Hoy los debates sobre la Responsabilidad Social ganan escenarios y la atención de las sociedades de cualquier lugar del mundo. Pues bien, hoy quiero rendir un merecido homenaje a quien fue, sin duda alguna, el gran precursor de la Responsabilidad Social en Venezuela.
Me refiero a Eugenio Mendoza, quien mientras estaba al frente de su complejo empresarial, gerenciando sus negocios, simultáneamente ponía de relieve su angustia social, su solidaridad con sus trabajadores y las familias de estos. Para Eugenio Mendoza la tarea fundamental de un empresario debía consistir en luchar con esfuerzo sostenido para garantizar el buen desempeño de sus empresas, eso ayudaría a crear riquezas para los propietarios, para el país y beneficios en buenos empleos y su correlativo bienestar para los trabajadores. También, según la visión de Eugenio Mendoza, era indispensable asumir una responsabilidad solidaria, de orden socioeconómica, ante las dificultades que vivían las familias en sus respectivas comunidades. Así hacia énfasis para persuadir a los empresarios en la idea de que “no se puede esperar que la solución de los problemas sociales y económicos que impactan al país dependan, exclusivamente, del Estado”.
Era evidente la sensibilidad social que distinguía a Eugenio Mendoza, cualidad que ponía en acción para insistir en que cada empresa o industria tenía que disponer de recursos financieros propios para impulsar políticas de asistencia, que era menester trabajar unidos, instituyendo organizaciones sociales hasta llegar a la creación de fundaciones que canalizaran los recursos y articularan los diferentes planes. Su inquietud trascendía la típica ayuda asistencialista, por eso su terquedad en que se debía apuntar a “la profesionalización de la acción social de las empresas”. Un mérito a subrayar en la conducta solidaria de Eugenio Mendoza, es que convirtió a sus trabajadores en accionistas de Venezolana de Cementos y de Mezcladora de Concreto, colocando entre sus obreros y empleados dos millones de acciones mediante un aumento de capital. Cabe destacar que para esos días la Ley del Trabajo no estipulaba el reparto de utilidades. Esto permitía a sus trabajadores una ganancia neta de 110% y adquirir todas las acciones puestas en venta al cumplir 20 años la empresa.
En 1964 funda el Dividendo Voluntario para la Comunidad, agrupando a directivas de 160 empresas, influyendo con su ascendencia, que disponen colocar entre el 2 al 5 % de sus utilidades netas para financiar proyectos socioeducacionales del país. Otra gran obra fue “la creación del Hospital Ortopédico Infantil», para asistir a centenares de niños afectados por ese mal que amenazaba con ganar terreno en Venezuela y consciente de que el Estado se veía agobiado por la presencia de otras enfermedades que, como la gastroenteritis liquidaban un nivel mayor de víctimas, no podía hacer mayor cosa. Para ello promueve la acción de un grupo de particulares quienes financiaron el costo del hospital, que luego se agrupan en una asociación civil que se convertiría en la Fundación Venezolana contra la Parálisis Infantil.
En 1958 Eugenio Mendoza crea la Fundación de la Vivienda Popular, fue pionero en la tarea que ahora promueven urbanistas cuando hablan de que “la vivienda también es hábitat”, que había que ocuparse del desarrollo de su entorno, en las cloacas, aceras y calles pavimentadas, servicios de agua potable y electricidad, escuelas, centros deportivos y recreación, más los complejos industriales que ofrezcan empleos. Pensando con esa mirada de avanzada en que la responsabilidad social debería abarcar a las familias de sus trabajadores y qué mejor manera de apoyarlos que haciendo posible habitar una vivienda realmente digna.
Por último, dejó funcionando un centro educativo de excelencia como es la Universidad Metropolitana.
Ese recital de cosas buenas debe ser escuchado por los venezolanos ahora que estamos a las puertas de participar en el proceso de reconstrucción de Venezuela. Esos buenos ejemplos deben ser emulados en estos tiempos de tantas urgencias.