El documental The Great Hack sondea la actualidad del impacto de las redes sociales en el discurso político. El largometraje indaga en el papel jugado por la plataforma de Cambridge Analytica para influir en las elecciones de Trump y el brexit, mediante campañas de microtargeting dirigidas a nichos sociales desatendidos por los partidos tradicionales.
Millones de avisos de publicidad fueron enviados a sectores, generalmente abstencionistas y radicales, con el fin de estimular su indignación con base en ideas simples y binarias. Según la tesis de la película de no ficción, así generaron los cimientos de la victoria del populismo xenofóbico en diferentes lugares del mundo, como Inglaterra y Estados Unidos.
El largometraje invierte su montaje en elaborar y argumentar su teoría de la conspiración, disponible en Netflix. Tiene la virtud de alertarnos y evitar la repetición de la trama develada, del mecanismo denunciado. Sin embargo, carece de contrapeso real en opiniones y posturas críticas frente al tema analizado por el guion.
Por un lado, es incontestable e impresionante la forma de exponer los vínculos entre redes sociales como Facebook y Cambridge Analytica, para obtener información privada y datos de millones de usuarios en línea, buscando orientar las tendencias de diferentes comicios. Por tal motivo, la empresa señalada debe rendir cuentas ante tribunales y responder por las razonables dudas de un jurado acusador.
El 2 de mayo de 2018, el negocio de Robert Mercer, con sede en Londres, clausura sus puertas bajo la condena de la esfera mediática internacional. El escándalo se supo gracias al trabajo de la prensa libre y del llamado cuarto poder, indispensable como ojo fiscalizador y vigilante de los sistemas democráticos del planeta.
Por el otro flanco, The Great Hack no logra demostrar su teoría del todo. Los reporteros, especializados en la fuente, sostienen una lectura distinta de los hechos estudiados, atribuyendo a múltiples factores el resultado del referéndum británico para la salida de la Unión Europea. No es tan fácil como echarle la culpa al complot de unos villanos y corruptos cibernéticos de la web.
La complejidad del asunto sobrepasa los límites abordados por la pieza audiovisual. En cualquier caso, los entendidos aprecian el gesto de la advertencia, del llamado de atención. El espectro de la manipulación del voto es amplio y exige tomar los recaudos correspondientes.
Salvando las distancias, The Great Hack permite comprender algunas constantes de la polarización y el conflicto en Venezuela, dentro del coliseo de Twitter, donde se palpa claramente la activación de grupos focales operados por intereses de organizaciones opacas (alojadas fuera del país).
Detrás de la ingente ola de spam, a favor de las agendas ocultas de Maduro y siempre en contra de Juan Guaidó, se nota la obvia intervención de sofisticados enjambres de “bots”, cuyos mensajes de odio y descrédito pretenden torcer el rumbo de los acontecimientos y las percepciones de la realidad, al construir un velo fantasma de fake news, posverdades, potes de humo y falsos dilemas, como el empeño de dividir los esfuerzos de la unidad en oposición al régimen.
Conviene hacer una auditoría diaria, personal y colectiva de cada polémica inventada e improvisada con el único propósito de fragmentar a la disidencia criolla.
A la usurpación la beneficia la guerra de teclado de haters y fanáticos de Capriles, María Corina y Ledezma. Pensemos con cabeza fría antes de sumarnos a una corriente empeñada en fragmentarnos, desmoralizarnos y desmovilizarnos.
Descontaminemos nuestro timeline. Aprendamos a lidiar con nuestras divergencias, en pos del cambio, de la recuperación de la República.
Ninguna libertad se alcanzará desde una estéril batalla de egos inflados en Twitter.
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