OPINIÓN

Las cacas-colaboradoras del chabestialismo en Venezuela

por Alberto Jiménez Ure Alberto Jiménez Ure

No sufría demencia senil cuando el notable intelectual venezolano Juan Liscano solía llamarme, poco antes de la medianoche, vía telefonía residencial, para confidenciarme personales tribulaciones políticas-filosóficas-culturales, sus vínculos afectivos y filiales con quien fue dos veces presidente de Venezuela y sobreseyó a los «golpistas» del 4-F-1992: nada distinto a peligrosos e incorregibles delincuentes, vándalos infiltrados en las Fuerzas Armadas para socavarlas.

«Me pide [Rafael] que acepte ser ministro de Cultura en su nuevo gobierno» –infería el autor de El Viaje [https://es.slideshare.net/AlbertoJimenezUre/sobre-el-viaje-de-juan-liscano], un poemario que le publicamos en la Universidad de los Andes y de cuya impresión en papel estuve a cargo-. «Pero, no puedo aceptar ese puesto, no comparto su intención explícita de reinsertar a quienes capitanearon dos golpes de Estado contra nuestra ya frágil democracia representativa. Es casi mi hermano, nos queremos, pero está equivocado y se lo he dicho varias veces. Me sugirió que pensara su propuesta durante un mes».

Mediante opiniones difundidas en los principales diarios nacionales [El Nacional, El Universal, El Impulso, Diario de Caracas] Juan Liscano y otros, incluyéndome, advertíamos que sobreseer a esos mal nacidos fue un error y provocaría tragedias predecibles por quienes hemos sido anticomunistas-antiterroristas con presencia comunicacional. Virtud a la existencia de las mencionadas empresas periodísticas, pudimos debatir sin la obstrucción, sabotaje o censura de comisarios al servicio de una malograda democracia.

Hoy no me asombra que ciertos intelectuales y políticos le coqueteen a un régimen de gobierno despótico que arroga infalibilidad, cuyos jerarcas tienen órdenes de captura internacional con recompensas en millones de próceres impresos imperiales norteamericanos. Las formas de esa danza entre enamorados son reconocibles, y en cualquier circunstancia lucen ridículas. Algunos persisten en la idea absurda de impulsar elecciones para «medir fuerzas» o «apoyo popular» con forajidos que acumulan años sodomizándonos, en el curso de la posmodernidad que les permitió destruir [tecnológicamente] la fiabilidad del sufragio: que ya no es secreto ni universal, aquí, ni lo será mientras sean dueños de todo: de las fétidas instituciones públicas, por ejemplo, cada una de las cuales dirigidas por un malhechor de confianza.

Como si fuesen mentalmente disfuncionales, formulan que, si en Chile lograron derrotar a Pinochet con votos, se puede igual en nuestro país. Lo cierto es que el recordado dictador, que frustró la instauración del comunismo en su país, prosiguió frente a su ejército, permitió que los civiles imaginaran haberse deslastrado de él. Sucede en España con los corruptos socialistas de Podemos, en puja por desconocer la Constitución de esa república europea que consagra la inviolabilidad del rey.

Durante la cuarta república, los demócratas fueron presuntos porque se mostraban caricaturescos y adeptos de cúpulas delictivas. Sin embargo, frente a ciertos e importantes organismos [Fiscalía y Contraloría General] ejercieron funciones personajes probos que los vigilaban e imputaron. No hubo concierto para delinquir entre militantes o activistas tercos en la idea de mantener en pie a un Estado corrupto, donde el cívico-militarismo se apropiara de los tesoros de la nación y parque de armas para exterminar un pueblo en situación de orfandad. Nuestro actual contexto difiere, y mucho. A los «chabestiales» [https://bitlysdowssl-aws.com/opinion/el-insufrible-chabestialismo/] aguardan ajusticiamientos, su salida del poder será violenta e insurreccional, celebraremos antes de escindir. Fuera de nuestros sentidos no existen sino espantajos de burda y dantesca mafia política-castrense. El «prontuariado» está en lista de espera, será transportado hacia un lugar que no es el Infierno sino la nada. No se salvará quien pueda ni quiera.

@jurescritor