Compromisos internacionales en su más alto nivel se perfeccionan por doquier en estas semanas en un esfuerzo por contener las crisis que se agravan en la medida que el tiempo avanza. La pandemia del COVID, seguida por la invasión de Rusia a Ucrania, han disparado las alarmas y han logrado poner al planeta en guardia de cara a al menos tres importantes crisis: escasez, encarecimiento de la energía e inflación. No se salva ningún país de enfrentar estas lacras en mayor o en menor grado.
Por ello proliferan las “Cumbres”. Es la manera de hacer ver al planeta que las estrategias se manejan al más alto nivel. BRICS, G7 y OTAN en espacio de pocas semanas han puesto sus cartas sobre la mesa, pero si vamos algo más lejos, Estados Unidos convocó a una cumbre con Latinoamérica y China, por su lado también hizo lo propio con sus socios de Asia. Para hacerlo más contundente, los jefes de Estado y de gobierno no se reúnen online. Viajan miles de kilómetros para darse la mano y hacerse fotos de familia. Ciudades como la capital española se gastan lo que no tienen y echan el resto para que, en lo sucesivo, el
”Acuerdo de Madrid” sea el que marque el devenir de los tiempos en materia militar y de seguridad internacional y quién sabe si se le pueda atribuir el fin de la recién iniciada Tercera Guerra Mundial.
Lo cierto es que el mundo encara los escenarios más complicados después de la Guerra Fría. Cada país por sí solo, independientemente del tamaño de su economía o de su gravitación dentro del concierto de naciones, busca cómo sumarse amistades útiles. Ha dejado de importar quién es la primera potencia mundial, si China o Estados Unidos. En solitario, cada uno de ellos, no es suficientemente poderoso. Es la sumatoria de sus alianzas lo que cuenta y los apegos son móviles de acuerdo con el tema que se trate. Así que de lo que se trata hoy es de anudar solidaridades, ofrecer protección, jurarse devociones, agruparse haciendo recurso a sanciones colectivas, para contar con mayor potencia frente a los retos socio económicos, políticos y de seguridad que se encaran. Pareciera que al final la inspiración de tanta interacción en la Cumbre es que se va tomando conciencia de la necesidad de procrear un orden de cosas distinto al actual. ¿Estaremos asistiendo a los episodios finales de un modelo de interrelación que ya no funciona?
BRICS, acrónimo de las cinco economías emergentes (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica) se reunió en China a iniciativa de Pekín. Todos menos el gigante brasileño se habían abstenido de condenar el ataque ruso a Ucrania en una resolución de la Asamblea General de la ONU. El gran tema fueron las sanciones de Occidente a Rusia, que los están alcanzando a cada uno de ellos. Fue también el líder chino quien adelantó una propuesta para armar una nueva «iniciativa se seguridad» con otros socios para «contribuir a la estabilidad global». BRICS representan 24% del PIB mundial y 16% del comercio mundial.
El G7 en Alemania se esforzó por ir mucho más lejos al reunirse para buscar maneras de enfrentar la crisis de energía y alimentos. Los siete países que reúnen 45% de la renta nacional bruta mundial lanzaron allí una novedosa manera de interrelacionarse y han puesto el acento en la necesidad de invertir montañas de dinero –700.000 millones de euros– para atender problemas en países menos desarrollados que, de no ser resueltos, amenazan la estabilidad de todos. Hambre y terrorismo han estado en el corazón de las deliberaciones. Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido de esta manera intentan erigirse en actores líderes para compensar la multimillonaria iniciativa china de la Ruta de la Seda.
Y queda por arrancar mañana la histórica reunión –Cumbre también– de los 30 países de la OTAN que deberá mostrar una solidaridad sin fisuras para mantener sanciones contra quien ha violado todas las normas de la convivencia pacífica protagonizando una masacre humana atroz y un desacomodo gravísimo de la economía global. Una demostración de agotamiento de este modelo de protección y defensa colectiva será el bloqueo que intentará Turquía poner en marcha para impedir el ingreso de Suecia y Finlandia a la Unión Atlántica.
Así, pues, pareciera que un nuevo orden de cosas se está gestando y que se requiere de acciones en el más alto nivel de los Estados para reorganizar el juego de las instituciones que representan sus intereses comunes. El caso es que estamos mirando al mundo por un agujerito si para los observadores de los hechos globales la ofensiva de Rusia contra Ucrania es un episodio que involucra a dos países y que tiene –eso si- algunas consecuencias negativas para el resto de la comunidad internacional.
La importancia de este capítulo de la humanidad es que el mismo nos está mostrado la fragilidad de lo existente y está dando paso a un reacomodo total, a nuevas interrelaciones planetarias que será necesario ordenar y normar, tanto como cuando el fin de la Segunda Guerra Mundial dio origen a que 51 naciones fundaran las Naciones Unidas.
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