OPINIÓN

Las elecciones en Colombia revelaron tres tendencias regionales

por Alejandro Tarre Alejandro Tarre

Foto AFP

La elección de Gustavo Petro como presidente fue un hito en la historia reciente de Colombia. Por primera vez en dos décadas las elecciones no giraron alrededor de Álvaro Uribe ni el tema de la seguridad. Por primera vez la izquierda se unió para alcanzar el poder. Y por primera vez el bipartidismo fue desechado como un trapo sucio por los votantes.

Pero estas elecciones, además de marcar una ruptura en Colombia, son un síntoma o una reafirmación de tres tendencias importantes que trascienden a ese país y que están moldeando la política en América Latina. ¿Cuáles son estas tendencias?

Las campañas TikTok

Para muchos analistas el triunfo de Petro reveló las fallas de su adversario Rodolfo Hernández, que se limitó a hacer campaña a través de las redes sociales. Afirman que las alianzas y coaliciones que conformó Petro, así como la maquinaria política que construyó para movilizar y defender el voto, fueron factores claves en la ajustada carrera presidencial.

A mí me parece que la historia es al revés. Es verdad que la campaña de Rodolfo Hernández no fue convencional. Hernández no recorrió el país como el resto de los candidatos. No contó con maquinarias políticas. Nunca se le vio en una tarima o una plaza pública. No es exagerado decir que su campaña consistió en divulgar videos de TikTok.

Pero lo importante no es que Hernández fracasó con esta estrategia. Lo importante es que casi ganó. El titular no es cómo la organización y las maquinarias explican la victoria de Petro. El titular es cómo un hombre que solo hizo campaña a través de las redes logró desplazar las maquinarias de los partidos tradicionales y estuvo cerca de entronizarse en el poder. Aunque en las carreras presidenciales de otros países ya hemos visto el poder creciente de las redes y cómo los políticos ahora pueden prescindir de la estructura y las maquinarias de los partidos para ganar votos, creo que no hay un ejemplo más extremo de esta tendencia que las recientes elecciones en Colombia.

¿Hartazgo con el sistema o voto castigo?

Quizá la narrativa más popular en torno a las elecciones colombianas es el cansancio del establishment: la gente votó como votó porque está obstinada de los políticos y los partidos tradicionales.

Aunque este argumento es válido, podría no ser tan determinante como algunos piensan. Colombia es una democracia donde la gente tiene plena libertad de elegir a sus mandatarios. Es verdad que en los últimos años se han visto señales de cansancio con los rostros y los partidos de siempre. En las elecciones locales de 2019, por ejemplo, ganaron muchos outsiders sin maquinarias ni partidos detrás de ellos. Pero al mismo tiempo no podemos olvidar que hasta hace relativamente poco los colombianos parecían muy contentos con el «sistema». Desde la salida de Uribe del poder la inmensa mayoría ha votado tres veces por candidatos presidenciales del establishment habiendo tenido siempre la opción de votar por outsiders.

Más que hartazgo del sistema, Colombia quizá es una muestra más de otro fenómeno que se ha visto recientemente en América Latina: el voto castigo. En las 14 últimas elecciones presidenciales en la región, los oficialismos han sido derrotados en 13. A lo largo y ancho de la región los votantes están castigando a las personas y partidos que están en el poder. ¿La razón? Probablemente a la mala situación económica. Antes de la pandemia la región ya estaba en crisis. En 2019, después de varios años de estancamiento económico, estalló una ola de protestas en muchos países. La pandemia, que provocó la peor recesión que ha sufrido la región en dos siglos, agravó buena parte de los problemas que espolearon las protestas. A este descontento se le puede llamar hartazgo del sistema, pero quizá es más útil verlo como una consecuencia natural de la grave crisis económica.

¿Una izquierda ambientalista?

Petro llegó al poder con una agresiva agenda ambientalista. En una entrevista reciente criticó al chavismo en Venezuela por sustentar su proyecto político en el petróleo y dijo que el progresismo en América Latina «no ha sido muy claro» sobre la necesidad de reducir la dependencia a los combustibles fósiles.

En esto Petro tiene la razón: la izquierda en la región no ha sido como las izquierdas en Europa y Estados Unidos, que han liderado la lucha contra el cambio climático. Más bien han mostrado una mezcla de indiferencia y hostilidad ante los reclamos de los ambientalistas. Esto no solo se ha visto en Venezuela, también en México, Ecuador, Bolivia y Brasil.

Pero tanto la elección de Petro en Colombia como la de Gabriel Boric en Chile son señales de que la izquierda en la región podría estar cambiando. Es verdad que algunas de las propuestas energéticas de Petro son terriblemente ingenuas y revelan un gran desconocimiento sobre los retos de reducir la dependencia a los combustibles fósiles. Pero así y todo es positivo que se esté colocando en el lado correcto de este debate, como también lo es que Lula, que lidera las encuestas para las elecciones presidenciales en Brasil, esté mostrando mayor sensibilidad sobre los temas ambientales (hace poco hizo público un plan para reducir la deforestación).

Para la izquierda en la región se está haciendo cada vez más difícil ignorar el cambio climático y, de las tres tendencias, esta es la única que es una buena noticia.