“Vivir en contradicción con la razón de ser
es el estado más espeluznante del fuero moral”
León Tolstoi
Los amos del valle jamás le perdonaron a Laureano Vallenilla Lanz la publicación del Cesarismo Democrático, obra que sirvió de andamiaje ideológico para justificar la permanencia de Juan Vicente Gómez en el poder. La godarrea caraqueña que solía agasajarlo antes de solicitar su intercesión para alguna audiencia o favor particular ante el general Gómez fue la misma que a la muerte del Benemérito pidió su inmediata repatriación para crucificarlo en alguna plaza pública y así vengar su tesis de El gendarme necesario, postulado que propone un caudillismo centralizado como método idóneo para gobernar Venezuela.
Cuando el chavismo conquistó el poder reinstaló inmediatamente el caudillismo autocrático que Venezuela había sido superado 40 años antes. La frivolidad mantuana emuló a sus mayores en el arte de lisonjear al aspirante a caudillo. A Hugo Chávez le facilitaron un avión privado, le regalaron un Mercedes Benz y una compañía de seguros le prestó sus oficinas para que las usara como comando de campaña. El tipo ganó y en breve mandó a la picota a esos celestinos. Fueron tan petulantes que lo encumbraron aún sabiendo que iba a abolir la Constitución. Omitieron su precedente de golpista fracasado y ni siquiera los perturbó el conjunto de indigentes intelectuales con quienes planeaba formar gobierno.
Bueno. El resultado no podía ser otro: la destrucción absoluta de todo lo bueno que se había cimentado con esfuerzo, incluyendo la provisión moral de unos ciudadanos, que poco a poco se fueron contaminando ante el establecimiento de un sistema que fomenta la treta y corrupción como hábito necesario para procurarse la “digna” subsistencia.
El naufragio de nuestro novel ensayo democrático originó la edificación de una red clientelar y un sistema de valores que hicieron imposible la consecución de los objetivos sociales que Chávez abanderaba. Aún así, gobernó a Venezuela como a su hacienda personal, rasgo que calcaron propios y extraños a su corriente política. Aqui quien dirige una institución, sea cual sea su carácter, actúa como si fuese propietario de la misma. Se perdió la vocación de servicio del superior jerárquico hacia el grupo del que deriva. Es común ver jefes de condominio actuando como si fuesen dueños del edificio, los presidentes de colegios profesionales o centros sociales tratan a los asociados como sus subalternos y ni hablar de quien tenga alguna responsabilidad política.
De esta forma observamos cómo los peores vicios del chavismo han sido emulados por un sector con intención de gobernar. Estilos de vida estrafalarios, inobservancia hacia las leyes de cualquier índole, terquedad en posturas erráticas e inmoralidad en la administración de recursos comunes. Esto, sin detenernos a examinar el defectuoso desarrollo intelectual y académico de algunos dirigentes, pues en ese caso sí nos sentaríamos a llorar.
Ser chavista no es únicamente votar en la tarjeta del PSUV, es la ridiculización de la opinión discordante, es atacar al mensajero sin analizar el mensaje, es la viveza criolla que burla las formas propias de ciudadanía, es incluso aspirar a lo inmerecido. En pocas palabras, es la ausencia de cualidades ligadas a la responsabilidad en su significado más amplio.
Con franqueza: Superar al chavismo implica necesariamente erigir los elementos que nos diferencian de ellos, construir una dirigencia liderada por ciudadanos de vanguardia y no por el residuo social.
Decía Carlos Rangel que a los precursores siempre los veremos en las alturas y a los imitadores en las caricaturas. Ojalá los impostores del estilo de Chávez descontinúen esa penosa práctica, pues la misma conduce a la inexorable displicencia con la que se observan las falsificaciones baratas.
Recordemos que a la caída de Pérez Jiménez alcanzaron el poder aquellos firmes de carácter que hicieron una oposición valiente sin darle tregua a la dictadura gobernante. Afortunadamente, la Venezuela actual es habitada por una ciudadanía que parece haber aprendido de sus errores y no claudicará ante los cantos de sirena de opositores de medio pelo.
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