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Las elecciones y el coronavirus

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Estamos a 4 meses de la posible fecha electoral nacional, tiempo en el cual el gobierno piensa que se puede desarrollar una campaña que permita renovar la Asamblea Nacional, centro importante de la polémica política venezolana en el último quinquenio.

Cumplir con el objetivo de la recomposición de la Asamblea Nacional en una nación castigada por la precariedad económica, situación  producida por  el deterioro de su actividad productiva, proceso acompañado de la manifiesta incapacidad gubernamental para resolverlo.

Es una lamentable realidad, que ha colocado a una buena parte de la sociedad en el límite de la subsistencia, conduciéndola a concentrar sus esfuerzos en la satisfacción de sus necesidades inmediatas, que no son otras que la de lograr la comida diaria.

Si, en el contexto económico explicado, integramos el efecto que sobre nuestra población empobrecida tiene el deterioro de los servicios públicos –el transporte, el agua, el gas,  la electricidad y los  teléfonos– las posibilidades del activismo político electoral independiente, indispensable para la realización de una campaña electoral democrática, no existe.

Y si además examinamos las condiciones sanitarias en las cuales nos encontramos, caracterizada por su fragilidad y la inmensa ofensiva epidémica del coronavirus,  problema que por su importancia y trágicos efectos sobre los ciudadanos demanda extremar la atención social y política para sobreponerse y contralarla positivamente.

Pero en la Venezuela del presente, severamente castigada por los errores y horrores cometidos por el gobierno chavomadurista, la mayoría de los ciudadanos no solo carece de seguridad social y de efectiva cobertura sanitaria, sino que está sobreviviendo al desempleo y a los salarios miserables.

La única tarea justa es conseguir la comida del dia siguiente,  no hay tiempo para entretenerse o prestarle la atención debida a una discutible convocatoria electoral en un panorama de frustración y estafas como las vividas por la comunidad durante los últimos años.

Y aún hay más argumentos que discutir, la debilidad sanitaria venezolana impone una conducta defensiva eficaz que se traduce en la profundización de la cuarentena, acompañada de un soporte institucional superior, por lo que no hay tiempo sino para defenderse del coronavirus  y sobrevivir.  ¿Los votos pueden esperar, la vida no?

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