Esta semana reinició el año escolar, y por ello que todos los venezolanos tenemos que hablar con honestidad sobre la situación de la educación en Venezuela.
Según las investigaciones de la Federación Venezolana de Maestros, FVM, las competencias educativas que necesitan nuestros niños y adolescentes para avanzar en el sistema escolar han disminuido significativamente, se ha reportado una deserción del 75% de los docentes, una expulsión de profesionales (de las aulas y del país) que se ancla en un salario que no supera los 30 dólares mensuales.
El rechazo del Estado a discutir un nuevo contrato colectivo, la supresión por decreto de primas laborales llevó a una pérdida del 172% de los beneficios asociados al salario, imprimieron unas condiciones de precariedad en el trabajo que se manifiestan en la aplicación de los “horarios mosaicos” por muchos docentes y trabajadores que deben buscar otras formas de generar ingresos para sus familias, abandonando parcialmente su presencia en los liceos (para el 2024 hay estudiantes que reciben solo 15 horas de clases al mes, mientras que legalmente deben tener entre 30 y 35 horas de clases, según la FVM).
Las malas condiciones de los colegios, en medio de la crisis económica y de servicios que cruza a Venezuela, ha imprimido, según los especialistas, un malestar y desconfianza en torno al valor de la educación pública como agente de cambio y mejora de las condiciones de vida de las familias, profundizando la desigualdad social e incrementando la pobreza.
Este panorama, del que apenas asomamos unos pocos apuntes, nos muestra que a pesar del gran esfuerzo que hacen nuestros profesores, los padres comprometidos con el futuro de sus hijos, las organizaciones no gubernamentales, universidades y expertos, la obligación que tiene el Estado, como ente rector de la educación pública, no puede ser sustituido.
El rechazo a mejorar las condiciones salariales, el desconocimiento de décadas de logros sindicales con la imposición del llamado Instructivo Onapre, que homologa por el mínimo renglón los salarios de todos los trabajadores públicos suprimiendo los beneficios laborales que han adquirido con el tiempo, la ausencia de un programa constante de mantenimiento de las instituciones educativas, la incapacidad de avanzar en el salto tecnológico, la fosilización del pensum educativo y las pretensiones de ideologizar a los maestros y estudiantes son las razones por las que buena parte de nuestros liceos públicos se convirtieran en factorías donde se entregan títulos académicos que no garantizan una verdadera educación, no capacitan para dar continuidad en estudios superiores, no forman en competencias para el trabajo y no preparan a nuestros jóvenes para hacer frente a su futuro, justo en el momento en que se toman las decisiones más importantes que le afectarán el resto de su vida.
La crisis en el sistema educativo venezolano es un síntoma de un problema mayor, la de un régimen que ha tomado por asalto las instituciones del Estado para imponer sus intereses sobre toda la sociedad. El conflicto abierto que mantiene Miraflores en contra del gremio educativo, la persecución, acoso y detenciones de líderes sindicales del magisterio, su rechazo a divulgar información sistematizada y confiable sobre la situación de la educación en el país, son formas de actuar de un régimen dictatorial que ve la crítica como señales de sublevación y que ha puesto como enemigos al gremio y a todos los profesionales, activistas y voluntarios que han cuestionado el estado de la educación en Venezuela.
Es así como el futuro de nuestros hijos, se ha convertido en un asunto político porque el régimen, leal a su vocación autoritaria, pretende secuestrar la academia, silenciando la crítica y reprimiendo sus luchas sindicales, hasta convertirla en un apéndice de un sistema que convierta a nuestros chamos en militantes de una comparsa revolucionaria. No hay forma en que una dictadura pueda aceptar un espacio pedagógico de calidad que eduquen a futuros ciudadanos libres y críticos que quieran hacerse dueños de su futuro: simplemente no está en su naturaleza.
La recuperación del llamado Estado docente pasa necesariamente por la restauración de la democracia en Venezuela. Sólo en un sistema democrático que de garantías para las luchas sindicales, el debate crítico de las ideas, que pueda convocar a todos en un esfuerzo común para atender a la crisis de educativa, se podrá hacer frente a esta tragedia que pone en peligro nuestro futuro. Es por eso que insistir en la lucha por avanzar en el cambio pacífico que logramos el pasado 28 de julio, es una forma de avanzar en la recuperación del futuro de nuestra educación pública. Sólo en democracia se puede trabajar en la reconstrucción de una educación de calidad para hombres y mujeres conscientes y responsables con su libertad personal, su futuro y el destino de su país.
Este ha sido y seguirá siendo nuestro compromiso. .