Grabó efectos de sonidos en radio, narró radionovelas, interpretó personajes secundarios, luego pasó a la televisión y al poco tiempo su talento y masculinidad seductora le permitió darse a conocer como el galán venezolano más cotizado y mejor pagado de los años setenta. Sí, su nombre, Raúl Amundaray.
En una entrevista, Raúl me contó que cuando tenía 15 años, su madre le daba dinero para pagar el pasaje hasta el Liceo Fermín Toro, donde estudiaba bachillerato, pero él se jubilaba de clases para ir a Radio Difusora Venezuela, donde pasaba todo el día y veía trabajar a grandes actores de la época como lo fueron, Don Rafael Briceño, Enrique Benshimol, Josefina Guinand, Margot Antillano y muchos otros que escapan del recuerdo. En la tarde, cuando sentía hambre, en el cafetín de unos chinos que quedaba cerca, pedía un vaso de agua y le echaba azúcar. “Ese era mi almuerzo para no regresar a casa y tener fuerzas”, me dijo con picardía mientras una sonrisa espectacular iluminaba todo su rostro.
Sin contarle a su familia, comenzó a actuar en la radio. Su tía Blanca le comentó a su madre, quien no sabía aún de su nuevo trabajo, algo que la llenó de curiosidad:
—Lola, estoy escuchando la radionovela Para ti, mujer. ¡Es tan romántica! Y qué casualidad, el protagonista se llama igual que tu hijo.
Su madre escuchó el programa y descubrió que no había casualidad. Lo esperó en casa y cuando llegó, dándole un fuerte abrazo, le dijo:
—Hijo, todos nuestros sueños pueden ser realidad si tenemos el valor de ir tras ellos.
Desde ese día Raúl no dejó de ser parte de la magia de la radio, del teatro y la televisión. Él, con gran emoción, me explicó que la voz puede llegar a cualquier lugar del mundo y con imágenes sembrar la fantasía en cada radioescucha.
Keyla, la última esposa de Raúl, su gran amor, se sentó junto a nosotros para oír sus historias (cosa que a ella le encantaba) y le pidió que leyera una de las cartas más hermosas que él había recibido. Había sido escrita por una mujer quien, años atrás, le confesó que él era su ídolo y que siempre lo escuchaba en las radionovelas.
—Para ella –dijo Raúl- también yo era su cine.
Esa parte no la entendí hasta que terminó de leer la carta. La joven había perdido la vista en un accidente. Era invidente… eso realmente me conmovió…
—En radio –continuó hablando el galán de galanes- he representado a todo tipo de personajes característicos: viejito, malo, muchacho y el de galán, que fue el que más resultado me dio por el tono, por el timbre de mi voz y es que un galán debe tener una voz suave o aterciopelada, que llegue a los oídos y al alma femenina. No olvides que para la voz del actor, la garganta es como una válvula que hay que aprender a controlar.
Al preguntarle por la manera como construía sus personajes, me contó que en cierta ocasión interpretó el papel protagónico de una adaptación para televisión de la obra de teatro brasileña Qué Dios se lo pague, escrita por Joracy Camargo.
—Antes de hacer ese personaje –dijo con gran entusiasmo- me disfracé de mendigo y salí a pedir limosna en la iglesia de Santa Teresa, en el centro de Caracas. Me di cuenta que la gente que da dinero al pobre es la que está más cerca del dolor. El resto te esquiva mientras que otros te ignoran… Para interpretar mejor mi personaje, llegué incluso a revisar la basura en la calle… Eso casi nadie lo sabe. Pero lo hice.
Raúl, físicamente ya no está entre nosotros. Sus amigos y admiradores lo extrañaremos y, como una añoranza que no quiero guardar solo para mí, les contaré la última anécdota que escuché de su labios.
—En cierta ocasión, hace muchísimo tiempo –dijo con intensidad- el extraordinario actor de radio Carlos Cámara padre tuvo un accidente con su automóvil y me llamaron para que interpretara su personaje. En la radio decían que su timbre de voz y el mío eran muy parecidos. Pero la experiencia no se improvisa y yo, que en aquel entonces era tan solo un muchacho que apenas estaba comenzando, asustado pero audaz, acepté. Me dieron un libreto para que a primera vista representara al protagonista… A mí me temblaban las piernas y hasta las uñas, porque el programa era en vivo y yo sentía que incluso el sonido que hacían las hojas mientras pasaba las páginas se escuchaban con fuerza en el micrófono. Al finalizar la transmisión, he de confesarlo, lloré… Ese día me fui de la radio llorando y convencido de que yo no servía para esto.
Pero los años le demostraron lo contrario. No solo comprobó que servía para eso sino que marcó pauta e hizo historia como actor en la radio y en la televisión venezolana.
Ahora somos nosotros quienes lo lloramos. Se nos ha marchado una parte bonita de nuestra historia, el hombre romántico que hizo soñar con el amor a nuestras abuelas y nuestras madres. Raúl acaba de partir y no dudo, seguramente es así, que a esta hora nuestro galán, con su voz varonil y aterciopelada, está enamorando a las mujeres ángeles con seductores poemas, ya que su calidez y su manera de declamar intimidaron e hicieron soñar y llorar a las féminas de todos los tiempos.
@jortegac15