En 2013 cuando iniciamos el proyecto global de la diáspora venezolana, enfrentamos un inmenso obstáculo: el encubrimiento de la información del flujo migratorio, una evidencia más, por si faltaba alguna, del desinterés y desprecio del régimen hacia sus ciudadanos. Una vez más se confirmaba su compulsiva, enfermiza y descarada capacidad de mentir. Como predicadores del evangelio de la intolerancia, negaron lo obvio; la mayor de las diásporas en el mundo, junto con la de Siria.
No es común que 20% de la población de un país viva fuera de sus fronteras. Espantados por el “socialismo del siglo XXI”, creador de la mayor debacle regional, migran a ciudades y países en Latinoamérica y el mundo. Como un dato de la tragedia, el ingreso mensual del venezolano se tabula en centavos de dólar, y esta realidad ha creado una nueva medida de pobreza, que se suma a las de pobreza extrema y aguda: “el chaveto”
Superamos el escollo, ese injustificable e indignante silencio, recurriendo a las estadísticas de los países de acogida. ¿Cuál será la explicación que ofrecerán de esta opacidad quienes han ejercido cargos en instituciones de estadística de Venezuela, cuando se inicie el proceso de reconstrucción? La orfandad de datos nos impuso, en un primer momento, recogerlos a escala país y con ellos construimos el primer Observatorio de la Diáspora Venezolana (ODV) en 2015.
Éramos plenamente conscientes de que los espacios reales en los cuales cristaliza el proceso migratorio son las ciudades y localidades en los países de acogida y, por ende, el dato a escala país es insuficiente para dar cuenta del fenómeno. En esos espacios, las ciudades, vive hoy más de la mitad de la población global y hacia ellas fluye la migración interna e internacional. Importancia que ha sido resaltada en los encuentros globales dedicados al análisis de la relación entre ciudad, migración y desarrollo.
Las características de cada ciudad, su infraestructura institucional y económica, su oferta de servicios y su realidad política y social, es muy dispar y, por tanto, la relación con sus inmigrantes es desigual. En algunas ciudades, particularmente las fronterizas, se desarrollan al mismo tiempo la migración pendular de tránsito y destino, como es el caso de la ciudad de Cúcuta, en Colombia.
Un ejemplo de lo dicho lo encontramos en el reciente Pacto Europeo sobre Migración y Asilo, anunciado por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Hay países de la Unión más expuestos a las presiones migratorias, por encontrarse en zonas marítimas fronterizas como España, Italia y Grecia, necesitados de un mayor respaldo. Como ha dicho la presidenta, el resultado ha sido que ningún país está contento.
El citado pacto se centra en el reforzamiento de las fronteras y la seguridad más que en la forma de acogida, los derechos humanos y la movilidad, en la necesidad de compartir información en línea, en los sistemas de filtrado rápido y en la presión y apoyo a los países de origen. El ejemplo revela la necesidad y las dificultades de la coordinación entre los entes de dirección, la Comisión Europea y los países y, si hacemos un símil con un país, la coordinación entre el gobierno central y las instancias de gestión, privadas y públicas, de cada ciudad.
Obviamente, la complejidad es mayor cuando nos referimos a la coordinación entre países y, no sin razón, la canciller Ángela Merkel, siempre abierta al tema migratorio, ha mostrado su disgusto y preocupación por las fisuras y fragmentación de la política europea en este terreno. Se agregan a este disgusto los argumentos expresados por los defensores de los derechos humanos, en particular el derecho a la movilidad, la de quienes enfatizan la relación entre migración y desarrollo y quienes destacan la importancia de la migración para enfrentar el reto demográfico y el propio sostenimiento del Estado de Bienestar, la de quienes en lugar de hablar de crisis migratoria se refieren a esta como crisis de acogida.
Un elevado número de migrantes venezolanos se ha establecido en ciudades y localidades (cerca de 300 en el planeta) de las que provienen ellos mismo o sus ancestros, padres y abuelos. En ellas han mantenido y recreado relaciones con familiares y amigos, cultivado nexos políticos, culturales, institucionales y empresariales y han realizado visitas frecuentes en ambas direcciones. Esperamos poder presentar muy pronto los resultados del estudio que hemos iniciado en el que abordamos el tema de la circulación y circularidad del proceso migratorio y del capital humano.
