La vida te da sorpresas, dice un filósofo caribeño. Y es muy cierto; si miramos nuestra existencia, la personal y la del país o la del mundo, nos topamos a cada rato con cada cosa imprevista e imprevisible. No vayamos muy lejos, mire el coronavirus, ¿cuándo pensaba usted que iba a pasar años con un tapaboca o que muertos y contagiados se contarían por millones y decenas de millones? O que su dulce y amorosa cuñada, apasionada madre de tres chicuelos, y devota de su hermano, resulta que tiene un impúdico romance con el jefe de la oficina; cosa de no creer, júrelo. Y se murió el amigo, amante del softbol y montañista, sin vicios, sanote, apenas cincuentón. O, no más, piense en la Venezuela podrida de Maduro que nunca llegó ni a imaginar. Hasta se pudiera decir que lo esencial de la vida es una cadena de sorpresas, como la muerte de Pedro Navaja.
Esta reflexión viene al caso porque a mí me desconcertó la breve venida al país de esos misteriosos personeros gringos que por lo visto cambiaron en horas lo que ingenuamente creíamos era una sólida situación política del país, en aspectos esenciales. Así de golpe y porrazo el guapetón de Maduro, enemigo acérrimo del Imperialismo yanqui, brutalmente castigado por este, el más exaltado admirador de la guerra de Putin y un probadamente déspota de los buenos, cambió su posición a un pacifismo gandhiano y convoca de inmediato al diálogo con la oposición que había execrado después de que le encanaron a Alex Saab, que dicen es su testaferro y a quien defendió con la desmedida pasión con que solo se defiende a un testaferro y a una madre. ¡Diantres! Y yo que quería escribir sobre la inmovilidad y el silencio del país.
Bueno, se consuela uno con que los conocedores que lee y hasta consulta directamente parecen igualmente desorientados. Sobre todo, a propósito de lo esencial: ¿qué le van a dar a Nicolás que hasta cursi lo pusieron (no es difícil), con eso de lo bonito que se veían las dos banderitas nacionales juntas? Es obvia la promesa del levantamiento de algunas sanciones, sobre todo las del menguado petróleo vernáculo…pero y qué más y sobre todo a qué precio. Dilema. Ya la Cancillería de Alemania alertó sobre lo inmoral que sería venderles el alma a los tiranos para convertirlos en armas económicas de guerra. Otros señalan lo contradictorio de sancionar a un tirano para quitarle las sanciones a otro.
Luego hay el punto de la oposición, tan maltrecha la pobre, que pendía de Joe Biden y que ya no sabemos con certeza si Guaidó sigue siendo presidente verdadero o si Maduro terminará siendo asfixiado por los castigos económicos y concederá elecciones puras y castas. Se oye, pero de manera muy queda y casi inaudible, que se seguirá la misma política o que se respeta la presidencia interina, pero tampoco se atisba cómo se compagina con los nuevos aires que soplan. Esto vale para la oposición Guaidó, digamos dura, el resto, por el contrario, verá nuevas oportunidades para la cohabitación feliz y esperanzada y el largo plazo próspero, desde alacranes a silenciosos a taimados negociadores y ávidos empresarios chinófilos.
Total, que quién iba a pensar que iban a matar a Pedro Navaja con su diente de oro, que brillaba mientras reía.
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