OPINIÓN

Las listas

por Ender Arenas Ender Arenas

Aclaro que de ninguna manera me referiré a las listas del supermercado, que cada vez son más cortas, o las largas listas de útiles escolares, esas, que mucho dolor de cabeza dan a los padres.

Las listas a las que me referiré son aquellas que, en ocasiones, realmente pocas, se han dado a conocer, otras que se anuncian y nunca se revelan, algunas que se han ido con el autor de las mismas a la tumba y otras que se hacen públicas y que proscriben a los allí nombrados, martirizándolos con persecución laboral o política y que han terminado, un gran número de ellos, caminando por América Latina donde antes caminaba la espada de Bolívar.

En el país hemos tenido muchas de este tipo de listas, la primera que recuerdo es la que leí en un viejo libro de Domingo Alberto Rangel en la que hablaba de “los amos del valle” (que luego fue el título de un libro de Herrera Luque) donde se presentaba una semblanza de la oligarquía venezolana con nombres y apellidos de los ricos de la Venezuela, algunos con una historia de acumulación de capital desde los lejanos días de la colonia y otros que se habían enriquecido al amparo de todas las dictaduras militares que habían sido vividas y sufridas por el país; también es bueno decir que el patrón de acumulación que construyó una elite durante una buena parte de nuestra historia siguió vigente durante el periodo democrático.

Recuerdo un nombre que encabezaba esa lista: Eugenio Mendoza, pero había otros, no muchos, porque ricos ha habido en el país pero tampoco muchos.

Américo Martín, y otros, asomaron el termino de “los peces gordos” y los “doce apóstoles” para referirse a la lista de empresarios y personajes de la política que establecieron una relación política y económica con el aparato de Estado durante los gobiernos de Carlos Andrés Pérez, que marcaron el auge de nuevos grupos económicos y el declive de los llamados “amos del valle”.

Una lista muy célebre y nunca dada a conocer fue la de Luis Piñerúa Ordaz, que amenazó con revelarla, pero se llevó sus nombres con él a otra dimensión, la dimensión desconocida.

Con la llegada del chavismo aparecieron otras listas. Las más famosas por sus consecuencias terribles, convirtiéndose en los instrumentos de persecución y exclusión económica y política. Fueron, en primer lugar: la que expulsó a trabajadores y personal calificado de Pdvsa, lista de dimensiones brutales.

En ella se registraron solo los nombres de las cabezas del movimiento de protesta de los petroleros, pero de la mayoría no vimos publicados sus nombres, pues Chávez la invisibilizó con un pito. Como si fuera un árbitro (de arbitrariedad) de fútbol, expulsó de la industria petrolera a cerca de 20.000 empleados y obreros de la petrolera, lo mejor del capital humano de la industria, que marcó definitivamente el deterioro irrecuperable de la empresa.

En segundo lugar, llegó la mayor lista que se ha publicado en el país con objetivos fascistas de persecución política, social y económica: la lista Tascón, que lleva el nombre de un pendenciero y oscuro diputado del chavismo, ya desaparecido. Allí aparecimos miles y miles de venezolanos, muchos de los cuales después de quedar crónicamente sin empleos, sin futuro y sin esperanzas ya no están en el país y algunos ya no están en ninguna parte.

Han seguido otras, por ejemplo, solo por agregar dos de las que nunca supimos nombres, porque corrieron la misma suerte de la de Luis Piñerúa Ordaz: la de Ismael García y Antonio Ledezma, la única diferencia es que ellos siguen en este planeta.

En verdad hay muchas listas más: las hay cerradas, estas son la de los partidos políticos durante los procesos electorales y en las que las direcciones de los partidos ponen los nombres que poco tienen que ver con sus electores que terminan votando a ciegas por gente que no conocen y que terminan cambiando de parcela política como si se trata de cambiar camisa.

Hay listas abiertas, conocidas por todos porque se exhiben sin vergüenza y de manera exuberante, por ejemplo, la lista de los llamados “alacranes”, otra lista abierta es la de “los más buscados” en la que el departamento de justicia estadounidense ofrece jugosas recompensas, hasta de 25.000 dólares por las cabezas de esos personajes; Nicolás Maduro y Diosdado Cabello son los nombres más prominentes que aparecen en ella con sus tentadoras recompensas.

La última lista de la que tenemos conocimientos es la del Tribunal Supremo de Justicia. Nada nuevo, viejos nombres, los mismos que han estado allí, judicializando la política y politizando la justicia, el largo brazo del chavismo en el sistema judicial con jueces asociados en militancia al partido de gobierno o por otros motivos no santos con el régimen.

La encabeza la Gladys Gutiérrez, que ya alguna vez lo dirigió y que se vio envuelta en un escándalo por su título de doctorado otorgado por una universidad española. Se dice que fue favorecida al ser dirigida por un alto funcionario del partido Podemos de España, con la que el gobierno chavista, desde Hugo Chávez hasta Maduro, ha tenido una larga y fértil relación pagada con dólares.

El jurado examinador de dicha tesis estuvo encabezado por Juan Carlos Monedero, dirigente de ese partido español, cuyo apellido mide exactamente el tipo de relación que tuvo y que todavía se mantiene con el chavismo.

Nunca supimos de la calidad del contenido de la tesis. De ello no podemos hablar, pero la composición de todo el grupo que dirigió su trabajo ha reunido muchos dólares provenientes del tesoro venezolano. Vale decir que el título de doctor era requisito indispensable para asumir el cargo de magistrado del TSJ, así que siempre hubo sospechas que todavía no han sido aclaradas.

Del resto de la lista de magistrados no hay uno que pueda decir “soy independiente y defenderé el Estado de derecho”, pues todos pertenecen al oficialismo, con una o dos excepciones a lo que puede llamarse “oposición”. Esto último lo escribo, porque creí ver el nombre de Luis Emilio Rondón, que no se si todavía pertenece a UNT.

Pero, entre otras cosas, esta lista nos brinda una prueba más de que el gobierno carece de una ética del entendimiento y que de los aparatos autoritarios de poder no va a desprenderse jamás mediante una negociación, por eso es una dictadura.