Un enorme desconcierto produce la incapacidad de la ONU de actuar en Ucrania y otros conflictos que asolan el mundo, cuando su objetivo es el de mantener la paz y la seguridad internacionales, así como la protección los Derechos Humanos. A esto se suman las infames declaraciones de sus altos directivos sosteniendo que Hamás es un “movimiento de resistencia”, justificando así los aberrantes ataques terroristas contra Israel el 7-O, sembrando dudas sobre la esencia neutral de la institución, hoy ocupada por Estados forajidos y miles de funcionarios de izquierda aliados del islam extremista por mandato de la “internacional progresista”, como es el caso de las sedes de UNRWA en Palestina, utilizadas como refugios de Hamás, donde decenas de sus funcionarios participaron en la masacre de civiles israelíes. Hay que añadir a estas inquietantes noticias, el despropósito de la desacertada política exterior norteamericana en Latinoamérica, especialmente en Venezuela, contribuyendo a crear incertidumbre sobre el futuro democrático de la región.
Pero, antes de continuar, repasemos algunas ideas sobre la incertidumbre. Comenzaré por citar a Werner Heisenberg, premio Nobel de Física, que en 1932 enunció el llamado principio de incertidumbre, según el cual es imposible medir con precisión el valor de la posición y la cantidad de movimiento de una partícula. Por su parte, Stephen Hawking, en su Teoría del tiempo, dice: “Cualquier teoría física es siempre provisional, en el sentido de que es solo una hipótesis. A pesar de que los resultados de los experimentos concuerden muchas veces con la teoría, nunca podremos estar seguros de que la próxima vez el resultado no vaya a contradecirla”.
Si en Física las cosas no son absolutas, por el contrario, son inciertas, lo son más aún en la escala humana, pues nuestras pequeñas y a veces colosales incertidumbres cotidianas se han convertido en un inquietante modo de vida. Ante la falta de certezas, la gente se alimenta de ilusiones, como las langostas, que se sienten atraídas por un señuelo y no ven la nasa de red, la trampa que consiste en un cilindro que se va estrechando en forma de embudo invertido, de forma que cuando la langosta se introduce dirigiéndose hacia el cebo, cae en un depósito del que no puede salir, permaneciendo allí por días, hasta que es recogida, almacenada y posteriormente distribuida “viva” a los restaurantes.
A propósito de las langostas, su candidez es la causa de su irremediable destino, al igual que la nuestra, ya que mordemos el cebo de la irresponsabilidad de los políticos occidentales. De allí que, atónitos, sin que suscite ninguna reacción internacional, leamos las noticias en las que el régimen integrista iraní, siguiendo su dictado teocrático de sojuzgar a los infieles de occidente, continúa nutriendo a las organizaciones terroristas de Hamás, Hezbolá y Hutíes, mientras acelera el enriquecimiento de uranio para sus misiles balísticos que apuntan contra Israel, país al que ha jurado borrar del mapa. Sumemos a esto el ingreso de miles de yihadistas diluidos en la avalancha de emigrantes que diariamente penetran las fronteras de Europa y que engrosarán las redes terroristas enclavadas en el corazón de sus ciudades donde siembran el terror, cobijados a la sombra de la corrección política de los gobernantes de la UE, protectoras ONG y organizaciones políticas de extrema izquierda aliadas del islam. En este recuento de acontecimientos en tiempo real, no podemos pasar por alto el incremento exponencial de las matanzas de cristianos en África y Medio Oriente, sin que esto despierte ninguna reacción en Occidente, ni siquiera del Vaticano. Ni hablar de la impunidad con la que Putin revive el horror estalinista, envenenando uno a uno a los disidentes mientras avanza en su nuevo ideal hegemónico, avasallando a Ucrania y amenazando a Europa.
Retomando el tema de la incertidumbre, el periodista Guy Sorman atina al decir que el futuro no está escrito: “La política y la historia obedecen a leyes no escritas e imprevisibles y, en consecuencia, ingobernables e incontrolables. (…) El británico Karl Popper nos desaconsejaba predecir el futuro, ya que este, por definición, no existe. ¿Cómo podemos predecir algo que no existe? En el ámbito de la economía, Friedrich Hayek afirma que la economía obedece a tantas variables que nadie es capaz de controlarlos, y, por consiguiente, nadie es capaz de prever el orden futuro”. (Guy Sorman, El futuro no está escrito, 09/01/2024). Sin embargo, en enero de 2018, publiqué un artículo titulado “La incertidumbre de las langostas” que hoy estoy revisitando, en el que me adentraba en la ola de incertidumbre que en ese momento nos sumergían en la perplejidad y en la inseguridad. Sobre esto último, no dejó de ser significativa para mí una noticia que en ese momento había pasado inadvertida en medio de tantas superficialidades y calamidades globales. Se trataba de la inauguración del busto en bronce de Putin, engalanado con una toga de emperador romano, erigido al norte de San Petersburgo en 2015. Un despacho de la AFP daba cuenta de la ceremonia en la que se desveló dicha estatua y las palabras de apertura: “La imagen de un emperador romano es la de la sabiduría y esto corresponde al rol histórico de Vladimir Putin que logró unir Rusia y Crimea”. Rusia anexó por la fuerza esta península ucraniana a su territorio en marzo de 2014. Sin que me motivara ninguna pretensión de análisis geopolítico y solo por reaccionar a este simbólico presagio, escribí sobre su plan de restaurar la influencia soviética mediante la creación del “Proyecto Euroasiático, teniendo como aliados a países como Irán y China, para enfrentar la hegemonía espiritual de Occidente”, como bien lo venía expresando su ideólogo Alexander Dugin, promotor de “la supremacía de Eurasia sobre un Occidente decadente”. La invasión del ejército ruso a Ucrania el 24 de febrero de 2022, hizo que Europa y la OTAN despertaran desconcertados de su siesta, esta vez con el feroz dinosaurio gruñendo al pie de la cama.
