Keir Starmer, el primer ministro laborista que algunos despistados calificaban de moderado, ha retirado el retrato de Margaret Thatcher de la Thatcher Room de Downing Street, porque, ha justificado, «tiene una mirada inquietante». Pretendía sacarlo de Downing Street, pero tras las protestas, parece que no se ha atrevido a tanto y se ha limitado a llevarlo a otro lugar en el primer piso, aunque el episodio del traslado sigue bastante oscuro. Lo que no está oscuro, sino clarísimo, es el brutal sectarismo de la medida. Por no hablar de mensaje de odio. Porque no solo retira el retrato de una ex primera ministra por ser conservadora, sino que lo justifica por su «inquietante mirada» o, lo que es lo mismo, vincula la mirada de una mujer conservadora con la amenaza, el miedo o el peligro, temas constantes del discurso de la izquierda.
Pero lo más llamativo de esta medida es la ausencia total de respuesta del feminismo ante el grave ataque a la primera mujer líder del Gobierno británico. Del feminismo británico y del europeo, del mismo que está haciendo campaña ahora a favor de Kamala Harris, porque dice apoyar a la primera mujer presidenta de Estados Unidos. Una gran mentira, porque les importa poco que sea mujer, sino la mujer ideológicamente adecuada, es decir, de izquierdas. De hecho, Margaret Thatcher ejemplifica tristemente la enorme hipocresía del feminismo de izquierdas. Porque lo del retrato no es nuevo, es un episodio más de las innumerables ofensas hacia ella, y que la izquierda calificaría de machistas e intolerables si hubiera sido laborista.
Son las mujeres que no aman a Thatcher, que la rechazan por no ser de izquierdas. Hasta límites inverosímiles. Como lo de la líder laborista Harriet Harman, que en 2009 publicó una lista oficial de las 16 mujeres que habían cambiado el Reino Unido, y dejó fuera a Thatcher. La que se armó también entonces. Pero muy recientemente, en 2023, la National Portrait Gallery publicó unos murales sobre las más grandes mujeres de la historia británica, con la intención de equilibrar la presencia de hombres y mujeres. Pues bien, incluyó a 133 mujeres, y excluyó a Thatcher. ¿Estupidez, sectarismo o más bien odio?
Es tremenda la hipocresía feminista de estas mujeres, porque Thatcher representa algunos de sus valores fundamentales. Una mujer que llegó a primera ministra cuando apenas había mujeres en cargos políticos, que lo hizo por su enorme esfuerzo y capacidad, que tenía un extraordinario liderazgo, que rompió todos los estereotipos sobre lo masculino y lo femenino, que hasta llegó a tener un marido rupturista, Dennis Thatcher, que asumió sin ningún problema el papel de acompañante.
Hace años escribí en Mujer Hoy un artículo titulado «La hija del tendero», en el que me asombraba no solo del rechazo de algunas feministas sino también del clasismo contra ella de algunos opinadores de la izquierda, con lo de la «hija del tendero». Cuando otro de los grandes méritos de Thatcher fue el de ser la primera persona procedente de la escuela pública en presidir el Consejo de Ministros. Después, llegó a Oxford con una beca. Pura meritocracia y ruptura de todas las barreras de clase y de género. Debería ser un icono para las mujeres que luchan por la igualdad y no una lamentable muestra de su sectarismo.
Artículo publicado en el diario El Debate de España