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Las previsiones erradas del gobierno: razones para el optimismo

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Desde hace varios años, el Gobierno se ha equivocado en la forma de enfrentar a la oposición y anticipar escenarios. Creyó que podía repetir la experiencia de 2018, cuando, después de cierto tiempo –con paciencia y jugando al desgaste de los opositores internos y foráneos- logró sortear, aunque con numerosas dificultades, el impacto tan negativo que le produjo, especialmente en el plano internacional, las fraudulentas elecciones convocadas por la Asamblea Constituyente presidida por Diosdado Cabello.

En esa oportunidad, los sectores adversos al régimen se dividieron en torno al dilema de participar o no en esos comicios. Henry Falcón, el candidato que obtuvo el mayor apoyo de los ‘participacionistas’, no logró concitar suficiente entusiasmo entre los electores y terminó siendo derrotado con comodidad por Nicolás Maduro, quien renovó su mandato en enero de 2019. La respuesta de la oposición parlamentaria –mayoría en la Asamblea Nacional- frente a la arbitrariedad del régimen, consistió en crear el ‘Gobierno interino’ presidido por el entonces diputado Juan Guaidó, presidente de la AN. Pasada la primera etapa de euforia, el interinato se desinfló. La oposición,  parecía volver a encontrarse sin rumbo.

Sin embargo, de esa experiencia tan cuestionada por distintos bandos, quedaron algunos aprendizajes y resultados positivos. Uno de los aspectos que mostró el tránsito de Guidó por el escenario internacional fue la precaria legalidad del gobierno madurista, lo cual condujo a su desprestigio y la aplicación de un abanico de sanciones por parte de Estados Unidos y la Unión Europea. Esa tenaza obligo al régimen a sentarse a dialogar y negociar con la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), alianza creada por la oposición para encarar con mayor eficacia a Maduro.

La ronda de conversaciones se inició en Oslo y terminó, hasta ahora, con los acuerdos de Barbados. En todos los encuentros celebrados estuvo presente, además de otros asuntos cruciales, el tema de recuperar las elecciones como instrumento para legitimar los poderes públicos. Del escozor provocado en el régimen por el cuestionado ‘Gobierno’ de Guaidó, las sanciones y las negociaciones con respaldo y supervisión internacional, surgió la conveniencia de conferirles a los comicios de 2024, establecidos en la Constitución, la mayor legitimidad posible. Para los participantes en el ciclo lucía indispensable evitar que se repitiera la farsa de 2018, cuando Maduro montó un tinglado con el fin de reelegirse sin que su continuidad corriera ningún peligro serio.

Colocado ahora ante la obligación de convocar unas elecciones que cumplan con algunas de las normas mínimas de la democracia, el Gobierno optó por levantar una amplia variedad de obstáculos: torpedeo la Primaria de octubre de 2023; impidió el apoyo del CNE al proceso; mantuvo la inhabilitación de María Corina Machado y de otros importantes dirigentes opositores; y amenazó a sus organizadores y a quienes fuesen a votar.

Cuando ya era imposible desmontar la Primaria, el Gobierno apostó al fracaso de la convocatoria; insistió en que a la cita solo concurriría un puñado de votantes, pues terminaría por imponerse la incompetencia de la PUD. Al ser electa María Corina por la inmensa mayoría de los participantes en un evento que concitó el apoyo de millones de ciudadanos, el régimen optó por oficializar a través del TSJ su inhabilitación. Luego bloquearon de manera caprichosa a Corina Yoris. Al final, cuando el atropello estaba adquiriendo ribetes obscenos, Maduro aceptó como candidato de la PUD, la inscripción de Edmundo González Urrutia, hasta ese momento completamente desconocido. Maduro pensaba que al enfrentarse a un personaje anónimo podría obtener un triunfo holgado.

Esta última táctica la combinó con una operación que viene ejecutando desde hace años: estimular la atomización opositora mediante el despojo, vía judicial, de los partidos adversarios más importantes y el fomento de candidatos fantoches que le den cierta complejidad a la elección presidencial, reduzcan la importancia del aspirante de la Unidad y despolaricen el enfrentamiento con la PUD.

Todos esos movimientos han terminado en rotundos fracasos: La PUD no se desintegró, sino todo lo contrario, hoy se encuentra más fuerte y cohesionada que antes; en vez de haber acabado con MCM, el régimen la ha fortalecido como líder nacional con proyección internacional; la oposición no cuenta con un solo candidato, sino con dos figuras que forman una llave perfecta; la oposición no se fragmentó en macropartículas, sino  que se consolidó en el polo representado por la Plataforma Unitaria, María Corina y Edmundo González Urrutia. Los que tienden a desintegrarse son los partidos judicializados y los candidatos títeres. El fracaso de las maniobras de Maduro se evidencia en las cifras. Todas las movilizaciones de calle y las encuestadoras serias muestran una clara ventaja de María Corina y del ‘desconocido’ Edmundo González Urrutia sobre el ampliamente conocido Nicolás Maduro.

La oposición avanza hacia el 28 de julio cohesionada. Cuenta con una dirección coherente y una alianza organizativa: la PUD; con una líder, María Corina Machado, convertida en imán para las grandes mayorías; con un candidato que transmite confianza: Edmundo González Urrutia; y con un sólido reconocimiento y apoyo internacional.

Las previsiones del Gobierno han sido erradas. La Unidad ha sabido sortear las dificultades. Existen muchas y poderosas razones para ser optimistas.

@trinomarquezc

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