En días recientes, la OTAN anunció la realización de maniobras defensivas, declarando la necesidad de prepararse para una guerra inminente, mientras en USA y en otros países de la UE se enfrentan opiniones sobre si continuarán apoyando esta guerra por encargo de Occidente. Los ucranianos no pueden enfrentar solos la maquinaria militar rusa, ni mantener por más tiempo su línea Maginot de trincheras, ni revertir el agotamiento de su pueblo al borde del colapso, ni podrán recuperar la Crimea. El retiro de sus tropas del frente de Avdiïvka esta semana es significativo. Las promesas de inscribirlo cuanto antes como miembro de la UE sufren tardanzas inducidas por el cinismo y la doble cara de los políticos europeos. La Unión Europea carece de estadistas y ha estado conducida por políticos anodinos que olvidaron la máxima de Flavio Vegecio (S. IV): Si vis pacem, para bellum, “Si deseas preservar la paz, prepárate para la guerra”. Para el historiador Emmanuel Todd la Tercera Guerra Mundial ya comenzó: “Esta guerra se ha vuelto existencial para los Estados Unidos: Ambos, Rusia y EE. UU., no pueden zafarse ni retirarse del conflicto. Por eso estamos ahora en una guerra interminable, en un enfrentamiento cuyo desenlace debe ser el derrumbe de uno u otro”. Pienso que, si Rusia llegara a Kiev sería la catástrofe, la guerra total.
Pero la incertidumbre se hace presente con énfasis en América Latina, donde impera la perversión y la corrupción de los carteles de la droga en las instituciones políticas, reeditando aberrantes dictaduras en Venezuela, Bolivia y Nicaragua, operadas por Cuba en su impune expansión subversiva contra las democracias desde hace 66 años, a escasas 90 millas (144 Km) de USA. La dramática crisis venezolana es el reflejo de una destructiva psicopatía política en la que 29 millones de personas subsisten en la más completa incertidumbre, sin poder ejercer sus derechos ciudadanos, sin medios de comunicación para expresarse, siendo rehenes de organizaciones criminales locales e internacionales. De ese esplendoroso país se han fugado 8 millones de personas, la mayor crisis migratoria del mundo. “Venezuela está al arbitrio de un juego de dados, de una suerte que puede o no llegar a su destino” (El Nacional, 17/01/2018).
En medio de un destino incierto para los habitantes de este planeta, hay quienes se preocupan por las langostas que se van a comer en el almuerzo. Por decreto, el gobierno suizo prohíbe a los cocineros sumergir langostas vivas en agua hirviendo, debido a que las langostas experimentan dolor cuando se las hierve. “Se debe aturdir a los crustáceos de antemano con descargas eléctricas o destrucción mecánica del cerebro, antes de arrojarlos en agua hirviendo”, dice la ley. Es probable que esta toma de conciencia se deba al relato Consider the Lobster (2006) del periodista estadounidense David Foster Wallace: “Incluso cubriendo la olla y alejándose de ella, puedes escuchar el chillido, el golpeteo y el chirrido de la langosta contra las paredes. O las zarpas de la criatura aruñando la olla tratando de salir. En otras palabras, la langosta tiene mucho de ti y de mí si nos arrojaran en agua hirviendo”.
Gracias a los suizos, ya existe una certeza para las langostas de poner fin a su cruel incertidumbre antes de ser cocinadas, sin duda habrá esperanza para nosotros los humanos de ponerle fin a la nuestra antes de que nos engullan los ogros totalitarios.
El filósofo Fernando Savater, que debido a su posición crítica contra la izquierda “progresista” acaba de ser expulsado del diario El País, España, en un artículo titulado «Incertidumbre», afirmaba: “El principio de incertidumbre de Heisenberg, en física cuántica, dice que no se puede conocer al mismo tiempo la posición y la velocidad de una partícula elemental. De modo semejante, el sabio no logra conocer la conjunción de su situación histórica y el vértigo acelerado de sus descubrimientos. Y quizá tampoco ninguno de nosotros sepa determinar juntamente dónde está y a dónde va en este mundo hermoso y atroz”.