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Las categorías de la vieja política siguen sin comprender el fenómeno Milei

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Este juego en equipo hace que el nuevo jefe de Gabinete, Guillermo Francos, sea casi tan importante como el mismo presidente Javier Milei / PanAm Post

En la primera restructuración del gobierno de Javier Milei salió Nicolás Posse y entró Guillermo Francos como jefe de Gabinete. El Ministerio del Interior, que ocupaba anteriormente, pasará a ser una secretaría dependiente de su cartera actual. En su primer día en el nuevo rol, Francos hizo un comentario que fue cuestionado, pero también, mal entendido.

El flamante jefe de Gabinete manifestó en su debut que Milei lo eligió a él, de amplia experiencia en el mundillo político, porque ese es un ámbito que al presidente le resulta complicado, ya que no lo entiende. Como era de esperar, los dichos fueron tomados como un furcio, un “sincericido”, y la noticia fue utilizada para arremeter contra el mandatario libertario. ¿La acusación? La esperable. Que no puede ser presidente alguien que no tiene interés en la “rosca”, la que, no solamente no entiende, sino que no tiene ganas de entender.

Sin embargo, la cuestión merece una interpretación alternativa. Una que arroja una conclusión opuesta a la que se hace para atacar al presidente argentino. El actual titular del Poder Ejecutivo no es un político tradicional. Eso está claro. Ha llegado a ese lugar solamente por mérito propio y su propuesta, y no por los entramados politiqueros que sirvieron de escalera para sus antecesores. Él está ocupado y preocupado en el programa de reformas que necesita Argentina para cambiar y salir del pozo. No tiene por qué perder el sueño y desvelarse para conseguir un acuerdo que lo acerque a un gobernador o le garantice el voto de un senador más. Hay que decir que tampoco lo votamos para eso. Una tarea en la que, además, de pretender ejercerla, seguramente sea ineficiente.

El reconocimiento de Francos no es otra cosa que la división del trabajo, que tan útil y necesaria es tanto en el sector privado como en la política. No hay que aclarar que el nuevo jefe de Gabinete ha hecho bien su trabajo. La media sanción de la Ley Bases en Diputados, partiendo de una minoría escueta, y las probabilidades de aprobación en el Senado, hablan por sí solas.

En lugar de cuestionar al presidente por lo que aparenta ser una limitación incompatible con el cargo, hay que estar abierto a la interpretación alternativa: que todo esto sea una muestra de una evolución, que nos aleja de un modelo presidencial que no ha dado resultados.

Muchas veces se hace referencia a la división del trabajo y a que “todos son necesarios”, mientras se habla de un esquema en particular donde los más importantes son los que están arriba, ya que por debajo hay funciones autómatas que pueden ser desempeñadas por cualquiera. Aquí no. Hasta el año próximo, cuando el gobierno incrementará el número de bancas en ambas cámaras, este juego en equipo hace que Guillermo Francos sea casi tan importante como el mismo presidente. Incluso, puede estar en sus manos que este período de restricción política llegue a buen puerto hasta que se abran los sobres en 2025.

No votamos a Milei para que haga lo que le pide la vieja política. Lo llevamos a la Presidencia para que arme los mejores equipos, diseñe las mejores reformas y lidere el proceso de cambio. Es lo que está haciendo.

Artículo publicado en PanAmPost

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