Las burbujas comerciales se terminan de espichar. Todo fue una especie de maniobra con inconcebibles niveles de corrupción que así como los fuegos artificiales, brillaron un rato y además sirvieron de propaganda para el falso estribillo de que «esto se arregló».
Hay modestos emprendedores que luchan sin descanso para salir adelante. Considero que tanta fuerza de voluntad es una esperanza para un futuro distinto y digno.
El enchufe de las burbujas comerciales pierde la capacidad de engatusar a una nación empobrecida, aunque continúen los beneficios de la depredación para el poder establecido.
No obstante, hay otro tipo de burbujas que están siendo impulsadas a la palestra: las burbujas políticas de la seudodemocracia. Bajo la égida de una hegemonía despótica no puede haber una dinámica democrática efectiva. Luego, lo que se asemeje a ello son decorados, espejismos, burbujas.
Las burbujas políticas no son espontáneas. La hegemonía las aupa para tratar de lavar su imagen y seguir ganando tiempo. Gran parte de la oposición política le sigue el juego a su manera. Hay motivos impresentables y razones lamentables, al respecto.
Y también hay luchadores de gran coraje que están decididos por un cambio de raíz hacia la democracia, y que dan ejemplo y esperanza de que ello es posible.
De un país con élites concentradas en burbujas de variada índole, que colaboran con el continuismo, dañando cada vez más los intereses nacionales, hemos de pasar a un país de justicia y libertad, que valore el trabajo y que sea un hogar decente y promisor para todos los venezolanos, estén donde estén. Las burbujas espichadas ofrecen una oportunidad.