OPINIÓN

Las dictaduras castrochavistas buscan cambiar la política exterior de EE UU

por Carlos Sánchez Berzaín Carlos Sánchez Berzaín

El siglo XXI en las Américas está marcado por la recreación del castrismo convertido en castrochavismo, para la agresión a las democracias y la simulación política del grupo de delincuencia organizada transnacional que detenta el poder en Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia, con el gobierno de Argentina en curso. La política exterior de Estados Unidos no ha sido ajena a este proceso, se ha movido desde la indiferencia, la condescendencia, la reapertura de relaciones con Cuba, hasta el incremento de sanciones y tratamiento como organizaciones criminales. El castrochavismo -con su sobrevivencia en juego- busca cambiar la política exterior de Estados Unidos.

Cuba, la única dictadura de las Américas, se extinguía en 1999 cuando fue rescatada por Hugo Chávez, que con toda la riqueza de Venezuela puso en marcha un proceso para cumplir su sueño castrista de imponer su modelo a la región. El año 2012 controlaba América Latina incluyendo la Organización de Estados Americanos. Hugo Chávez fue el líder de lo que en principio denominó movimiento bolivariano, pero su muerte declarada el 5 de marzo de 2013 puso el liderazgo en manos del castrismo, que aunque Fidel Castro murió el 25 de noviembre de 2016, se mantiene como dueño del castrochavismo. Si Chávez estuviera vivo, el grupo se denominaría chavezcastrismo, porque mientras vivió Chávez fue el jefe, pero su muerte puso todo el poder en manos cubanas.

El mando pleno del castrochavismo por parte de los Castro y Cuba se evidenció con la sucesión a Hugo Chávez. La disputa fue entre el chavismo con Diosdado Cabello y el castrismo venezolano con Nicolás Maduro y favoreció a Maduro, al que Cuba estableció como sucesor de Chávez. Así Cuba controla hasta hoy Venezuela en condiciones de ocupación.

El castrochavismo, iniciado como “movimiento bolivariano” con cartel de “socialismo del siglo XXI” y con operación del Foro de Sao Paulo, logró gran expansión, casi total. Establecieron dictaduras en Venezuela con Chávez y Maduro, Bolivia con Evo Morales, Ecuador con Rafael Correa y Nicaragua con Daniel Ortega, se apoderaron de los países del Caribe con el Petrocaribe, Kirchner en Argentina y Lula-Roussef en Brasil, Fernando Lugo en Paraguay, Tabaré Vásquez y José Mujica en Uruguay, con influencia sobre Toledo y Ollanta Humala en Perú, Bachelet en Chile, Juan Manuel Santos de Colombia y más.

Estados Unidos con George W Bush, impactado por los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, abandonó progresiva y peligrosamente su relación y atención respecto a sus paradigmas de “democracia y lucha contra el narcotráfico” con América Latina. En ese espacio, el castrochavismo quebró la democracia, presidentes fueron derrocados y destrozaron desde dentro la “institucionalidad democrática” y el “Estado de Derecho” estableciendo “dictaduras del socialismo del siglo XXI” en las que desaparecen todos los elementos esenciales de la democracia, con la manipulación del voto crean “dictaduras electoralistas” con “oposiciones funcionales”.

La gestión del presidente Barack Obama está marcada en política exterior para América Latina por la reapertura de relaciones diplomáticas con la dictadura de Cuba. Este hecho histórico no puede ser juzgado como un error de la administración Obama sino como todo lo contrario, la pérdida de la mayor oportunidad de la dictadura cubana de tomar el rumbo de la política con libertad. La dictadura de Cuba prefirió burlarse de la oportunidad brindada por Obama y decidió seguir militando en el “crimen organizado”. La respuesta del régimen cubano a la opción Obama es el punto de inflexión que marca la diferencia entre la política y la delincuencia organizada. Optaron por el crimen y ahí están.

La política exterior de Estados Unidos con América Latina cambió en 2017 con el presidente Donald Trump, pero se ejecutó tarde y mal, a pesar de lo que, hoy Cuba, Venezuela y el castrochavismo están en situación terminal. Hay sanciones importantes, operativos antinarcóticos multinacionales y son como criminales en tribunales federales con recompensas de 15 y 10 millones de dólares por Maduro y sus cómplices en aplicación de la Convención de Palermo contra la delincuencia organizada.

Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia son narcoestados, usurpan el poder, violan los derechos humanos, tienen presos y exiliados políticos, conspiran contra las democracias, soportan el terrorismo, son antiimperialistas declarados y aliados de todos los enemigos de Estados Unidos, pero conspiran para cambiar a su favor la política exterior norteamericana.

Publicado en Infobae.com