Desde que Donald J. Trump asumió su segundo mandato como presidente de Estados Unidos el 20 de enero de este año, el mundo ha sido testigo de una serie de medidas económicas que han sacudido el orden internacional. Las políticas arancelarias del mandatario, justificadas bajo un enfoque proteccionista y de seguridad nacional, están generando tensiones comerciales y económicas que afectan tanto a sus aliados como a sus adversarios.
Por una parte, observamos el impacto de los aranceles en los socios comerciales tradicionales. Trump ha reactivado su estrategia de imponer aranceles unilaterales, como ya hizo durante su primer mandato (2016-2020). En esta ocasión, los países más afectados incluyen Canadá, México y la Unión Europea.
Para Canadá y México, los aranceles sobre el acero y el aluminio (10% y 25%, respectivamente) han sido aplicados bajo el argumento de proteger la seguridad nacional frente al tráfico de drogas y la inmigración ilegal.
Aunque estas medidas inicialmente provocaron tensiones bilaterales, fueron parcialmente ajustadas mediante negociaciones en el marco del Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá (USMCA), firmado en 2018 y vigente desde 2020.
Para la Unión Europea, desde febrero de este año, se aplican aranceles del 25% a las importaciones europeas de acero, aluminio y automóviles, afectando principalmente a la industria automotriz alemana.
Además, se anunció un incremento del 200% en productos alimentarios europeos, como el vino español, lo que ha generado cancelaciones de pedidos y pérdidas significativas para exportadores en regiones como Murcia.
En cuanto a China, ya hay una guerra comercial en curso. La relación comercial entre Estados Unidos y China sigue siendo tensa. Trump ha impuesto aranceles del 20% sobre las exportaciones chinas, alegando preocupaciones sobre el comercio de opioides sintéticos y otros conflictos económicos. En respuesta, China ha aplicado medidas recíprocas contra productos agrícolas estadounidenses como soja, trigo y carne de cerdo. Esta dinámica ha intensificado las tensiones entre ambas potencias y amenaza con profundizar la desaceleración económica global.
En el radar de estas medidas arancelarias de presión también está Venezuela, pero como un objetivo estratégico diferente. En un movimiento más reciente, Trump firmó una orden ejecutiva el 25 de marzo de 2025 que impone aranceles del 25% a cualquier país que importe petróleo venezolano directamente o a través de terceros. Según el mandatario, esta medida busca «cortar las líneas financieras del régimen corrupto de Nicolás Maduro» y abordar las amenazas transnacionales vinculadas al crimen organizado y las crisis humanitarias.
Sin embargo, el impacto para la ya maltrecha economía de Venezuela es devastador, por su dependencia económica: Venezuela depende casi exclusivamente de los ingresos petroleros para financiar sus actividades gubernamentales y sociales.
Para la estatal petrolera PDVSA es un eminente riesgo: La empresa petrolera nacional enfrenta mayores dificultades para operar debido a la disminución en las exportaciones, agravando su precaria situación financiera.
Estas medidas no solo afectan al régimen venezolano; también tienen implicaciones para los países que tradicionalmente compran petróleo venezolano, como China e India, quienes ahora deben enfrentar los costos adicionales derivados de los aranceles estadounidenses.
Las consecuencias globales: ¿protección o daño?
Aunque Trump justifica estas políticas bajo un enfoque proteccionista y de seguridad nacional, sus efectos son profundamente disruptivos:
Para Estados Unidos: Los consumidores estadounidenses podrían enfrentar aumentos en los precios debido a las tarifas impuestas sobre bienes importados; y las cadenas de suministro nacionales e internacionales podrían sufrir interrupciones significativas.
Para la economía global: La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) proyecta un crecimiento económico mundial del 3,1% este año, una desaceleración frente al 3,2% registrado en 2024. Las políticas proteccionistas podrían agravar esta tendencia negativa.
Como reflexión final, estas políticas arancelarias de Donald Trump representan un dilema entre seguridad nacional y libre comercio. Si bien buscan proteger intereses estratégicos estadounidenses, estas medidas están generando tensiones comerciales que podrían exacerbar la contracción económica global en 2025. El desafío radica en encontrar un equilibrio entre proteger los intereses nacionales sin desestabilizar el delicado tejido económico internacional que sustenta a millones de trabajadores y consumidores alrededor del mundo.
La pregunta que podemos seguir haciendo: ¿cuánto está dispuesto a sacrificar Estados Unidos por su seguridad económica? Y más importante aún: ¿qué costo tendrá esta estrategia para el resto del mundo?
@darringibbs
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