlo. Ellos mejor que nadie conocen la dimensión de este esfuerzo y el enorme valor y significado de un ciudadano frente a una urna de votación.
Bienvenidos quienes están haciendo posible su organización y promoviendo la respuesta de la ciudadanía, quienes han transmitido que esta elección, la de las primarias, no es cualquier elección. Es la oportunidad para un gran acuerdo, el de la Venezuela deseable y posible. La oportunidad también para recuperar la confianza, el optimismo, la visión de un país que cree, trabaja, crece, se ocupa del bienestar de los ciudadanos. Una oportunidad para entusiasmar a los ciudadanos, para lograr su compromiso.
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