Mientras el desplazamiento humano transfronterizo ocurre en ciudades, corresponde al gobierno central de cada país (o instancia supranacional) diseñar el marco de las políticas migratorias. Lo ideal es no acabar como en el caso europeo, con políticas que concitan el descontento de todos, sino más bien lograr una adecuada articulación entre el gobierno central y las instancias locales, públicas y privadas. Esto permitiría sentar los pilares para una estrategia de gobernanza de la diáspora.
Con ese fin se han desarrollado encuentros globales a objeto de resaltar la relación ciudad, migración y desarrollo. En ellos se han formulado recomendaciones dirigidas a dotar a las ciudades y a los gobiernos locales de instrumentos para atender aspectos fundamentales, como la relación de la ciudad con la migración, los asuntos de carácter laboral, la inclusión y la gobernanza de la diáspora. Conviene poner de relieve el punto de partida de la agenda, que asume a la diáspora no como un problema sino como factor de crecimiento y desarrollo económico, social y cultural.
Al instalarse en las ciudades los migrantes ejercen presión sobre los servicios, los procesos de planificación urbana, impulsan la demanda agregada, el empleo directo e indirecto e imprimen un nuevo dinamismo a la economía local. Todo ello constituye un desafío para el desarrollo de estrategias de ciudades sustentables. Las resoluciones adoptadas en estos encuentros globales reconocen la importancia de la movilidad humana y, por ello, el tema está incluido en la agenda de desarrollo sustentable global. La diáspora es también un medio de repoblamiento de aquellas ciudades que se achican y encogen.
Esta centralidad de las ciudades nos condujo, en los siguientes Observatorios, a desgranar la información de la diáspora ya no por país, sino por ciudad o región. La información a escala país, además de insuficiente, supone un desconocimiento de la relación ciudad, migración y desarrollo. Tal omisión revela que estamos ante un vetusto arsenal de ideas, conceptos y enfoques y nos deja un enorme vacío en el campo de la investigación que le resta viabilidad a la estrategia de gobernanza de la diáspora. No es una omisión menor, su olvido dificulta integrar las ciudades y el diseño de políticas idóneas, pues las ciudades son determinantes importantes del proceso migratorio.
La necesidad de la estrategia se hace más urgente en tiempos de pandemias, la del virus y la económica y social que esta arrastra consigo y cuya atención demanda recursos provenientes de la cooperación internacional. No abundan los recursos y por ende será necesario adelantar iniciativas y proyectos creativos e ingeniosos con los cuales generar nuevos bienes, recursos y posibilidades.
La elocuencia de los datos construidos por organismos privados, oficiales e internacionales, acerca del impacto positivo producido por la diáspora venezolana en el crecimiento del PIB local y nacional, nos ahorra argumentos. Los beneficios se multiplican si incluimos las dimensiones cultural, social y política y sus aportes al país de origen a través de las remesas.
La inclusión de ciudades y localidades, de empresas e instituciones permite pensar en iniciativas inteligentes de transferencia y difusión de tecnologías, ampliación de mercados, emprendimientos e internacionalización de empresas e instituciones, redes de ciudades, etc. La diáspora deja de ser un pretexto para ser tratada como una realidad humana con amplias posibilidades de beneficiar a todos.
Los primeros interesados en aprovechar a los más de 6 millones de embajadores integrantes de la diáspora son las empresas e instituciones del país de origen. Nos preguntamos ¿conocen las instituciones, asociaciones civiles, gremios, universidades y empresas de Venezuela, la ciudades y países que hoy albergan a la diáspora? ¿Cuáles son las ciudades de las que emigran?
Las ciudades y países de origen y destino pueden desarrollar una relación muy beneficiosa y para ello se requiere de políticas proactivas. Con ese fin, las asociaciones diaspóricas han desarrollado diversas iniciativas con lemas que perfilan la estrategia de gobernanza: “La diáspora, un activo de Venezuela”, “la diáspora, reserva internacional del país”, “el papel de la diáspora en la reconstrucción de Venezuela”, “la diáspora es parte de la solución a las necesidades de desarrollo de las ciudades de acogida”. El objetivo estriba en saber aprovechar estratégicamente ese enorme potencial y acompañar y fortalecer a la sociedad civil creadora de ese portentoso enjambre. En definitiva: ¿cómo recoger, fortalecer e imprimirle un nuevo ritmo al esfuerzo de todos quienes a lo largo de dos décadas han desplegado un incesante trabajo de organización y conexión de la diáspora en las ciudades que hoy habitan y con Venezuela?
@tomaspaez