La invasión rusa a Ucrania ha tenido como consecuencia la ruptura del orden internacional que venía dando señales de agotamiento por la emergencia de lo que algunos llaman “la geopolítica autoritaria” y el comienzo de la materialización de uno nuevo que reanuda en diferente formato la división del mundo en bloques antagónicos.
Superada la disputa entre el capitalismo y el comunismo, ahora se trata del enfrentamiento entre sistemas democráticos y autoritarios- dictatoriales (tradicionales y posmodernos); la disputa trasciende la simplificación occidente-oriente porque el llamado Mundo Libre incluye Estados orientales. Los sucesos en Ucrania han operado como un catalizador para el advenimiento del nuevo orden.
Los Estados democráticos han respondido de manera correcta, cualquier otra respuesta hubiera dado alas a más acciones de corte similar y puesto en una situación más vulnerable a las democracias y a la paz mundial.
La guerra en Ucrania se vislumbra larga, es una verdadera carrera de resistencia porque pareciera que ninguno de los contendientes tiene la capacidad de propinar al otro, por los momentos, una derrota contundente, decisiva.
La humanidad ha entrado en una situación peligrosa y compleja que demanda de los líderes democráticos unidad de propósitos y de acción, así como capacidad para explicar a sus gobernados que los tiempos requieren sacrificios compartidos para defender los avances civilizatorios alcanzados.
El nuevo orden internacional en gestación obliga a las democracias a ser flexibles y proactivos en su política de alianzas porque el objetivo fundamental es detener la política expansionista del putinismo y hacerle pagar un costo grande que convenza al Estado ruso de revertirla; también a ayudar a paliar y superar la dependencia de las fuentes de energía, minerales, alimentos y otros productos respecto de Rusia.
En función de esos objetivos es necesario estrechar o reconstruir relaciones con algunos Estados autoritarios. Ahora bien, las gestiones en curso deben hacerse buscando la viabilidad y eficacia de las mismas para evitar pagar el precio de legitimar y reforzar esos regímenes sin contrapartidas sustantivas.
Para ilustrar mi punto de vista voy a referirme a las gestiones que viene realizando Estados Unidos con Venezuela y Arabia Saudita en el campo petrolero. Esas gestiones suponen para los estadounidenses “tragarse unos sapos”, pero en esto de tragar sapos hay límites de inconveniente traspaso.
En relación con la reconstrucción de los puentes con Arabia Saudita, Washington tiene probabilidades de alcanzar, no sin esfuerzos, resultados positivos en virtud de situaciones que favorecen ese escenario: Estados Unidos y Arabia Saudita han sido por décadas estrechos aliados. Superar las divergencias surgidas recientemente conviene a ambos en términos de la geopolítica del Medio Oriente por la rivalidad compartida con Irán y por los intereses comunes en materia petrolera. Los beneficios a obtener por ambos son amplios: los sauditas tienen el potencial y la capacidad de ayudar significativamente a paliar y resolver el déficit de suministro petrolero en el mercado internacional consecuencia del futuro embargo a Rusia. Para los saudíes la mejora de las relaciones con Estados Unidos reforzará la capacidad de contener a Irán y sus aliados en el Medio Oriente.
En el caso venezolano las cosas son diferentes. El chavismo no parece dispuesto a disminuir o dejar la estrecha alianza que mantiene con Rusia. Lo que afirmo se basa en sus últimas acciones referentes a Rusia y al club autoritario. Permítanme glosar las más significativas:
- La reciente gira internacional de Maduro a Estados autoritarios la mayoría de ellos y convalidadores de la invasión a Ucrania.
- La reciente reunión en Moscú del nuevo canciller venezolano con su homólogo ruso – al respecto es significativo que su cargo anterior era ser embajador en Moscú. Cita en la cual el régimen venezolano ratificó su alianza de amplio espectro con Rusia, en las actuales circunstancias.
- Las maniobras militares en territorio venezolano a realizarse del 29 de julio al 1 de septiembre del año en curso (noticia no desmentida hasta los momentos). Evento en el cual participarán Rusia, China, Irán, Vietnam, Cuba y otros integrantes del club autoritario.
- El opaco affaire de los aviones venezolanos- iraníes que tiene como escenario las rutas aéreas de Suramérica y que pone de bulto la estrecha alianza entre los regímenes de ambos países.
- La presencia y actuación propiciada por el Estado venezolano en territorio nacional de la disidencia de la FARC y del ELN; así como de otros actores de la delincuencia internacional.
- La reivindicación del chavismo, en mayo de este año, de un mayor rol de Rusia en las eventuales negociaciones entre el gobierno Maduro y la oposición democrática.
Por otro lado, la industria petrolera venezolana no tiene la capacidad técnica ni los recursos financieros para aumentar de tal manera su capacidad de producción, ni en el corto ni el mediano plazo, como para incidir significativamente en el mercado mundial y de ésta forma ayudar a remitir la dependencia mundial del petróleo ruso y de paso contribuir a bajar el precio los de los hidrocarburos.
Nada ha cambiado con respecto a la gobernanza dictatorial del gobierno venezolano: continúan las violaciones a los derechos humanos, civiles, políticos y socio-económicos de los venezolanos. Además el chavismo insiste en evitar la continuidad de las conversaciones con la oposición para negociar los mecanismos tendientes a la reinstitucionalización del país.
A la luz de los acontecimientos, todo indica que los gestos de acercamiento de la administración Biden (apoyados por la Unión Europea) al régimen venezolano han caído en saco roto.
El Estado venezolano continúa siendo para Estados Unidos e incluyo en ello a las demás democracias una “amenaza inusual y extraordinaria”, situación potenciada por su posicionamiento respecto de lo que ocurre en Ucrania.
Las democracias no deben diagnosticar incorrectamente el posicionamiento y los objetivos reales del régimen chavista, mucho menos en el nuevo contexto internacional. No deben hacer nada que signifique reforzarlo, legitimarlo porque va en contra de sus intereses, valores, objetivos y su seguridad nacional. La vigencia de la dictadura venezolana es inconveniente por peligrosa para el Mundo Libre.