Los propagadores de la leyenda negra antiespañola, defensores de ideologías como el indigenismo, y teóricos de un genocidio contra las poblaciones originarias de América que nunca se produjo, suelen argumentar que el descubrimiento y conquista de América a partir de 1492 trajo consigo la aniquilación de las culturas y lenguas prehispánicas.
Tal información, sin embargo, no solo es falsa, sino que, además, oculta una importante verdad para la defensa de las lenguas prehispánicas que todavía se hablan en el continente hispanoamericano.
Y es que los españoles en América durante la época de los virreinatos no solo no impusieron el español, sino que normativizaron las lenguas originarias, fijaron su gramática y ortografía en alfabeto latino y, en no pocos casos, las hicieron lenguas oficiales en sus respectivos virreinatos.
Por lo tanto, la Corona española en América fue fundamental para la pervivencia de las lenguas prehispánicas, bajo cuya soberanía incluso experimentaron una expansión territorial.
Fueron los movimientos independentistas y revolucionarios que destruyeron la América hispánica los que asestaron un duro golpe a las lenguas prehispánicas y las sumieron en su decadencia.
Los gobiernos de las nuevas repúblicas independientes decretaron la oficialidad única de la lengua española, las élites criollas discriminaron y, en no pocos casos, persiguieron a los pueblos originarios protegidos hasta entonces por la Corona española (véase el caso de los mapuches, los mayas o los guaraníes) y comenzaron a reducir los espacios de las lenguas originarias.
Es el caso, por ejemplo, del náhuatl, la lengua de los aztecas. Cuando Hernán Cortés conquista el imperio mexica no solo no impone el español, sino que la nueva administración del Virreinato de la Nueva España inicia un proceso de estudio y codificación del idioma.
Se plasma la lengua en alfabeto latino, lo que facilitará enormemente su conversión en lengua franca y de prestigio, los franciscanos elaboran una primera gramática del idioma con fines evangelizadores y, finalmente, el Rey Felipe II ordena que sea la lengua oficial del Virreinato de la Nueva España.
Bajo la Corona española el náhuatl no retrocede. Todo lo contrario, alcanza nuevos territorios, y, como queda dicho, se convierte en lengua franca y de evangelización.
Será con la independencia de México cuando las élites criollas, liberadas de las leyes españolas que protegían a los pueblos indígenas, empiecen a desplazar a los pueblos originarios y a incautarles las tierras, lo que tendrá efectos devastadores para el idioma.
De forma paralela, el nacionalismo mexicano termina imponiendo el español como lengua oficial, arrinconando definitivamente al náhuatl que, pese a todo, conserva una nada desdeñable comunidad de cerca de dos millones de hablantes.
Caso similar experimentó la lengua maya, propia también de México y, en particular, de la península del Yucatán.
Hoy la lengua tiene menos de un millón de hablantes, pero, en tiempos del virreinato novohispano, los evangelizadores españoles fijaron la lengua mediante descripciones gramaticales para estudiarla y aprenderla, y servirse de ella para difundir el evangelio entre los pueblos mayas.
También se plasmaron en lengua maya leyes y códigos legales, lo que permitió a los mayas del Yucatán ejercer su derecho a estar informados de sus derechos y obligaciones, previniendo así posibles abusos.
Nuevamente, todo eso terminó con la independencia de México. Las nuevas autoridades mexicanas discriminaron a los hablantes de maya y la élite criolla comenzó un proceso de incautación de tierras, lo que provocó el levantamiento independentista de julio de 1847 en Yucatán, sangriento conflicto conocido como guerra de castas.
El caso de México es quizás paradigmático en un momento en el que su presidenta exige que España pida perdón por supuestamente haber destruido las culturas precolombinas sin reconocer la responsabilidad del Estado mexicano en la discriminación de sus poblaciones indígenas.
Un caso similar ocurre con el quechua, en Perú, el idioma de los antiguos incas. La lengua, hablada hoy por casi 8 millones de hablantes, no solo no fue arrinconada por los españoles, sino que en 1579 el virrey Francisco de Toledo le dio categoría oficial y ordenó crear en la Real Universidad de Lima una Cátedra para su estudio y promoción.
La Iglesia en el Virreinato de Perú estableció el quechua como lengua oficial de apostolado y evangelización e incluso se tradujo el catecismo al quechua para facilitar su enseñanza.
El quechua, al igual que sucedió en México con el náhuatl, se decretó como lengua oficial del Virreinato y fue la lengua de una parte importante de las élites hasta el extremo de que, tras la Constitución de Cádiz de 1812, la Proclama para su cumplimento dirigida a los súbditos de Ultramar se tradujo al quechua, al igual que ocurriría después con el acta de independencia.
Como sucedió en México, será el gobierno del Perú independiente el que elimine toda protección al quechua e imponga el español como lengua única del Estado.
El náhuatl, el maya y el quechua son tres casos paradigmáticos de cómo las lenguas prehispánicas llegaron hasta nuestros días gracias a la labor de promoción, protección y oficialización impulsada bajo la Corona española.
Y cómo su decadencia llegó, paradójicamente, cuando los países hispanoamericanos rompieron sus vínculos políticos con España y proclamaron sus repúblicas independientes controladas por élites criollas que sometieron a una parte de las poblaciones indígenas al servilismo. Sin embargo, hay otros muchos casos. Se podría citar también el idioma guaraní o el aimara.
Originalmente publicado en el diario El Debate de España