OPINIÓN

Las lecciones de lord Acton

por Andrés Guevara Andrés Guevara

Corría el otoño de 2018, cuando recibí la invitación de ir a la ciudad de Panamá con el objeto de estar presente en un encuentro organizado por el Acton Institute para personalidades venezolanas. Confieso que me sentí halagado, puesto que al evento fueron diversas personas destacadas en sus respectivas áreas: dirigentes políticos, periodistas, rectores de universidades, académicos, empresarios, economistas, especialistas en el campo de las políticas públicas. Entre todos ellos, el equipo organizador también había decidido darme un espacio para formar parte de los asistentes.

El Acton Institute realizó este evento con el claro objetivo de transmitir a potenciales agentes de transformación los cambios que debiera tener una sociedad basada en la búsqueda de la libertad, pero una libertad acompañada de la verdad. Y vaya que lograron su cometido. De la mano del padre Robert Sirico, fundador del Acton Institute; Alejandro Chafuen, director general para el área internacional de la organización; y el profesor Samuel Gregg, destacado académico del instituto con una dilatada lista de publicaciones en su haber.

Como era de esperarse, para mí fue un verdadero honor haber compartido con estos personajes. Quien guste del tema de la teoría política en el mundo liberal sabrá el peso que tienen las figuras de Sirico, Chafuen y Gregg en la defensa de estas ideas en la sociedad contemporánea.

Ahora bien, ¿por qué después de casi dos años he decidido traer a colación la experiencia vivida con el Instituto Acton en Panamá? Porque considero que las lecciones aprendidas y los debates generados están más vigentes que nunca. No solo para el caso venezolano, sino para el resto de la humanidad. Es precisamente la pérdida de un sentido de orientación en la defensa de la libertad lo que ha originado que esta se halle pasando por un momento maltrecho. Allí se tienen los ejemplos recientes de un Chile apaciguado por el relativismo, una Europa consumida por la liviandad de la posmodernidad, un Estados Unidos devorado por la pérdida de sus valores proclives a la defensa de los postulados del liberalismo clásico. Ni hablar de Asia, con China a la vanguardia: una sociedad milenaria, con una gran cultura, sometida a los designios de la mentira que ha puesto en jaque al mundo entero.

De allí que se haga imperativo rescatar los postulados que el Acton Institute inculca. ¿Cuál es el punto de partida? Una premisa que debe mantenerse como un mantra: el socialismo como constructo ideológico es antropológicamente contrario al hombre. Entiéndase bien. Las ideas socialistas no hacen más que destruir la dignidad humana, el respeto al ser, a su capacidad e integridad.

En un mundo que tiende a relativizar toda la experiencia humana, plantear la lucha contra el socialismo desde el punto de vista antropológico requiere gran valor. Porque no se trata de defender la libertad desde un enfoque meramente utilitario, de carácter transaccional, en el que ser libre se convierte en un óptimo por el simple hecho de que se mejoran las condiciones materiales de vida. No. El combate proclive a la libertad debe ser llevado desde la verdad. Y la verdad constituye un muro de contención frente al relativismo y nos acerca más a Dios.

El planteamiento esgrimido tal vez no sea sencillo de digerir a primera vista, pero dentro de él estriba una argumentación teleológica de enorme interés. No puede obviarse que el Acton Institute propone el entendimiento y el estudio del concepto de libertad desde un punto de vista católico, con lo cual se desmonta la premisa que apunta hacia una presunta incompatibilidad entre la religión y la libertad.

Ello es especialmente relevante cuando se observa que no son solo las ideas socialistas las que atacan el espíritu del liberalismo clásico, sino que también dentro de la denominada corriente libertaria se gestan fuerzas contrarias a la idea que une religión y libertad, buscando fomentar la incompatibilidad de estas en nombre de una racionalidad que se aleja de la verdad. Bastante amplia es la literatura desarrollada en cuanto al tema relativo a la fe y la razón para caer en reduccionismos. Consúltese, por ejemplo, el famoso debate que sobre el tema sostuvieron el papa Benedicto XVI y el célebre filósofo Jürgen Habermas.

Lamentablemente, estas premisas negacionistas de la libertad y la religión muchas veces terminan por plantear un mundo fundado en el relativismo, en el cual el hombre pierde su horizonte y termina por desvanecerse. Tal vez sin quererlo, esta particular concepción de la libertad de cierto ámbito del libertarianismo termina por perder solidez al querer estar bien con todo el mundo, o como se diría popularmente, “estar bien tanto con Dios como con el diablo”. Todo por querer alcanzar el lindero de la posmodernidad, creyendo ingenuamente que esa presunta libertad total traerá mayores réditos dentro del ámbito del marketing político.

La realidad política, sin embargo, se muestra bastante contraria a esta idea. Pues hasta ahora, a pesar de toda su amplitud, de todo su sentido de presunta incorporación de todas las libertades sociales en su discurso y posible praxis, no ha sido la corriente libertaria la que ha ganado la batalla de las ideas sino el discurso socialista. ¿Qué razones pueden esgrimirse para justificar este estadio de cosas? Creemos que, en gran parte, ello ocurre por el hecho de que se ha olvidado cuál es la verdadera esencia de la libertad al momento de defenderla. Citando a san Juan Pablo II en su conocido libro Memoria e Identidad, no puede obviarse que “la libertad es una propiedad de la voluntad que se realiza por medio de la verdad. Al hombre se le da como tarea que cumplir. No existe libertad sin la verdad. La libertad es una categoría ética”. Y en efecto lo es. Que quede bien claro. La libertad es una categoría ética que acerca a la verdad.

De allí que, hoy más que nunca las enseñanzas propuestas por el Acton Institute sean tan valiosas. Porque son reducidos los grupos de defensa del liberalismo que recuerdan la compatibilidad entre la libertad y la verdad, y se enfocan exclusivamente en una noción utilitaria de un supuesto hombre libre que anda totalmente desorientado. Por supuesto, al carecer de bases éticas, este supuesto hombre libre a ultranza pierde sus fundamentos y se pulveriza cuando quiere interactuar con el resto de la sociedad. Ello también ayudaría a explicar el enorme sentido de desolación que inunda a tantas personas en medio de las circunstancias tan trágicas que nos han tocado enfrentar.

De forma tal, que hoy no solo Venezuela, caso concreto que sufrimos, sino el resto del mundo necesita más enseñanzas de quienes siguiendo el legado del mítico lord Acton se han propuesto otorgar una brújula formativa para aquellas personas que desean ser mejores seres humanos a través de la virtud. Es un momento propicio para que se redescubra la sinergia que puede haber entre los valores católicos, la democracia liberal y la impenitente necesidad de tener un mundo más solidario ante el sufrimiento y dolor de los demás. En ello radica la búsqueda y consecución de la verdad.